Se sentó en un banco del parque que está al lado del hospital. Vio a los niños jugando. A un abuelo pasar, lento pero decidido y orgulloso. Pensó en no desanimarse, en llamar a casa o mejor: ir a casa, sentarlos a todos y hablarlo. Cogió aire. Tuvo ganas de llorar pero no tuvo fuerzas para ello. Pensó en la fe, en la fe que tenía de pequeña, cuando era niña, en el cole, y pensó que con aquella fe sería capaz de matar a todos los miedos del mundo.
El cáncer de mama es una de las primeras causas de muerte a nivel mundial; en 2012 se le atribuyeron 8.2 millones de muertes en todo el mundo.
Rebuscó en el bolso. Cogió el teléfono móvil pero no tuvo ganas de llamar a nadie ni mandar un mensaje. Se levantó y empezó a andar calle abajo. A la altura del abuelo, que acababa de pasar lento pero decidido y orgulloso, pensó que la actitud era importante. Pensó que podía parecer algo pequeño, pero que la actitud marcaría la diferencia. Ese abuelo tenía actitud, ella también.
El cáncer comienza con la variación de una sola célula, que puede tener su origen en agentes externos y en factores genéticos heredados.
Sonó el teléfono móvil. Un mensaje de whatsapp. Quiso no abrirlo pero la inercia la obligó. Mensaje de Toni, 13.52: “Rosa, tienes dos maneras de ver las cosas: una, pensar que en la vida no hay milagros; y otra, pensar que la vida es un milagro. Te quiero mucho, todos los días. Te veo en un rato”. Cerró los ojos, pensó en ellos dos, más jóvenes, cuando empezaron a salir y entonces tuvo fuerzas para seguir andando hacia casa.
Más del 30 % de los cánceres se pueden prevenir, evitando el tabaco y el alcohol, comiendo sano y realizando alguna actividad física.
Al bajar del autobús, ya cerca de casa, sintió la necesidad de girar su rostro hacia el sol. Un sol medicinal que calentaba amablemente, que le daba a su rostro luz y color. Se encontró mejor y sintió como si todas las sombras se desvanecían tras ella. Una canción saliendo de una ventana, las madres recogiendo a los niños del cole, el aroma a comida aún en el fuego, Juan, el panadero, tan amable y simpático como siempre, los vecinos, cada uno en sus quehaceres rutinarios, la vida que seguía… Rosa sonrió levemente y cayó en la cuenta de que con una cierta dosis de esperanza todo sería posible. No se trataba de una posición, se trataba de una disposición.
Entre el 75 y el 80 por ciento de las pacientes de cáncer de mama se curan, y si el estadio es precoz, entre el 80 y el 90 por ciento.
Justo al llegar al descansillo, frente a la puerta de casa, quiso parar el tiempo. Escuchó las voces de Hugo y Mara, sus hijos, al otro lado; a Tony, su marido, llamarles, que se lavaran las manos; el ladrido de Copito, su perro. Pensó en lo agotador que sería todo en el próximo año, la fuerza que iba a necesitar para superar su cáncer, en el desánimo, en el largo y costoso tratamiento, en la incertidumbre… Metió la llave en la cerradura, inspiró y se dijo “no voy a esperar a tenerlo todo para disfrutar de la vida; teniendo la vida lo puedo disfrutar todo”. Abrió la puerta y gritó, como siempre, feliz: “ya estoy en casa”.