El Manantial

2 Ago

Alejandro Castroguer, es malagueño y escritor, diplomado en Magisterio. Casado con otra escritora Vanessa Benitez Jaime, ambos son padres de Nora. Su trayectoria se dibuja en “El noctívago demacrado”, homenaje a Lovecraft, publicado en 2010 en una Antología de“Sevilla Escribe” llamada “Tenebrae”. Los relatos “Vals for Debby”, “Dos pies izquierdos” y“Pegarse un tiro y mandar un retrato a Córdoba” (este coescrito con Vanessa) fueron editados por Veintitrés Escalones Ediciones en la antología “Para mí tu carne”. Asimismo ha coordinado una antología para Sportula bajo el título de “Vintage’62: Marilyn y otros monstruos”, donde ha reunido a un puñado de grandes escritores.

Es autor de “La octava noche”, novela fusión de Ciencia Ficción-Policíaca, y de la novela de zombis “La Guerra de la Doble Muerte” (2010), publicada por Almuzara tras los éxitos de Max Brooks.

Si queréis saber más de él y su obra http://alejandrocastroguer.es/

EL MANANTIAL

EDITORIAL DOLMEN

¿Puedes imaginarte cómo sería? (The End, The Doors)

El Manantial
El Manantial

La imaginación por una vez es más dura que la realidad…¿sí?…no lo creo, no podemos imaginarnos como es lo que nos cuenta Alejandro Castroguer en su novela El Manantial. Sólo que ya podemos hacer caso a su contraportada donde se nos indica que si somos sensibles, dejemos que otros lo lean…aunque mi consejo personal es que se atrevan. Si él ha sido capaz de escribirlo, y me consta que le ha sido durísimo porque así me lo comentó, se merece su lectura, máxime cuando no se queda en un simple libro de zombis lleno de sangre y violencia, no, el ‘mejunje’ no está ahí, está en la naturaleza de sus personajes.

Abel y Verona son como un Adán y Eva…que no viven en un paraíso, sino todo lo contrario. Es cierto que ellos ayudados en su día por el Padre, construyeron y adecentaron lo que será su vivienda o su jaula durante más de 15 años. Comienzan los paralelismos religiosos algo que encontraremos a modo de metáforas y símiles en toda la historia.

El tema es que los chavales sobreviven rodeados de zombis dentro de un viejo instituto. Por supuesto, luchan, matan y sobreviven contra esos muertos vivientes, pero la historia de esta novela de terror no es el miedo que dan esas escenas, algunas realmente desagradables porque como ya decía Auster  “la realidad no existe si no hay imaginación para verla”, el miedo es el terror psicológico que sufren estos chicos. El mal que alberga en el mundo, no en los muertos, si no en la mente humana.

Y es que bajo una presión así sin haber conocido leyes morales y educación, cualquiera de nosotros podría ser uno de ellos. Eso es lo que da miedo.

La novela está conducida por un ritmo trepidante, que hace que no te despegues del libro, excepto cuando hastiado de tanta sangre tengas que descansar porque tu cerebro está saturado de imágenes tan vívidas que en algunos casos hasta te salpican. Los diálogos rápidos pero contundentes harán perfilar aún más la personalidad de cada uno de los personajes. No hablamos ya de sus meditaciones de las que somos partícipes, esas ya nos darán la rotundidad conforme avanza la historia.

No puedo desbrozaros la novela, sí deciros que no es la típica de zombis, muertos, sangre, sexo y violencia. Que aviso: lo hay y mucho, muchísimo. Es la generación del mal por el mal en algunos casos, mezclado con tintes dulces que te relajan la lectura para volver a golpearte en la siguiente página. Amables recodos (que no guaridas) donde un viejo libro de Italo Calvino te dará color a tanta negrura de corazón o la música de una flauta. Mención aparte la canción que abre esta reseña y que aparece durante todo el libro como premonición de todo, o como diría el propio libro el evangelio de ellos…

El final, que sorprende en cierta medida, y que se refleja de forma tan natural como ha ido desarrollándose la historia viene acompañado de una reflexión del propio autor que te hará buscar el manantial del que hace título la obra. Yo sin desentrañar esta búsqueda os dejo sólo una frase para acabar esta reseña “Para decir: “Yo te quiero”, uno debe saber primero como pronunciar el “Yo””.

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