Esta moneda griega del siglo V a. de C. (otra manera de situar en el tiempo un hecho, sin hacer referencia a la era cristiana ni a ninguna otra en especial, es usar las iniciales B. P., que equivalen a «before present», es decir, antes del tiempo actual, antes del presente), o si lo prefieren es una moneda que circuló algo más de 2.500 años B.P. Como moneda, tiene su valor equis, el que circule en el mercado de la numismática en su momento. Está hecha de plata, y representa en una de sus caras, que es la que vemos, un relato mítico que nos llega a través de Heródoto de Halicarnaso, ese gran padre de la Historia, de la que es fundador, y también de las narraciones escritas y leyendas más o menos míticas. La prosa griega clásica nace con él, y se alza hasta su cumbre con Tucídides, quien por cierto calificó a Heródoto de «logógrafo».
En el libro I de su «Historiae» nos relata el «mito» de Arión, un famoso músico «citaredo», (esto es, que manejaba la cítara) quien, hallándose de viaje en barco, fue arrojado al mar por los marineros a fin de quedarse con sus riquezas, que transportaba consigo y eran considerables, y llegados a puerto ocultar lo que iban a robar y contar que Arión había caído al mar ahogándose. Pero un delfín, que seguía al barco, recoge a Arión en su lomo y lo lleva a tierra firme, llegando antes que la nave, con lo que los marineros confabulados y ladrones fueron capturados y ejecutados, ya que Arión al llegar a tierra narró los hechos y eran esperados los inicuos navegantes. Aquí no entraremos en el relato del libro I del de Halicarnaso, que es otro nuestro propósito.
La historia narrada por Heródoto es una gran plasticidad y belleza, y merece la pena que el lector que no la conozca acuda a ella y la lea. Es más : la obra entera del griego del siglo VI – V antes de nuestra era actual tiene unas cualidades que no pasan desapercibidas hoy en día : lean los «Viajes con Heródoto», del polaco Ryszard Kapuscinski, y comprobarán la vigencia del griego a la vez que la elegancia del polaco.
Pero ahora vamos a otra cosa : el sentido doble que tiene la palabra griega «mythos» que es la madre de nuestro vocablo «mito», y las falsedades que se cuelan a veces, (¡tantas veces!), en lo que llamamos «historia». Esa expresión de carácter despectivo que recoge nuestra lengua ( : «¡No me vengas con historias!») es bien clara al respecto.
Esto de que los mitos se carguen de sentido vano, por un lado, y que la historia se falsee por otro, son en apariencia dos fenómenos y, sin embargo, responden a una misma condición : en ambos casos el ser humano muestra parte de la esencia de la mentira, a la vez que coloca por encima de muchas cosas el lograr esa fatuidad que consiste en aparecer ante los ojos de los demás como «un notable», digno de escucha y atención.
Porque hay que preguntarse : ¿carecen de todo fundamento de credibilidad eso que llamamos «mitos», o hay en realidad algunos tipos de mitos que se basan en hechos verdaderos? ¿Y la historia, es siempre como se cuenta, o a veces (diría que más de la cuenta, a veces…) se le añade lo que nunca existió y se le quita lo que más nos puede fastidiar? Hablen aquí escritores, historiadores, críticos…, etc., y sepan cuantos leyeren estas cosas que existen mitos que responden a realidades que el tiempo ha cubierto de una especie de pátina de leyenda no verdadera, como también ¡hasta estudiamos historias falsas de la Historia!
Y aquí, hablen profesores de la cosa, y sepan cuantos estudiaren la historia que muchas veces se plasma como cierto lo que nunca pasó, y se calle como inexistente lo que no se quiere dar a conocer : hay poderes mundanos que en ello se implican, y normalmente no lo hacen en vano…, durante un tiempo. Luego, «algo» pone a cada cual en su lugar. Otro día volveremos a Arión, al delfín, a los mitos de verdad, y a algunas historias que tienen un gran valor para quienes se interesen por sus gentes y su tierra.
El libro del polaco que he citado, Ryszard Kapuscinski, «Viajes con Heródoto», me lo recomendó Alfonso Vázquez, que es además de gran escritor (hablo ahora de Alfonso) un lector de plena fiabilidad, entre otras muchas cosas de valor que atesora el autor, quizá, más inspirado de la novela contemporánea. La obra de Heródoto de Halicarnaso, la de Tucídides, la de los clásicos en general y la crítica de lo que hoy en día pasa ante nuestras propias narices, son cosas que no podemos, que no deberíamos pasar por alto. Piénselo.
Comprendo que el lector de la historia de Arión que narra el libro I de Heródoto pueda echar de menos alguna referencia a lo que ocurre hoy en día con las cosas de esos «amaños» y «chapuzas ladronescas» de tantos y tantos actuales hombres de nuestra patria. ¡Y de fuera de nuestras fronteras! Pero un post es un post y no vamos a mezclar cosas que andan por diferentes andamios : lo que ha de contar el periodista y crítico de la realidad, y lo que sea el propósito del simple «narrador de hechos dignos de recordación», por así decir.
Gracias por vuestra comprensión.
En todas las edades del hombre las verdades incómodas siempre se han intentado silenciar, pero cuando esa verdad es muy evidente se le pone el traje de miro, con lo cual intentamos confundir a los paisanos, que a base de repetir una mentira terminamos haciéndolo, o por lo menos, una verdad a medias, donde confundir lo veraz con la falacia
Miro= mito.
O por lo menos…intentamos hacer de ello, una verdad…
Cuando digo que Alfonso Vázquez es un lector de plena fiabilidad no me refiero a los autores y libros que lea y recomiende : me refiero sobre todo a las lecturas que hace día a día de la realidad de nuestro tiempo y nuestra tierra. ¿Creen que eso no es digno de ser un día cosa digna de historiarse? El tiempo pone a cada cual en su lugar.
En su momento hablaremos de un supuesto mito que no lo es en realidad : más bien se trata de una «invención intencionada», con sus finalidades muy «prácticas».