El principio de la sabiduría

19 Oct
El principio de la sabiduría
El principio de la sabiduría

Henry Handel Richardson

Rara avis

Alba Editorial

Henry Handel Richardson es el seudónimo de Ethel Richardson y la historia de Laura Tweedle no es más que un reflejo de la propia experiencia de la autora en el Presbyterian Ladies College de Melbourne.

Escrita en 1910 la autora buscaba bajo su seudónimo no sólo llegar a un público más amplio sino averiguar si los lectores serían capaces de reconocer si estaba escrito por un hombre o por una mujer.

Para H. G. Wells esta novela era la mejor dentro de las school story que había leído y aún hoy sigue estando vigente su rica formación con pocas concesiones. Salpicada de citas de Nietzsche, esta relato enmarcado dentro del género de la formación o ‘bildungsroman’, género iniciado en la literatura alemana, es una narración de la formación y el aprendizaje del personaje, desde el punto de vista psicológico, moral y físico de nuestra protagonista, Laura.

Laura es prácticamente una cría de doce años, de origen humilde, huérfana de padre y cuya madre, costurera, se esmera en que su hija reciba una buena educación en un colegio-internado para señoritas en Melbourne. De vivir prácticamente libre y ociosa en el campo con sus hermanos pasa a la rigidez del método presbiteriano dentro del colegio. Toda la inocencia se verá reducida poco a poco hasta acomodarse a la sociedad en la que le ha tocado vivir. Acostumbrada a decir lo que piensa, los encorsetamientos de pensamiento, palabra y obra, la reducirán a ser una más dentro del colegio y aprender a no destacar.

Su mayor deseo es ser aceptada por las otras chicas, pero para ello deberá perder su individualidad y en esa lucha veremos crecer al personaje. La autora, conocedora en primera persona de lo que le ocurre a su protagonista conoce perfectamente las formas de la literatura realista que acercan al lector la lucha entre las aspiraciones personales y los límites sociales.

Un retrato amable, certero y a veces duro nos ayudará, al igual que al narrador, ver como Laura se debate entre la madurez y la infancia hasta su graduación. Y a pesar de que la sociedad puede casi siempre doblegar los espíritus más libres, la autora deja en los últimos párrafos una puerta abierta a ese niño que todos llevamos dentro y que nunca seremos capaces de ahogar.

No crean que esta novela es algo parecido a aquellas “Torres de Malory” de Enid Blyton. Aquí las cursilerías no tienen cabida, la crudeza aparece más de lo que imaginamos para destacar, de forma muy acertada, que el principio de la sabiduría pasa por perder la naturalidad y la inocencia. La pasión queda desterrada dentro de los cánones de aquella educación y todo lo que no sea autocontrol está mal visto. Laura recuerda a veces a Jo March de ‘Mujercitas’ y a algún rasgo de Jane Eyre en cuanto al pensamiento de los roles sociales femeninos.

Tampoco imaginen que es una novela horrible de internado. Es la justa medida. La realidad. Lo que nos sucede a todos –salvando las distancias- cuando pasamos de esa edad adolescente a convertirnos en adultos a pesar de nosotros mismos.

Recomendada para los amantes de las school story o del género de formación o bildungsroman y de los métodos de aprendizaje –en este caso presbiterianos- de épocas pasadas.

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