Bienvenidos al último genocidio de la historia de la humanidad. Eso es. Un genocidio. En Alepo, Siria, a unas horas en avión de aquí, al otro lado del Mediterráneo, otra vez, en medio de nuestra cara, entre plato y plato mientras comemos y nos pasamos el pan y vemos el informativo de las 15 h., repetido como una broma macabra de mal gusto, como en Ruanda, en Bosnia, en Darfur, un GENOCIDIO…, y los demás mirando para otro lado -ONU, Unión Europea, EE.UU-, impasibles, desactivados ante los cientos de miles de crímenes cometidos por la coalición eslavo-chiíta.
Este post debería ser una felicitación navideña, joder, un mensaje nítido de paz, un buen recuerdo… Sin embargo, mientras escribo estas líneas, sobre este Word gélido, llega hasta mi mesa de trabajo el estruendo de las bombas y el silente susurro de la injusticia de los que no hacen (hacemos) nada. Ánkara, Berlín, Alepo… La Guerra Mundial trasladada a un aeropuerto, la bomba atómica convertida en camiones suicidas, el ejercicio de los equilibrios imposibles, la guerra de guerras en 3D. Este post debería ser otra cosa.
Un dron graba para Youtube, desde el aire, el estado de la ciudad: escombros, polvo, nada, silencio, destrucción total y, de fondo, a lo lejos, una ráfaga de tiros que nunca sabremos contra qué o quién impactarán… Parece un vídeo-juego pero es real. Durante 4.000 años, hititas, asirios, árabes, mongoles, mamelucos y otomanos han recorrido las calles de la ciudad vieja de Alepo. Allí se han batido durante los últimos cuatro años dos bandos en un frente estanco. El minarete de la Gran Mezquita Omeya, de mil años de antigüedad y única estructura original intacta desde su construcción, tampoco ha sobrevivido a estos ataques.
Bana Alabed, la niña de siete años que mantuvo en vilo durante semanas al mundo con sus tuits sobre la terrible situación de la sitiada Alepo era evacuada ayer junto con su familia. En esa última operación de salida, 4.500 civiles y combatientes dejaban la ciudad. Después de un viaje de 18 horas, para recorrer 64 kilómetros, Bana y su madre llegaron a Idlib, la provincia controlada por los rebeldes al oeste de Alepo. No están salvadas. Varias entidades de ayuda ya han advertido de que las condiciones de Idlib para los recién llegados son terribles. La comida y los medicamentos son escasos, será difícil soportar el invierno y la ciudad sigue estando en el objetivo de los bombardeos rusos. Los iconos -la pequeña Bana es uno de ellos- tampoco están a salvo.
Esta desquiciada ofensiva, en la que Rusia deberá ser juzgada por la historia, ha dejado miles y miles de muertos, heridos, desaparecidos, torturados, refugiados, exiliados, ciudades y pueblos demolidos, las infraestructuras colapsadas y una economía en absoluta quiebra. Sin que levante mayores protestas por parte de la comunidad internacional la población civil de Alepo (Este) ha sido, está siendo, sistemáticamente aniquilada, en el último genocidio de la historia reciente. El resultado final no lo conoceremos hasta dentro de unos años, cuando el polvo, el ruido y la furia desaparezcan, y quizás entonces nos demos cuenta de lo injustos que fuimos por no manifestarnos, ni siquiera solidarizarnos con un pueblo sacrificado.
Conclusiones: Alepo es Berlín en 1945. El ser humano no avanza, nos arrastramos creyendo que tenemos un destino, pero no, no avanzamos. Nota: no hay ningún avance moral. El terrorismo es la bomba nuclear de los pobres. Los pueblos se siguen arrasando unos a otros. Occidente sigue viendo Gran Hermano. No hay paz nunca para los vencidos. La trinchera ha pasado de estar en países lejanos y en desiertos ignotos al corazón de Europa. Pronostico que pasarán más cosas y serán más dolorosas. Sostengo que nada será fácil a partir de ahora… 2016 acaba con un exterminio público, el de Alepo, pónganse a cubierto o salgan a la calle, bienvenidos al último genocidio de la historia.