Gloria Fuertes es un cuarto con dos ventanas pintadas en colores vivos y ella misma, Gloria, palpando esos muros, sarcástica, con unas manos que dudan, tocando esas pinturas, intentando asomarse, de alguna manera, a aquellas ventanas que nunca existieron.
Gloria Fuertes es un abrigo, y un temblor, y una palabra seductora, Gloria es un silencio en medio de una calle transitada, un silencio frágil que nos vocea, y nos hace reír y pensar, y a veces nos hace llorar recordándonos el niño que nunca dejamos de ser.
Gloria Fuertes soy yo con siete años y aquel libro de La Oca Loca y leer, una y otra y otra vez, y no entender nada y entenderlo todo, y volver a leer porque, sencillamente, me gustaba, me unía a algo bello y me abria puertas a un mundo que no ha dejado de emocionarme…, y que me hacía reír: “Cómo se dibuja una señora”.
Gloria Fuertes vuelve a ser noticia en la prensa. Reconocida por Javier Marías, otra vez a la picota, un poco estupendo él, escribiendo eso de “me resulta imposible suscribir que Gloria Fuertes fuese una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio”. Pues muy bien, admirado Marías. Será la historia la que juzgue, ni usted, ni ellos, ni yo, ni nadie más. Sigamos, no perdamos ni un segundo más, ni una palabra. Esta columna es porque las campanas tocan a Gloria (Fuertes).
Gloria Fuertes escribiendo la carta de su padre a su abuelo, y la leche en polvo, y aquello de “nació en Madrid”, y organillos, y un campo de baloncesto, y un carro, y una oficina que le deja casi muerta, y su cuñada que le pide una cebolla, y un autobús que no llega casi nunca.
Estuve en casa de Gloria Fuertes, gracias a un compañero de la universidad, acompañándole para hacerle una entrevista para la asignatura de Redacción Periodística. Fueron unos minutos en los que quedé tan impresionado por tanta sencillez que apenas pude hablar. Un cuarto sencillo, un sofá de mimbre sencillo, una pila de libros, un vaso de agua, una ventana, una mujer sencilla.
Gloria Fuertes es Lavapiés, en una ciudad sin árboles, crecida en la portería, lectora empedernica, compleja y pizpireta, generosa, o como ella decía “yoísta” pero de un yoísmo expansivo, fresco, luminoso… Decía que “la guerra le hizo pacifista y soltera”. Gloria Fuertes son medias verdades y juegos divertidos, irónicos, en ocasiones de un sarcasmo desolador.
Gloria Fuertes nos enseñó a varias generaciones a leer. Ella saliendo por la tele, con aquella manera tan suya de hablar y recitar, quitándose las gafas y diciendo cosas como aquello de “sonríe, que la sonrisa destroza hasta a los enemigos”, y “un globo, dos globos, tres globos…, la vida es un globo que se me escapó”.
Gloria Fuertes es, al final, un cuento que viene al cuento de Marías y de todo lo demás. Aquel que decía así: “Lo primero, la bondad; lo segundo, el talento. Y aquí termina el cuento”. Pues eso y por eso, solamente, mil gracias, Gloria.