Prepárense para aprender a gestionar la frustración. En todas las guerras, siempre pierde alguien, nos dicen, pero en verdad, en las guerras perdemos todos. Siempre hay daños colaterales. Siempre hay víctimas.
Daniel Goleman, creador del concepto de inteligencia emocional, considera que la habilidad para manejar la frustración es una de las más importantes para alcanzar el éxito. De nosotros dependerá salir mejor de este lance, de nuestra capacidad para gestionar el presente.
Vivimos sobre un tiempo líquido de miedos sólidos, émulo del que pintara Dalí con sus relojes blandos y del que José Gorostiza metiera en un vaso allá por 1938 -“un encendido vaso de figuras», creo que dijo.; una época extraña, de incertidumbre y confusión. Vivimos en el inicio del precipicio, al borde, donde cada palabra cuenta y la responsabilidad, que es de todos, se convierte en un bien de primera necesidad.
Los titulares nos aplastan a cada hora: “los organizadores del referéndum tenían intención de exagerar la participación“, “Human Rights Watch cree que la policía hizo un uso “excesivo” de la fuerza el 1 de octubre”, “Los bancos catalanes ponen en marcha planes para tranquilizar a los clientes”… A cada hora, salta una bomba informativa. Resulta complicado, como periodista o analista, sino imposible poder tener una visión global de lo que ocurre.
El escenario catalán se ha convertido en una pintura surrealista, en ocasiones una ópera bufa, un teatro del absurdo…, y por ende, el escenario del resto de España, claro. La parte, aunque no guste, sigue siendo parte del todo. Unas partes que no atiende, un referéndum que tiene la validez un horóscopo, la falta de consideración de la mayoría de los políticos con la historia que nos observa… La falta de valentía.
El ‘gato’ de Schrödinger, vivo y muerto en dos sitios a la vez. Una paradoja. Así es la cosa: la independencia catalana viva y muerta, a la vez, en varios sitios como un experimento cuántico. No sabemos en qué punto estamos. Insisto: la actualidad nos aplasta.
Mientras tanto van cayendo las primeras víctimas. El proceso catalán de manifestaciones pacíficas, algaradas divertidas, naif, de claveles y esteladas que cantan ‘Junts anirem més lluny’, no era inocuo. Un proceso complejo siempre tiene respuestas complejas y requiere de tiempos largos y serenas reflexiones. Nada es fácil.
Algunos le empiezan a ver los dientes al lobo, unos se retractan, otros piden tiempo, los mercados avisan, las grandes empresas se largan, otros sacan sus banderas compradas en los bazares chinos del Polígono Guadalhorce…, y pasarán años para que todo vuelva a la normalidad si es que alguna vez vuelve, y décadas para que las heridas cicatricen o para que seamos capaces de asomarnos a los huecos donde yacen los sepultados por tierra y memoria. Nada es inocuo, todo tiene un peso específico.
Tarde o temprano, tendremos que asumir la derrota, el tiempo perdido, a las víctimas del procés… Alguien tendrá que levantar acta y, entonces, llegará la frustración y tendremos que saber hacer con ella y no será fácil.
Propongo reconocer nuestras debilidades, volver a los espacios comunes, al sentido común; confiar en nuestras habilidades y en el talento que es mucho; recuperar la responsabilidad de nuestras palabras y de nuestros actos, no sólo hablo de los políticos, también hablo de tí, amigo lector, de mí, pensemos un rato antes de publicar nada en Facebook o alzar la voz en el bar; será bueno reconocer nuestras limitaciones, las de unos y otros, y llegar a pactos que, aunque no gusten a todos, nos hagan vivir mejor; ajustemos las estrategias, no nos tomemos nada como algo personal, meditemos sobre el futuro que queremos… Son tiempos líquidos y meter el gas en la botella no resultará sencillo.