El camino interminable

8 Sep

Portada de El Fuego Interno

“Era un día claro y soleado. El sol de media tarde brillaba directamente sobre unas macetas de flores que colgaban de los aleros del techo alrededor del corredor, y proyectaban sus sombras en las paredes del norte y del este del patio. Era asombrosa la combinación de la luz solar intensamente amarilla, las abultadas sombras negras de las macetas y las delicadas sombras de las frágiles plantas en flor que crecían en ellas. Alguien con un agudo sentido del balance y la composición pictórica había podado esas plantas para crear un efecto de exquisita sencillez.

La mujer nagual ha hecho eso -dijo don Juan como si leyera mis pensamientos-. Por las tardes contempla esas sombras.

La idea de que ella contemplara esas inquietantes sombras tuvo un efecto devastador sobre mí. La intensa luz amarilla de esa hora, la quietud del pueblo aquel, y el cariño que yo sentía por la mujer nagual evocaron, en un instante, toda la soledad del interminable camino del guerrero.

/…/

Recordé que el día anterior ella me había leído algo, ahí en el patio, pero yo no había entendido toda su urgencia, su añoranza. Era un poema de Juan Ramón Jiménez, “Hora inmensa”. Me confesó que sintetizaba para ella la soledad que los guerreros vivían, en su afán de escapar hacia la libertad.

“Sólo turban la paz una campana, un pájaro…

Parece que los dos hablan con el ocaso.

Es de oro el silencio. La tarde es de cristales.

Mece los frescos árboles una pureza errante.

Y, más allá de todo, se sueña un río límpido

que, atropellando perlas, huye hacia lo infinito…”

¿Qué es lo que realmente estamos haciendo, don Juan? -pregunté-. ¿Es posible que los guerreros se preparen solamente para la muerte?

Don Juan y don Genaro me miraron con una expresión de sorpresa.

-De ninguna manera -me dijo don Juan tocándome suavemente el hombro-. Los guerreros se preparan para tener conciencia, y la conciencia total sólo les llega cuando ya no queda en ellos nada de importancia personal. Sólo cuando son nada se convierten en todo.”

El fragmento que acaban ustedes de leer está tomado de “El Fuego Interno”, una de las obras de Carlos Castaneda sobre las enseñanzas que siguió personalmente en la década de los años sesenta en Méjico, sobre “el arte de la brujería” de los indios de las montañas, los yaquis, herederos de un milenario saber que procede de los toltecas.

La obra de Castaneda tuvo una gran repercusión en Occidente en los años 70 y siguientes, y aún hoy se siguen leyendo sus obras acerca de la personalidad y las enseñanzas de don Juan Matus, el indio yaqui que se convirtió durante años en su maestro y guía en el “camino del guerrero”, expresión que se refiere a las prácticas que hacen aquellos que viven centrados en lograr un autodominio y control mental, además de buscar convertirse en personas libres de trabas  y de imposiciones, que eso es ser “un guerrero”: buscar la libertad. “La guerra”, en realidad, sólo la libran consigo mismos. Son como monjes, sólo que sin monasterios ni divinidades.

Lo que ahora llama nuestra atención es el poema de Juan  Ramón Jiménez, y el valor, la perspectiva desde la que se entiende y lee, desde la que se capta el sentido del texto poético. Quede ante el lector constancia de ese hecho : un poema tiene tantas “lecturas” como momentos de sus posibles lectores, como circunstancias vitales que se puedan implicar en relación con el texto y lo que sugiere. La poesía es un mudo abierto. Y aquí recordamos de paso lo que ya dejara dicho Umberto Eco acerca de lo que él llamó “Obra abierta” (frente a “Obra cerrada”). Y la lectura de un poema puede convertirse en una aventura hacia mundos nuevos, desconocidos antes. La aventura es mental, pero su impacto puede ser total. Parcialmente lo recordamos.

En textos y entradas sucesivas vamos a ver de entrarnos en esos “viajes”, en esa increíble aventura, de la mano de textos muy diversos. Lo de hoy nos sirve de planteamiento, de inicial sugerencia. Más adelante, iremos a la búsqueda de nuevos derroteros, y las implicaciones de poemas con visiones de la ciencia, de la antropología, de distintos modos de “magias”, de filosofías de tono y alcance muy diferentes nos serán de gran ayuda. Más: nos servirán como antorchas que iluminen el camino que vamos a recorrer. Espero de ese modo llegar a despertar en los lectores de estas páginas nuevas concepciones del hecho poético a la par que de la propia naturaleza humana.

La tarea del lector,  si alguna quiere asumir, es muy simple : leer y releer el texto de Juan  Ramón Jiménez, y ver de conectar con el sentido que el autor del fragmento de “El Fuego Interno” expone y manifiesta en su observación, notar cómo relaciona una vivencia directa suya, la de la mujer nagual, con el poema que ella leía. En esa relación en concreto está le lección que se nos ofrece aquí. Tomémosla. Pero que lo sepamos : se inicia así un  camino interminable, y ya detenernos en él no será fácil. Hasta que veamos que el camino carece de final, y que el camino es en realidad todo el objetivo, no nos podremos hacer cargo de la tarea en que nos embarcamos. Es un hermoso viaje, puedo asegurarlo.

3 respuestas a «El camino interminable»

  1. Anoto : Cuando esto ocurre, es de importancia comenzar haciéndose la pregunta de qué es, lo que del texto, del poema, más (o sobre todo), llama la atención del que cita el poema. ¿Es el tono, las imágenes, el sentido final? ¿Qué es lo que le importa, del poema, al que lo leía? La mujer nagual, o el propio Carlos de “El Fuego Interno”, ¿ qué ven en el texto poético que les llame más la atención, que les mueva a considerarlo?
    La respuesta a esta pregunta es clave, y por ahí debe empezar toda indagación nuestra.

  2. Puede representar el poema que le lee la mujer nagual a las fases del camino interior que él está recorriendo para convertirse en guerrero y que parece que ella ya conoce.

    “Es de oro el silencio”: el valor que tiene la meditación, la vivencia del mundo interior en el conocimiento de uno mismo.

    La fragilidad de la tarde con la dificultad del camino: ”La tarde es de cristales” Cualquier hecho que ocurra fuera de ese marco descrito de armonía rompería la tarde, es decir el camino.

    “Se sueña un río límpido…” : No es capaz aún de visualizar el final de ese camino que ha emprendido y sólo es capaz de soñarlo, y lo sueña como los ríos que parecen infinitos y en infinito movimiento.

    ¿Que qué es lo más importante en el poema? Creo que en este poema son importante las tres cosas que apuntas, el tono, las imágenes y el sentido final. Parece que la mujer nagual, que es la que se lo lee, quiere indicarle la forma de allanar ese difícil camino iniciado, y el tono es importante así como las imágenes que le sugiere para llegar a ese final deseado.

    Esta es mi visión personal, esa a la que te referías, que depende de las vivencias de cada sujeto y por tanto influye en su percepción.

    Muy interesante el camino iniciado en estas entradas. Intentaremos seguirlo. Un saludo

  3. Muy bien. Es perfecto lo que planteas. En cuanto al río, no olvidemos la imagen de Heráclito, el río infinito del tiempo… Es una gran lectura la que has hecho. Enhorabuena.

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