Estoy en casa, poniendo en orden el escritorio del PC, tomando un café con leche de soja, sabor vainilla, y dos rocas de hielo, esperando que llegue… Pero no llega.
Hace años decidí teletrabajar y, ahora, lo celebro mientras empiezo este post… (Nota: debo escribir sobre los beneficios del teletrabajo).
Recuerdo los años en Madrid, cuando todo era más rápido y gris, cuando era la ciudad de los agujas y el insominio, 103.9 y un espejo al final del pasillo; recuerdo un aterrizar en el aeropuerto de México DF, que es como aterrizar en las entrañas de un gran pez muerto, cuyas branquias se desparraman hasta el infinito como las cuerdas rotas de un violonchelo; rememoro El Planeta de los Simios y ese futuro, en el que los monos se fotografían y posan, orgullosos, ante sus trofeos, que son hombres y mujeres, caídos, humillados, inocuos. No, no llega.
El folio en blanco siempre es vértigo, la caída precipitada por un largo tobogán cuya profundidad desconoces, algo así como el acelerado pulso que sientes cuando circulas por una carretera y de repente te das cuenta de que vas en sentido contrario. Nada lo llena -el vacío lleno de vacío-, buscas en décimas de segundo tus posibles fallos, ahí hay uno, otro, PÁNICO [… o el coche que acelera contra tus faros, y das un volantazo, y no sabes a qué escenario te conducirá ese siguiente fallo, si a una nueva idea o a dos metros bajo tierra…]
Chequeo mi trabajo. Google Analytics me informa de que ya estamos en 6.67 %, y subiendo, y que la visualización de pantallas ya ha subido hasta el 7.02 %. Son buenos datos, sonrío en silencio… Vamos bien, vamos bien, me digo, pero podemos ir mejor. Han pasado varias horas, y no llega.
Suena Micah P. Hinson. Siempre me pongo a Micah P. Hinson para inspirarme pero casi nunca lo consigo. Micah P. Hinson me pone triste. Lo dejo.
Mi amigo Alberto, que se marcha a vivir a Dallas, USA, me pide que firme en una página de Greenpeace: “El Ártico se derrite. Salvemos el Ártico”. El hielo del Ártico, del que todos dependemos, está desapareciendo, y lo está haciendo rápido. Al parecer, en los últimos 30 años hemos perdido tres cuartas partes de hielo flotante de la cima de la tierra. Firmo.
Reviso mi agenda. Mañana después de la radio, tengo varias reuniones, comeré fuera, veré a algún amigo después… Pienso en abdicaciones, elecciones, canciones, crisis, estrenos, victorias, parrillas de televisión… No llega, hoy no es el día, quizás no haya más días.
A veces, emborrono folios con cosas que me pasan, pasaron, pasarán… Ideas que llegan de no se sabe dónde y se unifican con un todo. Sostengo que para escribir unas buenas memorias de vida hace falta tener mucha capacidad de invención y olvido. Pienso que la inspiración –Dios, si es que existe…- deviene con mayor precisión de los recuerdos desenfocados, perdidos y reinventados, antes que de la fiel realidad. Ahora sabemos que los recuerdos son casi todos una gran mentira; mejor dicho, son recuerdos inventados, construidos a posteriori, fingidos…
Otro amigo, que mantendré en el anonimato, me manda un whatsapp urgente: “me separo de C., no aguanto más”, y pienso que la porcelana quebrada dura más tiempo que la porcelana intacta. Mientras tanto sigo esperando, y no llega, ni llegará. No, hoy no.