Moisés Naím dice que su gran ocupación es ser columnista. El gran reto. Todo el mundo opina en Twitter, en Facebook, en los bares… Por ello, en las columnas hay que agregar un valor extra con algo nuevo, que sorprenda, que no se sepa, alejarse de que la opinión por sí misma basta. Los columnistas debemos ser objetivos. Primera idea: ser columnista es algo muy serio.
Moisés Naím se hizo popular cuando Mark Zuckerberg recomendó como primer volumen de su club de lectura, ‘El Fin del Poder’, uno de sus libros. Ahora el periodista venezolano presenta ‘Repensar el mundo’, su último trabajo en el que hace una recopilación de sus artículos durante los últimos años. Es un libro de 150 páginas y lleno de luz.
Moisés Naím es experto en dar la vuelta a numerosas certezas de sentido común. Por ejemplo: dice que la Declaración del Milenio cambió el mundo para mejor, que identificó un número concreto de objetivos sociales y les puso fecha, como disminuir la pobreza y la desnutrición infantil, y resulta que no solo se alcanzaron sino que se fue incluso más allá. En el mundo hoy hay menos pobres, y tenemos la clase media más grande que ha existido en la Historia de la humanidad.
Me gusta Moisés Naím porque es un tipo optimista. Yo soy un tipo optimista y me gusta que la gente lo sea. Dice que hay que celebrar, y lo cuestiona todo. No todo lo que viene es negro, amenazante y malo. ¿Que la clase media desaparece? Al contrario, crece más que nunca. ¿Que hay desigualdad? Sí, pero mucho menos de lo que pensamos. ¿Que el entorno global va a peor? En absoluto, estamos avanzando.
Moisés Naím cree que no todo es una conspiración. Cree que se puede tener una opinión diferente a otros, sin necesidad de que la CIA, o un gobierno, o un partido político, te pague. Apuesta por el librepensador contra el gregario, por las opiniones libres frente al común denominador, por la libertad contra la opinión general.
Otra idea: cuando escribe sobre los debates indecentes y argumenta que no hay que cuestionar que fumar causa cáncer, el cambio climático, o un pacto consensuado por la educación… Moisés Naím lo tiene claro y sostiene que debatir sobre temas transparentes confunde y pospone que tengamos ideas claras sobre lo que está pasando. Que no nos líen.
Moisés Naím habla de España y sus análisis sigue siendo interesantes. Podemos es un ejemplo, dice: apareció de pronto, acumuló un poder sorprendente, descubrió lo difícil que es usarlo y hoy tiene menos poder que hace un año. Añade que hay que ser muy cautelosos, porque lo que antes parecía permanente se ha hecho variable y lo transitorio se ha hecho permanente.
Me gusta leer a Moisés Naím – les apunto que escribe todos los domingos en El País y en una decena de periódicos de todo el mundo- y ver cómo juega con nosotros, sus lectores. Le gusta demostrarnos que algunas ideas que tenemos interiorizadas son falsas y señala a los que escribimos. Escribir columnas sobre los horrores, las trampas, las mentiras, es fácil. Sin embargo, mostrar que hay cosas que marchan bien y que todo eso sea creíble… Sí, ese es el reto.
Otra idea, la de la necrofilia ideológica. El amor apasionado por ideas muertas, por políticas que no funcionan, por iniciativas que se han probado y que siempre han dado un mal resultado. Sin embargo, nos gusta repetirlas. Necrofilia ideológica = Error.
Creer que hay una línea directa entre lo que está pasando y lo que va a pasar es una suposición de la que hay que desconfiar. Moisés Naím vuelve a la carga con un mensaje de esperanza y dice algo así como que hay que cuestionar que los europeos de hoy vivan peor, y concluye que la gente cree que lo que ha pasado en los últimos 10 años es lo que va a pasar siempre. En fin, hay esperanza. Palabra de Moisés Naím. Te rogamos, señor.