Imaginemos un futuro sin palabras. Un tiempo distópico dentro de mucho tiempo, o no tanto, donde desaparezcan las unidades léxicas, tal y como las conocemos. Una especie de Matrix donde los poemas, los versos de Petrarca y Lorca, se escriban con pequeños dibujos capaces de transmitir toda la información de forma sintética y atlética. Una nueva convención cultural, jeroglífica, desarrollada a gran velocidad, que vimos nacer, como hombres y mujeres en las cavernas, y que ya resulta infinita e imparable.
El idioma de los emoticonos se ha hecho un hueco en nuestras vidas y lo ha hecho de una manera silenciosa, tranquila, casi orgánica. Declaraciones de amor en emoji, aplicaciones, tesis doctorales, chistes, sentencias, traductores de emoticonos, profesionales de la cosa, un sistema de comunicación global para un tiempo global… Piensen, ¿cuántos emojis han escrito en la última semana? Seguro que muchos. Estos coloridos iconos pop se han convertido en imprescindibles. No hay vuelta atrás.
Un traductor profesional de Emoji doctorado en Harvard, un intérprete en la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente, un conversor de lengua de signos, un puente… Al fin y al cabo, un emotiocono es otra forma de transmisión de señales mediante un código común de emisor a receptor. Hablemos, hablemos algo, aunque sea Emoji. Esta semana, el pasado miércoles, se celebró en todo el mundo, el Día Internacional del Emoji.
Un ejemplo real: Today Translations es una empresa, con sede en Londres, dedicada a las traducciones de Emoji. Otro nuevo paso en esta nueva era donde todo resulta inédito, sorprendente y extraordinario. La compañía fue fundada por Jurga Zilinskiene en 2001 y se ha convertido en una agencia internacional con múltiples ubicaciones y más de 3.000 empleados. Su objetivo: traducir a sistema emoji todos los idiomas del mundo.
Mantengo un diálogo en Whatsapp donde el 85% de los signos son emoticonos. Pocas palabras, alguna en el inicio del texto, otras para completar la idea: una casa, una bandera, el signo del dólar en un saco, un bikini, un guiño, dos vedettes rubias bailando, otra bandera, una claqueta de cine, unos ojos que miran, otro guiño, un corazón… ¿Lo pilláis?
La historia del emoticonismo podía escribirse también en Emoji, sintéticamente, asépticamente, en amarillo: años 70, Shigetaka Kurita inventaba unos símbolos para completar la información meteorológica; a finales de los 80, en Japón, ya se utilizaban hasta 176 iconos, en plan muy mangas; 1990, Apple los incluye en su Iphone y su éxito resulta innegable.
Otra prueba: si cometo un error, cualquier error, pensad en uno cotidiano, el que sea, y me sonrojo, pensaréis: “ok, todos cometemos errores, es humano”. De la misma manera, funcionan los emoticonos (cara de ojos grandes y pómulos sonrojados, vale). La secuencia de caracteres ASCII forma, definitivamente, parte de nuestro lenguaje y ha calado porque tienen un significado y porque tienen una reacción emocional verdadera, sincera y fácil.
Un último ejemplo: un G-7 del emoticono, llamado Unicode Consortium. Apple, IBM, Google y otras empresas forman, a día de hoy, un gran consejo mundial en el que reunidos, buscando espacios comunes, deciden lo que debe ser o no ser en este nuevo idioma. Ya han autorizado más de 2.600 símbolos. Propongo el emoticono del «Espeto».
Traducción , interpretación , consultoría , localización , voz en off , subtítulos para los más de 7.000 idiomas que hay en el mundo. Hablo con mi hija Alex sobre futuros profesionales y hablamos de emojis. Hay pelis, TFM -trabajos fin de master-, estudios semióticos de universitarios, guías definitivas para comerciales digitales, aplicaciones que convierten tu cara en un emoticono, un día mundial, el 17 de julio, esta semana.
Los emoticonos han venido y lo han hecho para quedarse largo tiempo. Una gitana bailando, un monito tapándose la cara, un excremento sonriente con ojos, un melocotón, una berenjena, aplausos, aplausos, aplausos… Hablemos Emoji porque hablaremos Emoji.