El registro del domicilio de Oleguer Pujol, en la calle Teodor Rovira de Barcelona, parecía un estreno de Hollywood. En las inmediaciones se concentraban decenas de periodistas y cientos de vecinos. Tal fue el tumulto creado, que los vecinos alertaron a los Mossos d’Esquadra para que actuaran en lo que consideraban una concentración no autorizada. Dos patrullas de Mossos y una de Guardia Urbana fueron requeridas para poner orden. Sin embargo, la guinda a semejante espectáculo fue el intento frustrado de acceso de un coche de Google Street View, equipado con una cámara de 360 grados, un coche encargado de captar imágenes panorámicas para su sistema GPS. A esta hora, no sabemos si consiguió registrar algo.
Nuestra identidad, y nuestra sentimentalidad también, no sólo está formada por ese estado mental que cada uno se construye, sino por toda esa masa de información que tenemos alrededor, masa que ni conocemos ni controlamos: facebook, twitter, linkedin… Les suena.
Al terminar de trabajar, cada día, he cogido el hábito de buscar, rebuscar, como el filatélico busca y rebusca entre sellos de distintas nacionalidades y épocas, en Google Maps. Mi objetivo es hallar el lugar exacto donde fue apuñalado y sepultado Julio César. Lo hago con detalle, con la mesura y el tacto del cirujano. Busco desde mi portátil, haciendo zoom, hasta las catacumbas romanas. La justicia -quizás justicia poética- es lenta, pero al final funciona y yo estoy seguro de ello.
El tiempo no es una línea recta, es una especie de bucle donde está viniendo todo y todo se está actualizando, a cada instante, por antiguo que sea. Google Maps en concreto, y Google en general, pero también las sobrevaloradas redes sociales, resultan las grandes metáforas de nuestro tiempo a este respecto.
Un amigo me pasa un link con distintas instantáneas satelitales. Son las fotos aéreas del amplio patrimonio inmobiliario de Miguel Blesa. Observo: son un total de seis propiedades entre Madrid, San Lorenzo de El Escorial y las localidades de Linares y Orcera, ambas en Jaén. La joya de la corona de Blesa es, sin embargo, una mansión localizada en una de las urbanizaciones más exclusivas de Madrid, la de La Florida. Ahora mismo, mientras escribo esta línea, vuelvo a observar dicha finca desde la altura, como los dioses del Olimpo miraban altivos a los atenienses.
Resulta brutal pensar en toda esa información. Una masa de información que envuelve nuestro mundo y que crea, y recrea, nuestras identidades. Lo más trepidante es que un sólo artículo no significaría nada, es el solapamiento de infinitos textos, hasta el punto que no hay autor. No, no lo hay. Lo que asusta es que esa maraña, sin autor, sin nadie a quien apelar, esté conformando mi identidad o la de todo el mundo.
A veces, sueño que el cielo es una pantalla de ordenador con millones de datos. Aproximadamente, 10 TB, o lo que equivale a 10.000.000.000.000 bytes, o dicho de otra manera la colección completa e impresa de la biblioteca del congreso de los Estados Unidos de América. Un cielo saturado de información, que somos nosotros, como un espejo que no nos refleja del todo –en el espejo siempre hay errores del sistema-, pero que se asemeja bastante a lo que resultamos ser. El sueño es inquietante: tenerlo todo, o casi todo, allí arriba, presionándonos, observándonos, unos y otros, como en el espejo de Matsuyama.