Ahora que llega un nuevo tiempo electoral, dejo aquí, gratuitamente –soy así, no me lo tengan en cuenta-, un Breve Manual para el Buen Candidato. Se ruega atención:
1. El buen candidato deberá ser un hombre –o mujer, claro- con cristalinos principios éticos, con vocación de servicio social, capaz de entenderse con los vecinos, en su conjunto, y con cada uno de sus ciudadanos, en particular.
2. El buen candidato será formal -no necesariamente serio, ni estirado, ni fatuo-, no por Dios, pero sí honrado, trabajador, listo, amable sin afectación, educado y amante de la cultura y las buenas formas.
3. El buen candidato tendrá un fondo claro, digno, próximo, con argumentos más que con improperios, con respeto al contrincante y, sobre todo, al pueblo, o sea a todos nosotros. Más le vale.
4. El buen candidato será capaz de pensar alto, sentir hondo y hablar claro, será una persona de profundas convicciones y arraigados principios, para diferenciarlo del político vulgar, que sólo busca el éxito inmediato y que defiende intereses espurios, manifiestamente egoístas o inmorales.
5. El buen candidato será prudente, decidido, innovador, astuto y solvente.
6. El buen candidato será un político, con mayúsculas, PO-LÍ-TI-CO, que haga política, con mayúsculas, PO-LÍ-TI-CA, haciendo de su gran deber su dedicación principal.
7. En fin, y como conclusión, que esto es sólo un post, el buen candidato será, sobre todo, honrado y competente.
Cultivando este Breve Manual para el Buen Candidato, los políticos no obtendrán necesariamente los éxitos deseados –eso también dependerá de un programa como Dios manda-, pero sí, al menos, recibirán el mérito de que sus logros son fruto de proyectos valiosos y acciones bien hechas, y tal y como está el patio, ya es bastante.
Nota final, o aviso para navegantes: como dijo Felipe González, aquel que solo vale para ser político, posiblemente no sirva ni para eso. Ahí queda para el que lo quiera. (Esta columna es una réplica de la publicada el pasado 6 de mayo de 2014 en La Opinión de Málaga).