Un mal nombre

30 Dic
Un mal nombre
Un mal nombre

Elena Ferrante

Traducción: Celia Filipetto

Editorial Lumen

Estamos ante la segunda novela de Elena Ferrante que forma parte de una trilogía dedicada a Nápoles. En la primera parte, “La amiga estupenda”, a través de Lila y Nanú, habíamos recorrido la infancia de nuestras protagonistas y su grupo en un barrio del extrarradio de esta ciudad italiana.

Dejamos a Lila en el día de su boda…y en aquella celebración, comienza el relato. Habíamos visto como dos adolescentes con posibilidades de destacar en los estudios habían tomado dos caminos diferentes, Lila –la supuestamente más inteligente de las dos- toma el camino conservador de la mujer italiana de aquellos años, se casa, joven, con apenas de 16 años cumplidos, con el chaval que tiene más futuro en el barrio, con uno de los de más dinero tiene… aunque su dinero tenga orígenes generacionales oscuros.

Lenù nuestra protagonista, la que relata, la que destila melancolía, la que está llena de complejos, la constante, la abnegada, que vive más la vida por los demás que la que a ella le gustaría vivir, ve absorta como queda desmembrada de su otro ‘yo’, Lina, por un marido que se aleja de lo que ambas habían soñado para su futuro. Sin embargo, a pesar de la decepción y de la propia crisis que llega a superar, donde por momentos decide dejarlo todo, se repone y contra todo pronóstico, consigue terminar sus estudios becada en Pisa.

Lenù sabe lo que es trabajar y estudiar, mientras Lila, de forma paralela, intenta aprender lo que significa ser ama de casa napolitana con un conservadurismo social a lo que su corta edad no le permite adaptarse. Es una cría, una niña-mujer jugando a ser señora. Los métodos del marido para someter esa mente inquieta no sólo no son los más apropiados sino que aún genera más rebeldía. Las palizas son algo normal en incluso están bien vistas para ‘domar’ a las guerrilleras como ella.

En esta evolución de las dos protagonistas los acercamientos y alejamientos entre ambas y sus mundos son continuados. Destaca como comienzan a comprender, en su tibia madurez, a sus madres, a esas mujeres que en la cuarentena de los años parecen abuelas con el dolor reflejado en cada surco. Pero curiosamente, ninguna se acerca por ello más a la imagen materna.

Un verano, lo cambiará todo. El amor coincidirá en el mismo personaje masculino y veremos cómo las amigas confluyen en el mismo hombre. Este hecho les trastocará la vida, tanto para Lina, ya casada, como para Lenù, cuyo desengaño por partida doble le hará más fuerte.

El mundo estudiantil y el cotidiano se dan la mano en esta novela. Se entretejen y se mezclan sutilmente las historias de las dos, de tal forma que aún en el momento más distante es necesario conocer la otra parte de la historia de una, para completar la vida de la otra. Inseparables. Para lo bueno y para lo malo.

Y todo con Nápoles de telón, una ciudad que se siente acomplejada, cuyo dialecto casi les hace excluidos, de donde salir es casi escapar, para comprobar que cuando estás fuera de él, sigues siendo señalado con el dedo por el simple hecho de ser napolitano.

Volver a leer a Elena ha sido envolvente, como su novela. Desde la primera página regresas al recuerdo mental del tono imaginario de su anterior novela. Todo vuelve a tu percepción de golpe, sin si quiera ‘repasar’ la historia anterior. Ha sido como volver al barrio y ver pasar a Lila y a Lenù, sin sus trenzas y sí enfundadas en sus tacones y en sus libros.

Como en la primera parte, la autora nos vuelve a dejar abierta la puerta hacia un camino esperanzador. Cuando crees que el desazón que gobierna en los corazones de las chicas te va a invadir, al final, Ferrante, te ofrece un regalo de última hora y te invita a que continúes esperando la tercera parte de la trilogía.

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