La radio es voz, es música, es silencio. La radio es magia. Hacer radio es hacer magia. Escuchar radio es dejarse seducir, como un niño, por esa magia.
Esta semana hemos celebrado el Día Mundial de la Radio. Todas las mañanas hago radio en El Despertador de Radio Victoria. La primera vez que me hablé en un estudio sentí una atracción brutal, adictiva, seductora… Tenía 14 años, en la mítica Radio España de Madrid, y la sobredosis me dura aún hoy.
Lo conté, creo, en una ocasión. Un periodista portugués me preguntó, ¿qué era para mí la radio? Respondí, sin pensar, con una sonrisa improvisada que era “mi juguete, sí, que yo era un niño y la radio, mi juguete preferido”.
Todas las mañanas me siento el hombre más feliz del mundo. Hago radio y escucho radio todos los días. A veces, lo confieso, de forma, digamos obsesiva. Me gusta la radio viva, natural, sin artificios, radio orgánica que hace sentir que trasciende, la radio que se ve.
La radio es cultura, libertad, es palabra… En la radio no hay gritos como en la tele porque si hay gritos, hay ruido, interferencias digamos, y entonces la radio es insoportable y no se oye y deja de ser radio. La radio tiene que ser escuchada. La radio nace para ser oída.
La radio -por si alguien me plantea el eterno debate de la crisis- es presente de indicativo gracias al podcast y al streaming, gracias a los nuevos modelos, a la recuperación de algunos viejos. La radio está viva, y alzo mi copa para brindar por muchos años más.
Me gusta la radio – “no hay incendio como la pasión”, que decía Buda- y, es por ello, que os dejo algunas de los programas que ahora escucho y que quizás os puedan interesar, compartáis o no y de los que siempre podremos debatir.
Me gusta la radio que hace Alsina en Onda Cero por su capacidad para ser amable, incluso divertido y, a la vez, punzante en las entrevistas en un equilibrio imposible y brillante -algunas de sus últimas entrevistas serán, sino lo son ya, estudiadas en las universidades; me gusta la radio que hace Carles Francino en la Cadena SER porque se nota que le apasiona lo que hace y nos apasiona a los que estamos al otro lado y porque tiene cojones; la del Ciudadano García en RNE, quizás, tan solo porque me divierte aunque, tras los años, su fórmula siento que se agote.
Me gusta la radio de fin de semana Del Pino, en A Vivir que son dos días, porque se ha traído la mejor radio que escuchaba en América y nos lo ha enseñado, como el que enseña un tesoro de ideas, generoso y positivo, porque pincha la mejor música que se pueda escuchar en la radio generalista y porque ha entendido que en el fin de semana se deben hacer otras cosas (no sólo tertulias); y la de Pepa Fernández, sobre todo, por lo bien rodeada que está de un equipo sobresaliente y porque le gusta mucho a mi madre y eso nos une.
Me gusta JELO, Julia Otero, porque un día me enamoré de su voz, de sus formas elegantes, de su distancia, y el amor sigue; me gusta el morning alternativo de Hoy Empieza Todo con Ángel Carmona y me sigue gustando la radio deportiva, debo decir que ya no tanto como cuando era pequeño, y confieso que he perdido el interés por el Carrusel Deportivo, quizás porque le han robado la potencia de lo inmediato, los goles; me gusta la radio teatralizada y documental como la que hacen en RNE, en el programa Documentos o en Nómadas, me gusta el humor brutal, sin ambages, de la Vida Moderna porque es valiente y me hace reír, y Oh my LOL por su variedad y valentía, me gusta Punto de Fuga y La Script, El Ojo Crítico, Gente Despierta, y a veces me dejo llevar por La Rosa de los Vientos o por Espacio en Blanco, sigo escuchando los podcast de Cifu que me acercó al humeante mundo del jazz, me gusta ver como mis hijas disfrutan de Los 40, y me gusta La Cultureta y La Brújula y el mítico Hora 25, Nadie sabe Nada, la Realidad Definitiva, y los que acompañan Robinson, Jabois, Amón, Belmonte, Ónega…, y me gusta la radio que hacemos nosotros, aquí, en casa, en Radio Victoria, ¿por qué no decirlo?, porque hay pasión, ganas, pura vida, gente muy loca y muy divertida que me enseña, y porque con lo poco que tenemos hacemos algo muy grande: el teatro de los sueños.