José Antonio Trujillo es un dandi que escribe con guantes de cirujano, un zahorí de la palabra exacta, un ministro goyesco en la República de Macondo, un columnista con arte, un literato médico, un médico literario que se pasa consulta todas las semanas en el Diario SUR y disecciona la realidad y la cuestiona. Trujillo es un caso aparte, una brillante excepción que merece, al menos, esta columna.
Conocí a José Antonio Trujillo en el plató de Llegó la Hora, en 101TV Málaga. Entrevistaba al Doctor César Ramírez, y antes de empezar, me saludó, viniendo de entre cámaras, con tal educación, elegancia, prudencia y humildad que me cautivó. «Un hombre sabio», pensé. Desde ese día, soy fan y hasta hoy.
José Antonio Trujillo, médico, escritor, humanista, columnista de Diario SUR, es una excepción a reivindicar, una persona sencilla y necesaria, que atrae magnéticamente y no se suelta. Como médico, un médico humanista, que cree como Aristóteles que la “medicina es la ciencia del hombre”, algo consustancial, ético, transcendiendo a lo meramente corpóreo, y que observa, entiende, empatiza con el paciente, con pasión, con alma y palabra.
Y la palabra, el pilar en el que todo empieza, se hace arquitectura en las manos de Trujillo todos los sábados, justo aquí al lado, en el vecino Diario SUR, convirtiéndose en el artículo más leído de la jornada (maldita sea, eso no te lo puedo permitir, amigo). Trujillo escritor, columnista reconocible, original, ha compilado algunas de sus piezas en #Trujillismo, Columnas con Arte, un libro que recomiendo y regalo.
El Trujillismo es un estilo de columna periodística con afán literario que utiliza nombres intercambiables en sus títulos y siempre tiene la intención de tirar a dar, una estocada literaria, un texto con voluntad de estilo y atribuible a nuestro protagonista. Nada menos.
Leo a Trujillo que escribe sin efectos especiales ni confeti porque no los necesita, escribe sencillo porque lo sencillo siempre es más poderoso, porque conoce bien la naturaleza de sus historias y de sus personajes, y porque escribe con el lector delante, sabiendo que nadie escribe nada para luego borrarlo y que nadie escribe para sí mismo, demostrando que la escritura comienza mucho antes de sentarse a escribir.
Un día, en un evento, hablaba con Trujillo sobre Manuel Alcántara. Compartimos confidencias, citas, reivindicaciones sobre el maestro. “Una vez, Manuel Alcántara me dio una clave sobre el columnismo: dale palos a todos, una semana a uno y otra semana a otro”, y yo le añadí el primer mandamiento de Alcántara: “no aburrir por encima de todas las cosas”.
Sostiene Trujillo que “la columna de opinión es literatura”. Lo comparto y lo intento en estas parrafadas semanales. Como escribe Cristobal Villalobos, en su prólogo de “A las orillas del Ladoga”, de Agustín de Foxá, “el artículo es una novela de urgencia”. Hablo con Trujillo del columnismo americano, de Tom Wolfe, del nuevo periodismo, de prosa poética y literaria, del ABC, para caer en el sumidero de Francisco Umbral, y concluyendo en sentencia: “en la columna uno escribe sin red”. Hablamos de unos y otros y tengo la poderosa sensación de que podíamos estar así durante muchas horas, quizá años.
Decía Raúl del Pozo, al que cito a través de José María de Loma, de su libro Dolor de Rareza, que “el problema es que, si los dioses dan el primer verso a los poetas, con los articulistas no se estiran lo más mínimo”. Trujillo, sin embargo, arranca sus columnas con un poderosa y efectiva sencillez, como el dardo en el centro de la diana, como una heroína afgana que te hace adicto, de inmediato, al resto del artículo, magnéticamente, como aquel día, aquel saludo, viniendo de entre cámaras, educado, elegante, prudente y humilde que me cautivó hasta hoy.