Hace 101 años, tal día como ayer, aquí, cerca, muy cerca, en Benagalbón, Málaga, ocurrieron unos terribles sucesos hilvanados de muerte, injusticia y caciquismo. La metáfora de España, a pequeña escala, otra vez las dos Españas. El presagio, acumulado de siglos, de lo que luego devino en Guerra Civil, la más incivil.
El episodio se remonta al 8 de marzo de 1914, cuando durante las elecciones a Cortes fue degollado un agente de la Guardia Civil en el municipio malagueño de Benagalbón (perteneciente a Rincón de la Victoria) y fueron sentenciados a muerte el padre, la madre y el primogénito de la familia Roldán.
Acabo de terminar la novela de Salvador Domínguez, titulada Marengo, incluida entre las diez novelas finalistas del Premio Planeta 2013, en torno a estos hechos y a la vida de aquellos tiempos y aquel espacio. Una novela de fácil lectura, que nos transporta a aquella Málaga de pueblo, pescadores y necesidades, gentes de bien que se juntaban a charlar en los bares, de sus preocupaciones, sus derivas, el modo de vida de aquellos albores de siglo XX.
Unas elecciones enconadas, una España partida en dos, unos vecinos con ansias de cambio, la muerte de un guardia civil a la hora del escrutinio, en medio de la trifulca, de la algarada, del ruido… La cuerda de presos pasando por el cementerio de Rincón de la Victoria. El encierro en la cárcel de Málaga de más de ochenta vecinos. El silencio del nadie sabe nada, del no quiere saber, el miedo, siempre el maldito miedo.
Liberales y conservadores, y en sus extremos otros, las dos Españas, dándose garrotazos goyescos en el lomo, como ya escribió Machado, “una España que muere y otra España que bosteza…”, y como ya lo hicieron otros, Baroja, el Esperpento valleinclanesco de Luces de Bohemia, y antes Quevedo, y después la Generación del 14 y los novecentistas y Larra y Balmes y Maeztu, y en nuestros días Umbral o Marías. No hemos cambiado mucho.
Salvador Domínguez cuenta en Marengo, a través de Maldonado, su protagonista y personaje testimonial, el quebranto y el silencio del instante, como un diputado electo malagueño se interesa por la suerte de los detenidos, la dureza áspera de aquellos días, la investigación del caso, el penal de Málaga, la pena de Benagalbón, la apertura de un consejo de guerra, la repercusión nacional y el olvido posterior. Siempre, el olvido, tan nuestro y tan injusto.
La discusión se basa en el origen histórico de la gran tragedia española, intentando explicar, por un lado, el supuesto fracaso ante la modernidad y, en último extremo, la guerra civil.
Los sucesos de Benagalbón de 1914 recogen todos los mantillos con los que se construye nuestra historia, incluido, el clamor y la buena voluntad: en 1915, el día en que el Gobierno debía decidir si indultaba de la pena de muerte a los acusados, su presidente recibió más de 3.000 telegramas procedentes de todo el país en los que se le pedía que adoptara esta medida de gracia.
Marengo, de Salvador Domínguez, nos lleva sencillamente a aquellos días, que son también nuestros días, además de hacernos reflexionar sobre el devenir de nuestra historia, la eterna dualidad de las Españas y, en último término, si es tiempo de pasar página poniendo en cuestión la retórica de la eterna pregunta sobre el concepto de España, reivindicando también las aportaciones, las virtudes, y aprendiendo de las derrotas y de las heridas y, como decía Unamuno, “tirando adelante, siempre adelante”.
Nota 1: Aquí yace media España, murió de la otra media. «El día de difuntos de 1836». Mariano José de Larra.
Nota 2: Reitero. Marengo es una novela de gran interés para aquellos que tengan interés en aquella Málaga, ya casi olvidada.