La fragata Gneisenau

21 Jun
La fragata Gneisenau en el puerto de Málaga

¿Tiene la Literatura “un algo en sí”, una especie de “motor interno” que le permita evolucionar para sobrevivir? Por decirlo así : evolucionar para sobrevivir.

En todas las “actividades” que el ser humano ha ido creando a lo largo de la historia, y no sólo actividades, sino también cosas, inventos, mecanismos y objetos de muy variada índole, siempre ha aparecido antes o más tarde, como en lontananza a veces y otras de forma muy inmediata, ese “algo” que decía ahí arriba.

Un Algo que lleva en sí lo que podríamos llamar “función variante” : la capacidad de poner o quitar lo que fuere, de alterar un orden dado sin por ello destruir el conjunto, o de re-crear un ritmo equis, ensayar modalidades de “tiempo interior” o, incluso, modificar los espacios habituales para, de ese modo, lograr un producto nuevo, por así decirlo. La Literatura, como creación que es del ser humano, alberga en su propio ser interno esa capacidad de retro-alimentación.

Esto que llevamos aquí razonado es cosa que creemos. E incluso lo consideramos necesario : porque si así no fuera, seguiríamos habitando el territorio del mito, las “geografías” de los relatos orales en torno a las hogueras en las largas noches de invierno, y casi seguro es que ni los textos que se atribuyen a Homero existirían. Y donde se dice Homero podría decirse la epopeya de Gilgamesh, o las más antiguas versiones del Génesis.

La creación literaria posee, por su propia naturaleza, capacidad auto-generadora : ni más o menos a como la tiene y posee, dicha capacidad de re-generación, el lenguaje mismo que constituye en definitiva el “material de construcción” de las obras literarias.

En el texto que voy ahora a considerar, y del que se desprende como de manera casi obligada y natural el título mismo de esta colaboración de hoy (“La fragata Gneisenau”) se puede ejemplificar de manera bastante didáctica gran parte de lo que hasta aquí tenemos dicho : cómo, el autor de un relato breve, Salvador Domínguez Ruíz, ya sea de manera deliberada o ya sea movido por ese impulso interno que tantas veces mueve a los escritores, acude a un recurso literario que, inserto en el breve relato que él titula “El viejo superviviente” y que se publicó en Ediciones del Genal el pasado año de 2015, da a toda la narración de su cuento o breve relato un aire de misterio peculiar.

El recurso que utiliza S. Domínguez Ruíz tiene que ver con lo que podemos considerar como “las vivencias de los insólito”. Atañe al tiempo, quiero decir el tiempo interno de la obra, del relato mismo, y afecta muy de lleno al protagonista del cuento “El viejo superviviente”. Acuda el lector a la obra, y no tardará en comprobar dos cosas, al menos, tras leerla : caer en la cuenta de que no se dice el nombre del protagonista, -aunque sí que sabemos cómo se llama su novia, Susana-, y tampoco se nombra a persona alguna que forme parte de la historia que se narra. A salvo, claro está, los nombres históricos, reales, que dan cuerpo al entramado del relato mismo : Museo Picasso de Málaga, la fragata alemana , el Palacio de los Conde de los Condes de Buenavista, la calle de San Agustín… Y la otra cosa que puede comprobar (esto en el supuesto de que el lector en cuestión tenga eso que yo llamo “empatía lectora”, que ahora no explicaré qué es para mí pues es asunto que pospongo) cómo el protagonista del relato “se nos entra en las vivencias” a medida que leemos lo que le ocurre con un muy añoso personaje lleno de misterio ( : el viejo superviviente ) y del que no se puede afirmar que exista ni que no exista, que sea “real” ( real, en el relato, lo es; pero no lo es como lo es, por ejemplo, Susana…) o que no lo sea, que esté o haya estado allí, en las Bodegas Quitapenas con el protagonista-narrador ( : que es y no es, a su vez, el autor…), o que nunca haya estado allí, contando su tragedia y tomándose un vaso de vino blanco. Y la cuestión ahora es :

¿Ese recurso al personaje que es y no es a la vez, ese “truco de autor” que utiliza Salvador Domínguez Ruíz, es algo que surge de la narración, o es algo que el autor introduce en la narración de manera natural para crear intriga? Ah, amigo lector : llegados aquí, dejo mis reflexiones no sin antes decir esto al respecto : en un libro de Danah Zohar sobre cuestiones misteriosas del mundo cuántico, libro por cierto de sumo interés y escrito para el gran público, tal vez, sólo tal vez, podríamos hallar respuesta razonable a esta pregunta de si el marengo misterioso es persona real del cuento o fantasma ideado en el cuento, personaje como Susana, que viaja por sí y se mueve en el relato por sí, o personaje que únicamente existe ( ¡y a la vez no existe!) en la mente del narrador.

Como el famoso Gato de Schrödinger : ¿está vivo o está muerto?

2 respuestas a «La fragata Gneisenau»

  1. Sobre esta y otras obras de Salvador Domínguez Ruíz trataré en futuras colaboraciones.
    “El viejo superviviente”, así como el resto de la obra del mismo autor, pueden ustedes encontrarla en las Librerías Prote-Prometeo.
    En no más de 51 páginas pueden tener ustedes un muy curioso paseo por el tiempo que ya se fue, por el que aún es y nos atañe, y seguramente se planteen algo con respecto a los tiempos que nos esperan : a cada cual el suyo, como debe ser.

  2. La presentación de otra obra de Salvador Dominguez Ruíz, “El helvético soñador”,que esta vez es novela histórica y no breve relato, me dará la oportunidad de abordar temas, en relación con Málaga y “sus mitos”, que de fijo serán del interés de muchos.
    Desde aquí agradezco a los gestores y propietarios de Librerías Proteo y Prometeo su labor cultural y su prolongada tarea en pro de la cultura en esta ciudad, Málaga, donde aquello de “ciudad bravía” con muchas tabernas y casi sin librerías ha quedado más que dejado atrás.

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