Ruido

10 Feb
Frame, o fotograma, del sueño que tuve anoche.

Anoche, soñé con un nuevo espacio no inexplorado sino, en sentido estricto, inexplotable; un país, aunque debería decir unos países formados en la intersección de experiencias distintas, también de niveles distintos en una misma experiencia, de sensaciones que bailaban como el ruido blanco en la pantalla de un televisor. Desperté y me quedé con los matices, muy mío: primero, me quedé con el ruido blanco de un televisor; luego, me quedé con el ruido blanco… A las 9 de la mañana, sólo me había quedado con el ruido.

Trevor Cox va a sacar un libro titulado Sonic Wonderland. Como adelanto de su contenido, nos desvela el lugar del mundo donde ha encontrado el tiempo de reverberación más largo. Ruido aplastado, prolongado en el tiempo. Ruido. Se trata de unos depósitos de petróleo en Inchindown, Escocia. Se realizó una prueba con una pistola de fogueo y se obtuvo un TR global de 75 segundos. Para las personas que no estén familiarizados con los tiempos de reverberación habituales, digamos que en una habitación tenemos del orden de 0,5 segundos, mientras que en un auditorio unos 2 segundos. Llegar a los 75 segundos es algo muy extraordinario y en su interior podemos experimentar la inmersión de estar dentro de un tanque de sonido.

En una catedral, un sonido puede tardar unos 10 segundos en desparecer. En el estudio de radio, en el que hago todas las mañanas un programa, las palabras desaparecen al instante, son devoradas por la el vacío, por la nada. Cero.

Todo es sonido. Para los que estuvieron en el último concierto de los Rolling Stones en Málaga, en aquel verano del 98, lo que escuchaban era música, satánica sí, pero música. Sin embargo, para la familia Velasco que vivía en una casa cercana al Puerto, y que tuvo que soportar el show, aquello era ruido, satánico ruido. Perspectivas sónicas. El 20% de los europeos soporta tasas elevadas de ruidos. Son 90 millones de personas. La OMS considera el ruido como la segunda amenaza ambiental tras la contaminación atmosférica.

El gran Joaquín Sabina cantó aquello de “Mucho, mucho ruido,/ Tanto, tanto ruido,/ Tanto ruido y al final/ Por fin el fin…/ Tanto ruido y al final…” El sonido es un gran desconocido.

El silencio absoluto no existe, siempre hay una porción mínima de ruido. El silencio absoluto sólo existe en el espacio, allá arriba, allí lejos, fuera de cualquier nave y sin traje de astronauta. Aún así, aunque consiguiéramos aislar todo el ruido exterior, en el espacio interestelar, allá arriba, allí lejos, nos escucharíamos a nosotros mismos: la sangre recorriendo nuestro cuerpo, la respiración contenida, las neuronas –que suenan como chispitas, dicen los científicos-… Siempre hay ruido.

A veces, pienso en un territorio lírico y textual lleno de cacofonías, resonancias, tragedias y reverberaciones, de sonidos industriales, de ruido, de borrones, glitchs o fallos técnicos… Soy así, pienso en ruidos.

Ninguna construcción suena como otra: matices, tañidos, explosiones, latidos… Una catedral, en términos acústicos, no tiene nada que ver con una construcción nívea de Calatrava. El ruido siempre es distinto en función del entorno. El espacio  influye también en el sonido: espacios con reverberaciones largas, espacios con ecos múltiples o sencillamente espacios que dan un color especial.

Anoché soñé, como el poema de Cernuda, en un ruido triste como “el que el que hacen dos cuerpos cuando se aman”.

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