Acabar el día, abrir una cerveza, charlar un poco de lo necesario y de lo que vendrá, de la utopía como forma de defensa personal, guardar silencio mientras cuentas las estrellas, acostar a Anita, cenar algo ligero, y ponerte a ver Black Mirror.
Un cristal negro, un agujero de gusano, Alicia a través del espejo… Black Mirror es la serie de televisión británica creada por Charlie Brooker y producida por Zeppotron para Endemol que me ha enganchado en las últimas semanas. La serie gira en torno a cómo la tecnología afecta nuestras vidas, en ocasiones sacando lo peor de nosotros, llevándonos a lugares desconocidos pero que nos resultan aterradoramente cercanos.
Les digo a Martín de Arriba y a Pedro Muñoz que voy a escribir sobre Black Mirror y sonríen. “Ya vas tarde”, dice Martín, pero nunca esta tarde si la voladura y la conexión es buena. Aquí hay voladura y conexión, o como decía mi admirado Francisco Umbral, “garrote y prensa”. Sigamos.
Inquietante, contenida, oscura y brillante a la vez, provocadora, realista… En verdad, no hay otra serie como Black Mirror. No exagero. Quizás no sea la mejor pero es la que mejor abre el debate. Frente a usted, amigo lector, ahora mismo, su pantalla fría, que se apagará, como un espejo negro, o en cada pared, o en la palma de cada mano, un espejo negro que es un televisor, un teléfono inteligente, una tablet conectada a todos los lugares del mundo, crítica y bálsamo a la vez, cicatriz o marca de nacimiento.
No esperen una serie convencional. Cada capítulo es diferente e independiente del resto. Cada capítulo tiene una duración y un elenco distinto. Cada capítulo es un disparo certero en la frente de cada uno de nosotros. Historias desasosegantes, terror psicológico, futurismo y nuevas tecnologías, juegos macabros y secretos ocultos, webcams que nunca se apagan y mensajes que permanecen por siempre y que se vuelven contra uno. Una serie nada convencional pero que tiene alma (quizás un alma fría, similar a la música de Bjork, sintética, un alma aséptica -quizás esto sí sea criticable- ), sentimiento, una reflexión y un debate final lleno de preguntas.
Charlie Brooker explicó el porqué del título de la serie a The Guardian, y señaló: “Si la tecnología es una droga -y se siente como tal- entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios? Esta área -entre el placer y el malestar- es donde Black Mirror, mi nueva serie, está establecida”. Las nuevas tecnologías como una droga que todos nos metemos, en mayor o menor dosis, pero cuyos efectos desconocemos.
Si te interesa el debate sobre la adicción a la redes, el debate sobre los millones de archivos que circulan por la red sin nuestro consentimiento, o las miles de historias de amor, clandestinas, en burbujas de mensajería encerradas, o si te pone la batalla perdida con nuestros adolescentes y su uso/abuso de la tecnología, el primitivismo digital como botón de muestra para el futuro, la ausencia de normativas en el 2.0…, si te interesa todo ello, quiero decir, te interesa Black Mirror.
Un ejemplo: el alucinante relato sobre la obsesión por las redes sociales que deriva en un clasismo brutal, transformando el mundo en una distopía llena de sonrisas hipócritas que esconden una presión insoportable. Les suena cerca, sí, es otra vez el espejo negro jugando a enseñarnos imágenes cóncavas y convexas como en el Callejón del Gato Valle-Inclán, el esperpento, o sea nosotros pero en versión siglo XXI.
En fin, un espíritu devastador, muertos vivientes y Gran Hermano, el frío de la estepa nevada de Facebook en el salón de casa, desconcertante, perversa, memorable, acerada, vean Black Mirror aquellos que están por estos mares navegando y, luego, piensen un segundo hacia donde vamos.
Imprescindible serie para todos, la tecnología lo multiplica todo por 1.000, tanto en potencia como en velocidad. Serie de culto para los ‘techies’ y que ahora en su tercera temporada permite observar como sus contenidos se van ajustando a la evolución de la tecnología, es muy interesante ver dicha evolución a lo largo de sus temporadas y como vemos que todo se acerca a pasos agigantados. El mundo cambia más rápido que nunca, para bien y para mal ( … que se lo digan a la casa blanca)
Fantástico post