Mala gestión, malísima, corrupción… Culpables. Políticos, banqueros, empresarios, sindicalistas, que eran (y lo son) ciudadanos, de espaldas a una sociedad justa y sana. Hoguera de las vanidades, chorizos cutres en Audis Q8 transportando fajos de dinero negro, concejales pringados y ciudadanos decentes mirando para otro lado.
La historia es una nube en la red. Nada se borra, sólo se replica y se almacena en otra carpeta. La historia de nuestro país es la historia de la mentira, el nepotismo, el malgasto y el robo. Justo en la época en la que una ardilla podía cruzar la península saltando de grúa de la construcción en grúa de la construcción. Fuimos, reconozcámoslo, cómplices por acción u omisión de la gran fiesta.
También es cierto que ha habido aciertos, trabajadores nobles y honrados, excepciones, buenos políticos, actuaciones sobresalientes cuyo valor debe reconocerse.
No fueron ellos, fuimos (somos) nosotros. Olvidamos que hasta la nada se debe controlar, que el vacío debe ser vigilado, que el silencio existe porque existe el ruido. Perdimos la cuenta. Nos olvidamos de que nuestra obligación como ciudadanos no consistía sólo en votar cada cuatro años. Renunciamos.
Es ahora, el momento. Volver a intentarlo. Dejar de ser las víctimas de la escena y pasar a ser parte de la solución. Ciudadanos activos, seres políticos, honrados, exigiendo nuevas formas, sentido común, eficiencia, transparencia, decencia, verdadera democracia.