Breve relatos extraordinarios y cotidianos

10 Mar
Un reloj, claramente, atrasado.
Un reloj, claramente, atrasado.

Un tipo come solo en una habitación sin muebles. Frente a él, una televisión apagada. La pantalla refleja la imagen de aquel tipo comiendo solo. El spot publicitario de uno mismo que no anuncia nada.

Yo soy yo, y mi historial de internet.

Un personaje máscara que viaja desde su habitación, a través de un ruido de campanas, por agujeros y rendijas de libros, en su vieja bicicleta, hasta un pantano en el que encuentra un cadáver.

Antonio Gamoneda escribiendo en su iPhone una idea para su próxima novela: “En vez de pensamiento tengo un ruido y una pasta muy sórdida en la cabeza”. Levanta la cabeza, mira a una chica china frente a él, en su mismo vagón de metro, y rectifica la palabra sórdida por triste.

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez discutiendo, desde sus escaños del Congreso de los Diputados, sobre cuál es la mejor marca de leche. Pascual, Hacendado, Kaiku, Puleva… Se gritan, se enfadan, se hieren. Rajoy los mira y sonríe.

Su desfallecimiento era el de un gladiador después de una lucha; su trabajo era el de pintar un cuadro blanco, muy blanco, sobre un fondo blanco.

Rubias de burdel que sueñan con que algún cliente las lleve hacia el Este, ácratas que habitan en extrañas micronaciones, ancianos chinos adictos al surf, un argentino que vive en un apartahotel de Las Vegas y construye un singular monumento a Jorge Luis Borges…

Un Gif en un muro de Facebook en el que se ven a varios hombres practicando kick-boxing. Al verlo por tercera o cuarta vez, no sabes si hacen kick-boxing o bailan swing.

Una entrevista de María Blasco en El País. María es investigadora y directora del CNIO. María Blasco dice que “el límite biológico del ser humano son 120 años”. Pensar en domingo que, como escribió Abraham Lincoln, “desear la inmortalidad es desear la perpetuación de un gran error”.

Un tipo en bata que pasea por las calles de Málaga con un mando a distancia. Intenta cambiar las cosas tocando los botones de su mando a distancia. Los ciudadanos le miran.

Aquella señora de Lugo que supo el momento exacto en el que iba a morir, la mujer que pudo retrasar su muerte hasta la llegada de su hijo que vivía en Londres, otros pacientes con sueños premonitorios de familiares o con presentimientos de terceras personas que, sin ni siquiera saber que alguien estaba ingresado o había sufrido un accidente, estaban seguros de que ya habían fallecido.

Un mujer de unos 40, bella, elegante, sola, en el cine. Sincroniza perfectamente sus constantes vitales al ritmo de la película. En un instante determinado, sin darse cuenta, le deja de importar lo que pasa dentro de la peli y también fuera. No puede discernir si aquello es realidad o ella está dentro de la pantalla. La película transcurre en todas partes.

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