Sostiene la mitología griega que Caronte era el barquero de Hades, el encargado de guiar a las sombras errantes de los difuntos de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo, o sea una moneda, para pagar el viaje. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien años por las riberas del río.
Alberto Pons y Lolo Vázquez acaban de ganar el Premio del Público, Biznaga de Plata, en su sección de cortos, en el Festival de Cine de Málaga, con Viaje de Vuelta. La verdad: me siento muy feliz. Alberto me llamó un día y me propuso poner la voz en off a su peli. No dudé. Era un lujo, una experiencia, un placer, un honor… Además, por las entrevistas y encuentros que habíamos tenido Alberto y yo, en la radio y en la tele, conocía el proyecto desde hacía un par años.
Los griegos mantenían la costumbre de enterrar a sus muertos con una moneda en la boca por culpa de Caronte. Caronte era el hijo de Érebo y Nix. Se le representaba como un anciano flaco y gruñón de ropajes oscuros que elegía a sus pasajeros entre la muchedumbre que se apilaba en las orillas del río.
Sí, conocía el proyecto de ese Viaje de Vuelta. Desde una distancia prudente, de tiempo y espacio, iba sabiendo de las preocupaciones que derivan de un sueño tan ambicioso. Pons y Vázquez nunca piensan en pequeño. Graban cortos en autobuses en marcha, entierran a sus actores durante horas bajo la arena de la playa, viajan sobre sus propios anhelos con el descaro arrogante de un adolescente… Con Viaje de Vuelta, el corto del que hablamos, quisieron hacer el más difícil todavía: grabar en el mar, con una niña –Penélope, una deliciosa actriz de 8 años, de inmenso talento-, rodar accidentes de tráfico, planos submarinos, con policía, SAMUR…
El cortometraje, como género, siempre me ha resultado una pequeña joya de imponderable valor. Tiene una capacidad sorprendente de enganchar a sus espectadores con un mínimo de tiempo y de recursos narrativos, dramáticos y estéticos. El cortometraje, falsamente, siempre se ha visto como el hermano menor del gran cine. Sin embargo, sólo con la cantidad de cortos que se producen al año se revela la diversidad del formato y las posibilidades creativas y didácticas al acceder a él.
Pons y Vázquez son ambiciosos y eso mola. Hacen cine sin complejos, a tumba abierta, dándolo todo, mirando a las grandes producciones americanas, creyendo en los cuentos de hadas y en los mitos griegos… Desde el primer plano hasta el último título de crédito, sobre las aguas saladas del Mediterráneo, con la fuerza cavernosa del gran Eduardo Duro –cuyos ojos son como hornos huecos en el fuego-, con la pasión brutal de la última vuelta de tuerca que te sorprende y emociona.
Como Dante o Woody Allen, Pons y Vázquez vuelven a recuperar el mito de Caronte para cruzar con todos nosotros, sus espectadores, el río que nos llevará a otra dimensión, a otro lugar sensorial, al que nos deben llevar obligatoriamente las pelis, al que debemos ir siempre por necesidad vital y experiencia emocional.
Como escribe en su FB oficial de Viaje de Vuelta: “nunca dejaré de soñar e intentar haceros soñar, este humilde cuenta cuentos solo os puede decir… GRACIAS!!!!!!. Pues eso, gracias, pero gracias a vosotros por el sueño y por el despertar y enhorabuena por esa merecidísima Biznaga de Plata.