Ana, si quieres, puedes. Imagina…
Si te lo planteas, de verdad, puedes llegar a sitios increíbles. No dejes de hacerlo. Utiliza tu imaginación sin fronteras, disipándolo todo, disparando a todo, engrandeciéndote…
Si te lo planteas puedes escuchar el aleteo de una paloma en la Place de la Concorde, de París, o escuchar el roce de una chilaba contra la piel áspera de un comerciante en el Zoco de Tánger, el violento crujir de un iceberg a cientos de kilómetros al norte de Islandia, el latido del feto de un corazón en la tripa de una mujer en la humilde consulta de una clínica en Chimaltenango, Guatemala, el suave manar de un río subterráneo en la vieja Italia…
Si te lo propones, con todas tus ganas, podrás oler el perfume de un jazmín recién cortado en El Cairo, la putrefacción de los cuerpos en un fosa de Irak, el ácido sudor de un estibador africano, la tinta impresa de un viejo códice en la Biblioteca Nacional de Madrid, el jabón que lame el cuerpo de un bebé ruso a media mañana, el arroz hervido de una familia filipina…
Si tú quieres, Ana, si lo quieres de verdad, podrás ver en la oscuridad más profunda de la caverna más profunda, distinguir las estrellas que descubrirán los astrónomos dentro de 20 años, podrás ver la carcoma trabajando la madera de una casa abandonada en el desierto de Sonora, sentir el brazo de tu amante con todos sus poros abiertos de excitación, el musgo verde y vibrante de una catedral románica, pintar el abrupto valle Marineris marcando, como una cicatriz, la superficie de Marte, los colores que el ojo humano jamás podrá distinguir…
Si lo haces bien, si imaginas libremente, podrás degustar los sabores del aire, morder un trozo de pan recién horneado y separar cada uno de sus ingredientes -harina, agua, sal y mucho cariño-, paladear el toque sutil de las manos del panadero, adivinar que era fumador de tabaco negro, percibir la tierra húmeda en la patata, la madera en el vino, notar la uva pisada, la vejez de las barricas y el vidrio dejando un regusto frío en la bebida y, después, en tus labios…
Si tú quieres, sólo si quieres, podrás sentir el tacto de la ropa algodonada, el perfecto contorno que describe el fino vello de tus piernas, la corriente de aire que arroja fugaz el paso de un gorrión, la corriente brutal del Golfo de México, el calor que desprende una bombilla, el frío de un congelador abierto en un apartamento lejano, los diferentes cambios de temperatura sobre tu piel, el tiempo forjándolo todo, la inevitable soledad de las cosas…
Imagina, Ana, no dejes nunca de hacerlo, si quieres puedes, imagina…