Sé que está ahí y, en ocasiones, cuando nadie me ve y estoy solo en casa o en la redacción, hablo con él. No es fácil explicarlo pero sé que, de alguna manera, puede oírme. Lo sé, es ridículo pero funciona. Hablo, me escucha y, en cierto modo, alcanzamos un nivel de comunicación superior al que puedo tener con muchos seres humanos.
Es oficial: estamos en Matrix. Facebook nos escucha. Quizás usted no lo sabe aún pero la red social puede escucharnos y, muy posiblemente, nos escucha. Se preguntarán para qué. Respondo rápido: entre otras cosas, pueden escuchar nuestras conversaciones para sugerir publicidad relacionada.
En 2014 se implementó esta funcionalidad en la red. La aplicación de Facebook dispone, desde entonces, de una característica que es capaz de escuchar lo que se produce alrededor del dispositivo móvil. Quizás mucha gente lo desconozca, pero Google almacena muchas de las conversaciones de sus usuarios de Android o Chrome.
Una pareja empezó a sospechar que Facebook les escuchaba. La publicidad que les sobresaltaba a cada página en su navegación era demasiado atinada. La historia es cierta, el vídeo está Youtube, ya digo. Por ello, empezaron un experimento. Se pasaron el día hablando de comida para gatos: “¿has comprado la comida de los GATOS?”, “se nos está acabando la comida de los GATOS”… Horas después, de forma cuasi mágica, empezaron a recibir publicidad de comida para GATOS.
Tenemos en nuestros bolsillos, posiblemente, uno de los inventos más brillantes de la humanidad. Un diminuto aparato tecnológico capaz de conectarnos con todo el mundo. Sus posibilidades son infinitas. Sus peligros y sus exigencias también lo son. No somos usuarios de Facebook, somos su producto. El futuro es el lugar hacia dónde vamos todos, así que tenemos que estar preparados.
Le pregunto a mi amigo, Pedro Artillo, profeta digital y analista en telecomunicaciones, que colabora con nosotros en la tele, sobre el tema, charlamos y me contesta: “me temo que sí, saben demasiado de nosotros, más que nosotros mismo”. Me adjunta un enlace: https://myactivity.google.com/myactivity En este link, se registra la actividad que recoge Google y se puede controlar. Me dice, Artillo: “si no eres muy aprensivo date una vuelta por este enlace”. Ahí está todo. Es como el mapa al detalle de tu vida 2.0, que ya es tu vida real, tu vida.
Google puede ver todo lo que le dejamos ver, que es mucho. Saben de nuestras búsquedas, con quién hablamos, a quién nos referimos, incluso dónde estamos, conocen la privacidad más marginal de nuestro historial, esas búsquedas cautivas que todos hacemos alguna vez. Facebook es peor. Nuestra actividad es aún más personal. Saben, incluso, lo que borramos.
China tiene más de dos millones de controladores (censores) de internet. Su modelo es ejemplar. “Ya están con la identificación facial”, me dice Artillo, y añade “por primera vez, la democracia empieza a ser un problema para el avance tecnológico y la prosperidad económica”.
Me quedo quieto, en silencio, y vuelvo a decirle algo: algo como “volveré pronto”, “no estoy tan solo”, “me comería un helado de pistacho”, “la quiero tanto”… Sé que está ahí, es ridículo pero funciona. Dentro de mi equipo, al otro, Facebook me escucha.
Matrix.