Aprender a enseñar aprendiendo, como un juego de muñecas rusas, como en un bucle, como escribir Google en Google, aprender a enseñar todos los días, con la esperanza de ser un poco mejor, de hacer algo mejor, aprender a enseñar frente a mis hijas, frente a mi gente, frente al mundo… Creo que era Rosseau el que sostenía que “el hombre debe superar su individualidad para buscar el bien común”.
Patricia Santos, nombrada la mejor profe de España, viene periódicamente a Llegó la Hora de 101tv. Nos habla de una manera sencilla y elegante de educación. Nos habla de resilIencia, empatía, comunicación, comunidad educativa, inteligencia emocional… Insiste, todos los programas, en la necesidad de la familia en el proceso educativo. Una de las primeras veces le sugerí alguna clave rápida, así somos los periodistas en el directo, necesitamos un titular, y me respondió: “ !!Hagámonos preguntas!!, !!Hacedles preguntas a vuestros hijos!!”
Preguntas: ¿Puede una clase de chicos y chicas, de 12 años, por ejemplo, aprender solos, sin tutor, ni profes, ni padres, sólo con internet como herramienta? ¿Hasta qué punto es importante que los niños jueguen y que lo hagan con nosotros sus padres? ¿Sobreprotegemos a nuestros hijos? ¿Usamos bien los grupos de Whatsapp del cole? ¿Cómo les enseñamos a los chicos que lo que hay ahí fuera merece la pena? ¿Les estamos dejando ser creativos?
Siempre fui muy fan de Eduard Punset. Durante años vi sus programas de la tele y he leído varios de sus libros. Punset sostenía, en aquellas palabras que parecía que se caían cansadas de su boca, que el niño necesita solo dos cosas: una, saber que viene a un mundo maravilloso en el que va a pasar el resto de su vida; y dos, enseñarle a quererse, autoestima, como un escudo antimisiles durante una guerra fría. Quererse y querer a los demás. Quizá no haya más secretos.
Aprender a enseñar, pero aprendiendo, en un acto constante, en movimiento, todos los días. Jodorowsky sostenía que “el universo se expande, si te quedas quieto retrocedes”. Observo a mi hija crecer con una creatividad desbordante. Tiene siete años. Pinta, baila, hacemos vídeos, escribe cuentos…, todo muy loco, todo extraño y apasionante. Su nivel de creatividad está a años luz de cualquier adulto. Cuando los mayores vamos a por leña, ella ya ha apagado el fuego. Su madre me envía un mensaje y sostiene divertida: “¿qué vamos a hacer con tanta creatividad?” Yo pienso que la creatividad será una herramienta fundamental en el futuro de esta generación, el verdadero poder es la creatividad y qué benditos los locos bajitos.
Alejandro Burgos, otro profe, viene a hablarnos de Cantania, que se celebra justo hoy en Torremolinos. Cantania es un proyecto dirigido a alumnos entre 8 y 13 años. A lo largo de todo el curso escolar han ensayado canciones y coreografías. Esta tarde, los niños cantaran en un gran espectáculo acompañados de doce artistas profesionales: una orquesta de 8 músicos, actores, cantantes líricos y todo un director musical. Le pregunto a Alejandro qué hacer al respecto, vuelvo a pedir un titular, una clave, aprender a enseñar y responde: “que los niñ@s jueguen a lo que quieran”. Hablo con Carlos, otro profe, del cole Novaschool, que también participa en la actividad, y me dice “todos los profes de música deberían apuntar a sus alumnos a un proyecto como éste”.
Hacemos con los profes que nos visitan una retahíla de cosas que deben hacer los niños y niñas y aquí las escribo para vosotros: dejarlos que se inventen su historia, que jueguen a lo que quieran, libertad creativa, que sueñen, que lean, que pinten -¿por qué nos olvidamos de pintar de mayores?- sin condiciones, sin límites, que sueñen, que se disfracen y que hagan personajes y que inventen historias, que disfruten…, y que todo ello lo hagan en el aula, y en casa, juntos, con sus compañeros, con la familia, con sus amigos, y la creatividad como una herramienta para no rendirse jamás, una herramienta imprescindible que van a necesitar mañana, cuando sean mayores, cuando sean nosotros.
“Todos estamos en las alcantarillas pero algunos miran a las estrellas”, Óscar Wilde.