Fin de 2014, balance; año nuevo, el 15, la niña bonita

31 Dic
EFE/JOHN STANMEYER / VII AGENCY/ NATIONAL GEOGRAPHIC
EFE/JOHN STANMEYER / VII AGENCY/ NATIONAL GEOGRAPHIC

Fin de 2014, hora de hacer balance y equilibrio, en la frontera, instante para saber que vivimos tiempos de una fugacidad notable. Todo es susceptible de ser extraordinario, ya lo sabemos, desde el tweet más aburrido hasta la foto menos atractiva. Todo puede ser viralizado hasta el infinito y más allá pero, eso sí, durante poco tiempo. Vivimos en los años líquidos que se derraman urgentes, como torrenteras, hacia el mar de la nada. Un vídeo en Youtube se convierte en texto en facebook para desparecer, finalmente, en iconos de whatsapp. Fugacidad extrema, histérica, vertiginosa…

En este año que llega a su ocaso, murió Gabriel García Márquez, entre tantos otros ilustres y no tan ilustres. Cuenta la leyenda que, finalmente, cuando en septiembre de 1966, fueron a Correos a enviar la novela al editor, no llevaba más de 50 pesos en la cartera, y sólo pudieron mandar la mitad de las hojas. Entonces, Mercedes volvió a casa, y empeñó el secador, la licuadora y una estufa para poder mandar los folios restantes a Buenos Aires, a Editorial Sudaméricana, y entonces comentó: “solo falta que sea mala”. La anécdota trata sobre el genial Gabriel García Márquez, su mujer y sobre su obra, “Cien Años de Soledad”. DEP, maestro.

Terminamos 2014 un año de corrupción, desgana y mala gestión política como en la colisión del presente con el futuro en Death Proof, de Tarantino. Las cuatro chicas dirigiéndose hacia el impacto sin saberlo, cantando, en un oasis de música; mientras tanto, Stuntmant Mike, el psicópata encarnado por Kurt Russell, adelanta por la izquierda, da media vuelta, apaga las luces y acelera en sentido contrario. Boom. Da la impresión de que las cuatro chicas son la metáfora de nuestra clase política, ignorantes ante el impacto total, new age, que todos desde nuestras butacas intuimos. Fin de la primera parte…, y, ¿Podemos?

Fue también el año del Ébola, y supimos que el mundo de la información no nos vacuna contra la manipulación: el poder es de quien maneja los resortes de la emoción. El rumor, como los virus, como la gripe A, como el ébola, como un fake de Internet, siempre se propaga con más rapidez en entornos favorables.

Cerramos el año 14 en el que se hizo hiperfamoso, carne de telediario y meme, el Pequeño Nicolás, y aprendimos que una gran mentira, o un gran delirio, no se urde sin que intervengan en su trama pequeñas verdades. La historia se amasa con certezas y falsedades. La proporción casi es lo de menos. Pura metarrealidad. La ficción también es real, lo hemos aprendido, aunque no exista.

2014 significó el fin de un ciclo: el de la selección española de fútbol, La Roja, pero que no se nos olvide que esta selección rompió el molde, que hicimos un fútbol tan perfecto que parecía imposible, tan resuelto que parecía suicida, tan estimulante que a nadie dejó indiferente… España dominó el fútbol mundial durante los últimos seis años. Que no se nos olvide que España fue el triunfo de la belleza en un mundo arrodillado a la eficiencia, un error del sistema delicioso. Que no se nos olvide, por favor, que somos mucho de olvidar.

Ponemos el “The End” a este 2014, de crisis, delirio y esperanza, en el que aprendimos que la porcelana quebrada dura más tiempo que la intacta, que la intimidad es tan importante para definir lo que somos que hay que mostrarla y, como reza el segundo principio de la termodinámica, nada sale de nada, o sea nada es gratis.

Fin de 2014, sí, hecho el balance, momento para la ignición, motores en marcha, feliz año nuevo, feliz año bueno, el 15, o sea la niña bonita.

(Nota. Esta columna se ha escrito con fragmentos de algunos de los post de este blog, un post-frankestein, muy control C + control V).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *