Somos 2.0, el mundo es 2.0 y votamos en clave 2.0

12 May
Viñeta de El Roto.
Viñeta de El Roto.

Mayo de 2015, a falta de una semana y pico para las Elecciones Municipales y Autonómicas en España, podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que el mundo offline y online son el mismo mundo. La integración de ambas realidades es un hecho. La gente ya no sólo usa internet, sino que pasa gran parte de su vida en internet. El off y el on se necesitan, se retroalimentan, se complementan, y forman parte de la misma realidad. Es la suma de ambos mundos los que no da el resultado exacto. Somos 2.0, el mundo es 2.0 y votamos también en clave 2.0.

Algunos analistas afirman que lo virtual ya es más real que lo real. También en la política. Vivimos una época donde las campañas electorales son, en verdad, varias campañas, sobrepuestas, como capas de tiempo y espacio que se mezclan: la campaña tradicional, la campaña 2.0, la que hacen los propios militantes, generando su propio contenido y compartiéndolo, la campaña de los indecisos, la de los grandes medios de comunicación… En un tiempo donde la gente se informa, en gran medida, por las redes sociales debemos evaluar de otra manera.

Ejemplo: queda claro, por si no había quedado claro antes, que un mitin es una reunión de gente que va a convencerse de algo para lo que ya están convencidos. La fórmula, la del mitin digo, ya no funciona. Hay que buscar nuevo caminos. Se trata de un mundo de percepciones, de matices, un nuevo mundo.

Lo que no se comunica no existe. Los candidatos, los partidos políticos, son marcas. En verdad, todos somos marcas, los partidos y los candidatos también. Tienen su propio copyright, y tienen que empezar a manejarse con términos como branding (el alma de la cosa, tu cultura, tu ADN, la promesa de valor extra que ofreces), y términos como marketing, (la comunicación de todo ello). Ya no vale sólo con la pegada de carteles, los flyers en el Paseo Marítimo y un mitin tribunero. Eso es la Edad Media de la comunicación política, el 1.0 y la Constitución del 78.

Una buena marca, y vale para un partido político, un candidato, o una estrella del pop con residencia en Miami, es la realización de una gama amplia de valores. El problema de los partidos políticos, fundamentalmente, es que no cumplen muchas de sus promesas, se las dejan por el camino, no consolidan sus futuribles, generando desconfianza, evitando lazos de relación afectiva. Pierden votos, en definitiva, por esa distorsión. Les falta generar confianza, pero confianza de la buena.

Contenedor y contenido. Hacer tangible lo que resulta intangible.  Otro de los problemas (y virtudes) de esta nueva época es que el contenido ya no es sólo propiedad exclusiva de la marca, no es sólo cosa del partido, del candidato, del líder supremo. Gracias a la viralización, a las redes sociales, a internet en definitiva, los ciudadanos, ciudadanos 2.0, generan el contenido, lo que les convierte en parte esencial del producto final y, por ello, no se les puede ignorar. Son jueces y parte; marca de nacimiento o cicatriz, da igual.

Un dato: del 100%, sólo el 1% de los usuarios de la red genera contenido, el  9 % lo replica y comparte, y el resto, o sea el 90 %, es decir la gran mayoría, lo consume. La oportunidad de generar contenido es extraordinaria, como nunca antes, un hecho sin precedentes. “La gran diferencia es que el contenido malo es un megáfono, y el bueno es un imán”, como sostiene Andy Stalman, el Sr. Branding.

Luego llegan los valores, que tienen que ser en positivo, el tuétano de la cosa, propuestas de valor, de confianza de la buena, realidades, más allá de Google, del díptico y el titular, más allá de la conexión que hay entre los partidos y los ciudadanos, de la gestión que hacen de las redes sociales, de cómo idean su marca para volver a ganarse la credibilidad y el prestigio entre la ciudadanía. En esta sociedad que estamos reinventado, repensando, a diario, minuto a minuto, restablecer los lazos de confianza con clientes, audiencias, votantes, haciendo (haciendo de HACER, con mayúsculas), por encima de todo, es la gran cuestión medular, necesaria, que ampliaremos en nuestra siguiente columna

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