Novela negra de pluma japonesa. Exótica como a veces se muestra Japón, solitaria como su sociedad, meticulosa en grado extremo como característica del perfil asiático.
Shuichi Yoshida ganador de varios premios nos presenta el asesinato por estrangulamiento de una chica cuya imagen social es absolutamente diferente a la que ella pretende proyectar en su círculo de amigos y con su familia. Aquí comienza el lío que nos llevará a márgenes insospechados.
Las imágenes del asesinato y de la solución de la novela aparecen de forma cinematográfica con fundidos en negro que dejan expectante al lector y con la lentitud y paciencia de la que hace gala dicha cultura típica también de una película japonesa.
Los narradores, muchos, tantos como personajes, te van ofreciendo diversos puntos de vista muy subjetivos con los que autor juega a la hora de ir desgranando la resolución del asesinato. Pero quizá lo que más me ha llamado la atención es la propia evolución de la novela en dos partes bien diferenciadas: una primera estructura antes de que el autor del crimen confiese y después de esta revelación.
En la primera parte los hechos se suceden de forma encadenada en el tiempo con diversos narradores como he comentado antes, sin embargo, en la segunda parte se producen de forma continuada una serie de analepsis o flashback que modifican la secuencia cronológica de la historia con sus vueltas al pasado, sumando así más suspense a la trama y desarrollando por otro lado el carácter de los personajes.
La fuerza del libro la llevan los protagonistas, una pareja que encuentran, por así decirlo, su pareja de personajes secundarios opuestos, pero las apariencias no son siempre la realidad, y cuando menos te lo esperas el auténtico protagonista no es aquél a quien tú habías dedicado tu atención…pero eso es algo que se descubrirá a lo largo de la lectura. Los perfiles psicológicos de los personajes mostrarán aislamiento, abandono, traumas y manías que terminarán por dejar una puerta abierta a la imaginación del lector al final de la novela.
La complicación de las diversas historias y vidas de los individuos van creando una auténtica red que se va enmarañando conforme avanzamos en la lectura, pero las imágenes vívidas que como primeros planos del celuloide nos muestran la comida, los lugares, las zonas de recreo, etc. nos situarán sin perdernos en ese remoto universo que son las poblaciones más pequeñas de ciudades conocidas de Japón.
En resumen, una novela que te va atrapando poco a poco, concienzuda, sorprendente en dosis, que nos ofrece una mirada a un Japón que sólo percibimos de lejos y que nos cuesta imaginar aún a sabiendas que sus problemas no son exclusivos de ellos, pues me temo que la nostalgia, el desamparo y el cada vez el más alto grado de incomunicación son también incapacidades y defectos de cualquier sociedad.