La formación de una marquesa

27 Ago
La formación de una marquesa
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Nada es lo que parece, y este segundo libro de los cuatro que por ahora conforman la colección Rara Avis, no es lo que parece. Esta selecta originalidad de la Editorial Alba, nos presenta envuelta en un cuento de princesas una novela realista que raya en un relato de terror.

Frances Hodgson Burnett es conocida por obras cercanas a niños y adolescentes como La princesita, El pequeño Lord Fauntleroy o El jardín secreto llevadas todas a la gran pantalla. Con esta obra, sin embargo, rompe con sus textos anteriores y hereda en cierto modo a la novela victoriana. El siglo XIX nos trajo el nacimiento de excepcionales narradoras que tuvieron su lugar delimitado por historias, temas y arquetipos femeninos a los que se tenían que ajustar. No por ello decayeron sus obras, al contrario, destacaron sus personajes femeninos, su lugar en la sociedad de la época, analizaron la moralidad, la sensibilidad y el entramado psicológico.

Hodgson publica los seis primeros capítulos de La formación de una marquesa a principios del verano de 1901 en una revista inglesa. Ese mismo año y en Nueva York presenta la obra completa en Los métodos de lady Walderhurst.

Nuestra protagonista, Emily Fox Seton, es una chica de buena familia, venida a menos, que vive en un pensión de mala muerte y cuyas carencias económicas la llevan a trabajar para mujeres de la aristocracia, sin embargo todo lo abordará sin angustia y desde el pragmatismo. Así llegará a conocer y enamorar, sin proponérselo, al mejor partido de toda Inglaterra, el marqués de Walderhurst. Hasta aquí todo precioso, como un cuento de hadas. El problema se desencadena cuando él debe marcharse a la India y aparecen unos familiares lejanos cuya intención es heredar al marqués que no tiene descendencia. Los problemas con la herencia pondrán la vida de Emily en peligro y aquí es donde comienza el cuento de terror…

La novela es un estudio psicológico de la sociedad aristocrática inglesa, Emily es el modelo hecho carne y hueso de bondad e inocencia hasta el punto que se convierte casi en inverosímil, mientras que el fondo del cuadro son las apariencias, la hipocresía y los intereses. El lector no se siente particularmente representado ni cercano a ningún personaje porque la visión se hace lejana, gracias a ello no nos invade ni el sentimentalismo ni nos cercará el resentimiento, la desazón, el disgusto, la codicia, la ingratitud o la simpleza.

Una novela british y decimonónica, de corte sosegado y elegante, cómoda en su lectura, descripción detallada y minuciosa, donde los buenos son muy buenos y los malos son perversos, propia para tardes otoñales y perezosas o momentos de tranquilidad.

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