Las copias lo son todo. Todo es copia. El niño copia la mirada y los gestos de la madre. Google Earth copia al planeta y lo replica virtualmente en todas nuestras pantallas. Dios se copió a sí mismo. Yo copio. Usted, que me está leyendo, copia.
La historia del arte es la historia de un plagio. No existe la originalidad. Todos los que cazamos mariposas cazamos las mismas mariposas desde las Cuevas de Altamira, hace 30.000 años, hasta este instante. La vida es un collage. Cuando digo “la vida es un collage” pienso en la cantidad de personas que habrán dicho, escrito, pensado en esta frase. “La vida es un collage” es otro plagio.
El gol de Iniesta, el del Mundial de Sudáfrica, por ejemplo, es la copia de miles de goles que se marcaron antes en canchas de fútbol-sala, patios de colegio, pequeños estadios…, la carrera de Navas, el taconazo a Cesc, el control de Torres, el desmarque a la espalda de Iniesta, el gol, todo es una réplica, un plagio mil veces mil repetido en distintos tiempos y espacios.
La idea de que hay que ser original a toda costa ha destruido el arte. En las Escuelas de Arte del Siglo XIX, se recompensaba en mayor grado a aquel alumno que conseguía que su obra se pareciese más a la del autor. Se trataba de clonar. Un buen plagio es un homenaje que se hace al original.
Referencias, citas, ecos y lenguajes culturales… Sostiene Jonathan Lethem, en Contra la Originalidad, que estudios neurológicos han mostrado que la memoria, la imaginación y la conciencia misma son una trama, un telar, un pastiche. Si nos cortamos y pegamos a nosotros mismos, ¿no podríamos perdonarlo en otros?
Los templos romamos han servido de ejemplos para miles de edificios que se multiplican por todo el mundo; Rubens copió su Adán y Eva, descaradamente, a Tiziano; el mito de Ulises se ha reescrito, filmado, revisado hasta la saciedad… ¿Cuántas millones de obras de arte y páginas web se valen de textos, vídeos, imágenes o sonidos de procedencias diversas?
Lo nuevo siempre se construye, reconstruye, deconstruye desde lo ajeno, desde lo viejo, desde la unidad original. Este blog, por ejemplo, se titula Control C + Control V, o sea copy and paste, copiar y pegar, entendiendo que nada de lo que aquí se escribe existe como algo nuevo, es imitación, réplica, homenaje, plagio… Llamadlo como queráis. Lo reconozco: nada de lo que hago es real, es todo una proyección, y me valgo de lo extraño, e intertextalizo, y lo defiendo, y lo defenderé, porque todas las historias son la misma historia.
Jorge Luis Borges tenía razón cuando decía aquello de que el ser humano ha sido incapaz de inventar nada nuevo tras contar la historia de un joven guerrero que busca una isla perdida en el Mediterráneo y la de un Dios que muere en el Gólgota.
Otra cosa es la imitación burda presentada como trabajo propio y original. Lo que los latinos llamaban “plagiarius” que significa secuestrador y “plagiare” que es, directamente, robar. El ministro de cooperación alemán, Gerd Müller, fue acusado de plagiar su tesis doctoral; Blasco Ibáñez plagió como traductor de Shakerpeare; a Shakira, Pharrel Willians, Coldplay se les ha señalado por lo mismo… El listado es infinito, desde Atapuerca hasta la última publicación en Facebook, como la monótona y eterna fotocopiadora que escupe réplicas idénticas hasta el final del cartucho de tinta, que será el final de los tiempos.