¿No es raro que los que mantenían que esto era un plebiscito cuenten ahora los votos como si fueran unas elecciones, y los que sostenían que esto eran solo unas elecciones cuenten los votos como si todo hubiese sido un plebiscito?
¿No resulta curioso que el bloque de los “no independentistas” hayan ganado por el 3 %, sí, el tres percent, en Cataluña? OMG!!! Como decía Eisntein: “tendremos el destino que nos hayamos merecido”.
¿No es una paradoja que el partido que ha quedado en último lugar en escaños, la CUP, con 10, sea el que parezca haber quedado primero y, tanto sea así, que tenga la llave (no el llavero, no confundir) del gobierno y del futuro de Mas?
¿No es maravilloso que las portadas de El País y La Razón coincidan en la mañana del 28-S?: “los independistas ganan las autonómicas pero pierden las plebiscitarias”.
¿No les parece singular que, para muchos, los ganadores son los perdedores, y los perdedores son los ganadores, y al revés, y todo, a la vez?
¿No es fantástico que el líder de la CUP se llame Antonio Baños, y sigue dándose un “baño” de victoria y desobediencia con los votos que tiene?
¿No es Cataluña una paradoja sobre el resto de España, o lo contrario, o sea un dicho u hecho que parece al revés de lo que debería ser la lógica razonable?
¿No es peculiar que los más radicales, los de la CUP, sean los más razonables al afirmar que, con un 48 % del voto, no hay independencia ni hay ná?
¿No resulta agotador que en estas elecciones, como en todas las elecciones, todos los partidos políticos ganen siempre y nosotros perdemos siempre, de forma automática y sin derecho a pataleta?
¿No es un síntoma que Albert Rivera, cuando celebraba su ascenso electoral en Cataluña, parecía celebrar su victoria para la Moncloa, en Madrid, en diciembre, como una previsión o un oráculo?
¿No les parece una burbuja inmobiliaria, o una olla a presión a punto de explotar, Pablo Iglesias y todo lo que le rodea?
¿No es un indicio que el partido político que gobierna en Madrid, o sea en el resto de España, sea un partido minoritario, poca cosa, casi nada en Cataluña?
¿No es malo que los que querían una Cataluña fuerte, unida e independiente, estén obteniendo una Cataluña fragmentada y, por ello, más débil?
¿No es muy extraño que en nuestro país el que gana en escaños no tenga que ganar, necesariamente, en votos, y que los votos de aquí no tengan el mismo valor que los de allí?
¿No es lamentable que alguna vez, al menos una vez, podamos decir que perder es perder y ganar es ganar, y que cualquier otro camino es una traición o una mentira?