The invader

12 Feb

Imagino que ustedes también habrán visto al paso una de esas figuras confeccionadas con pequeños mosaicos cuadrados que, como si fueran píxeles de ordenador antiguo, dibujan una gitana, un pulpo o un marciano de aquellos que creí haber exterminado en la máquina del bar cuando yo tenía 20 añitos más o menos. En aquellos tiempos, perdonen esta fuga de la memoria, las actrices se desnudaban por exigencias del guión y con cualquier excusa aparecía el tetamen en la pantalla; proliferaron los espectáculos de destape en las ferias, y acercarse con la madre de uno al quiosco de la prensa era un poco vergonzante por la cantidad de revistas seudo-porno que se exhibían tras la cristalera. El nacional catolicismo había vestido este país con mangas al puño y faldas bajo las rodillas, y una gran parte de la sociedad española quería ver cómo eran las curvas de la otra gran parte de la sociedad. Como si fuera un poema de Jaime Gil de Biedma, uno va tan tranquilo por la existencia y, de pronto, te llega alguien que con toda seriedad te recuerda que el arquitrabe está en peligro grave, que esto es un disparate y que hasta dónde vamos a llegar. Y en efecto, me pregunto que hasta dónde vamos a llegar. Por un lado, la fiscalía de medio ambiente se va a querellar contra Fernando Francés director de CAC y, por si no tienen nada que hacer, va a ordenar a la guardia civil que descubra quién se oculta tras el seudónimo del Invader, quien ha decorado algunas esquinas de esta ciudad de VPO con esos muñequitos pixelados. Este caso sería gracioso si no fuese tan ridículo. Leí la noticia en mi periódico casi al mismo tiempo en que me llegó una foto de unos tipos orgullosos de haber matado a dos lobos en un pueblo de esa meseta castellana donde nadie desperdicia una ocasión para demostrar su inhumanidad. Pocas horas después, aparece en los noticieros una sentencia que condena por odio religioso a un joven porque ha insertado su rostro en la imagen de la figura de un Cristo. Figura, trozo de madera tallado. Parece que la sociedad española avanza en sus costumbres para poder retroceder con mayor ímpetu.

Málaga es una ciudad fea. Agradable, maravillosa en muchos aspectos vitales, pero nunca fue planificada ni pensada sino como un conglomerado de pobreza con algunas islas de burguesía solariega. Las intervenciones del Invader han redescubierto espacios para el paseante; algunos de ellos en fachadas de edificios en abandono flagrante y dañino para los ojos. La fiscalía actúa porque alguna construcción está catalogada como bien de interés cultural. Tal categoría, según se ve, exime al bien de que aumente su interés cultural mediante un aporte de arte contemporáneo, desenfadado, gracioso, nada ofensivo, ingenioso, con chispa y no sé cuántos calificativos más escribir para que alguno de nuestros políticos garrulos y de nuestros jueces miopes comprendan la intervención. Esta persecución de Fernando Francés, para mí incomprensible, y del o de la Invader por parte de la fiscalía, se inserta en esta especie de campaña que lleva a occidente hacia un puritanismo que coarta todos los valores que no se asemejen a los valores bursátiles. La obra de Egon Schiele, o la de mi querida Susi Márquez, tan provocadoras, evocadoras y excitantes, han pasado a la categoría de pornografía, mientras nos encontramos con actrices pornográficas que han ascendido a la categoría de glorias del pensamiento nacional, como hace 40 años. A cada uno lo suyo, al arte lo que es del arte y a la judicatura lo que es delito, esto es, aquello que hace daño, por ejemplo quienes matan a los lobos que pertenecen a la humanidad, quienes robaron los ahorros a trabajadores bajo el nombre de banqueros, a quienes están usando la vivienda como bien especulativo, o a quienes coartan la personalidad de las mujeres para perpetuar su esclavitud dentro del orden patriarcal. Delito es todo aquello que hace la existencia diaria un arco que se desmorona porque falla su arquitrabe, en este caso, un aparataje judicial a quien convendría leer algún manual de arte, de vez en cuando e, incluso, ver algún porno por aquello de saber diferenciar.

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