Fotos, fotos, fotos…, hasta llegar a una bruma de píxeles

31 Mar
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Miro tus fotos. Las miro una a una. Me tomo mi tiempo. Observo cada detalle de cada una de ellas. Imagen JPEG. 1920 x 1080. 1.86 MB. Untitled0042. Ahí estás, frente al mar, frente al espejo, frente a mí. La calidad es excelente. Podría pasar horas mirándote.

Nos pasamos el día haciéndonos fotos. Las hacemos en todo momento. Para celebrar, para constatar que estamos vivos, para el recuerdo, para nada… Creo que fue Aristóteles el que dijo aquello, o algo parecido, de que “es imposible pensar sin imágenes”.

Las fotografías, de alguna manera, son un espejo de lo que somos. A pesar del postureo, del activismo estético, de los filtros, de Retrica, incluso más allá de las fotos que no nos hacemos, esas que ya no existen ni existirán, en todas esas instantáneas hay un espejo que guarda un reflejo congelado de nosotros.

Te dije: Al final de toda escalera, siempre hay un último escalón. Tú sonreíste y me abrazaste.

Amplio tus fotos. Veo cada uno de tus lunares, el pelo suelto, la mirada como una flecha, veo el horizonte que se pierde, allí donde uno ya no sabe distinguir entre el cielo y el mar, tus labios, tu pecho, las pestañas negras y largas. Amplio tus fotos hasta llegar a una bruma de píxeles donde acaba todo y empieza tu ausencia.

Imaginad ahora un mundo sin fotografías, “pensar sin imágenes”. Resulta complejo, resulta una utopía, una gran putada… Estar aquí, sólo, en estas horas de niebla sin poder mirarte a través de la pantalla de mi ordenador: no ver ahora como escapas de todos esos hombres, no ver tu sombra sobre el paseo marítimo, aquellas vacaciones en Marruecos… Sería inverosímil, absurdo.

Fotos, fotos, fotos… Recuerdos que se olvidarán en una subcarpeta de otra carpeta, en un disco duro extraviado, en un PC roto, ignorado en el Punto Limpio de cualquier ciudad del mundo, en la placa informática que un chico africano recicla mientras contamina sus pulmones de polvo químico. Allí, como un cadáver enterrado bajo escombros, en la cara oculta de la luna, allí otra de tus fotos.

Me preguntaste: ¿Lo hemos hecho mal? Te dije: sí, pero ahora lo estamos haciendo bien.

Nuestras mentes están diseñadas para pensar en imágenes. El éxito de las redes sociales no es un éxito de palabras, es un éxito de imágenes. Apenas se escribe ya en los timeline. Triunfa Instragram, Snapchat, una foto en Facebook tiene mucho más éxito que cualquier texto, los Likes se disparan, incluso por encima de los vídeos. Estamos formateados por el lenguaje audiovisual. No hay otra opción.

Fotos inquietantes y perturbadoras, desenfocadas, ulteriores, de amigos, de amantes, de padres y madres, fotografías domésticas, clandestinas, pornográficas, intangibles, analógicas, de duelo, de alegría, bajo el agua de una piscina, en ciudades lejanas…, buscando lo intangible, la búsqueda de lo infraleve, de esa experiencia última y original.

Pienso en nuestra foto, la que nunca nos hicimos, una imagen poética capaz de sugerir intuiciones, imperfecta pero de una belleza absoluta, justo antes de decirme que te ibas, que te ibas otra vez. De fondo, sonaba Creep, de Radiohead, grabada en 1992.

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