Sueños de Conocimiento (y 3)

3 May

Noctiluca en "Cueva del Tesoro"

Un sueño profético.

En “Episodios Malagueños” podemos leer un sueño, que su autor consideró, con razones suficientes para ello, como “profético”. Aclaro que usó el término sin la carga de tipo sobrenatural religiosa que suele tener o se les suele dar a ese tipo de sueños en el Antiguo Testamento, sobre todo. Lo llamó profético sólo en el sentido de que en el sueño, una persona por él bien conocida -como veremos- y no hacía mucho tiempo fallecida, se le aparece, sueña con esa persona, y ésta le indica el camino a seguir para dar con algo que buscaba desde meses atrás, sin éxito, y cuando ya desesperaba de lograr ninguna vía razonable hacia su objetivo. Desde esa perspectiva le llamó profético, y con sus sobradas razones, estimo.

Se puede “profetizar” sobre temas y asuntos mundanos y no sólo desde ámbitos y hacia temáticas de naturaleza sobrenatural y divina o de nítida adscripción religiosa, como suele encontrarse en gran parte de La Biblia, donde tenemos “soñadores del Espíritu” tan formidables como José en Egipto, o Daniel (el“Libro de Daniel” suele ser paradigmático) entre otros de no menor valía y clasificados igualmente entre los libros proféticos. Sin embargo, personas dedicadas a investigaciones y que trabajan duramente a fin de desentrañar algún tipo de descubrimiento natural, como pueda ser una estructura molecular o zonas de una gruta que están ocultas y taponadas de manera intencionada, pueden tener y de hecho a veces tiene sueños que les allanan el camino y les proporcionan el saber que buscaban. A esos sueños los llamo de conocimiento, sin entrar ahora en características más afinadas, que puedan permitirnos llamarlos “proféticos”, o “visionarios”, o “de anticipación”. Baste con pensarlos como “de conocimiento”.

Pasaré al final a hacer un extracto del sueño que relata el autor de “Episodios Malagueños”, y que ya se citó en la anterior entrada, aun cuando se dejó para un posterior texto, que va a ser el presente, su relato expreso, así como el de otros sueños de similar carácter, esto es, aquellos que pueden calificarse “de conocimiento”. Deberemos situarnos a comienzos de la década de los años 50. Lo que en su sueño vio don Manuel Laza Palacio meses antes, se hizo realidad un día 12 de octubre de 1951. Dicho extracto será la parte final de este escrito sobre ese tipo de sueños, pues hay otros aspectos y tipos de fenómenos oníricos que no creo deban dejarse al margen. Quiero decir que seguirán aún otros textos sobre sueños, sólo que los venideros se centrarán en otros aspectos: dar precisas ( y mínimas) orientaciones a todo lector que lo desee para que, si le interesa el tema, sepa qué caminos son más seguros y qué “atajos” deben evitarse o, en todo caso, nunca se deben tomar sin la dirección adecuada de expertos en la materia, de especialistas fiables.

Volviendo al sueño profético, se trata de un “episodio onírico de conocimiento”, se califique como se califique, porque “algo que no sabía el soñador, luego de tener un sueño, logra saberlo y descubrirlo”. ¿Es el propio sueño “quien” desencadena tales saberes, o es directamente el “mensajero” de esos nuevos conocimientos que se adquieren? ¿Hay un “Algo” más, -como suponía T. W. Adorno-, en el sueño que nosotros no podemos siquiera imaginar y desde luego tampoco “probar científicamente”? No lo sé. Suelo pensar que podrían darse ambas cosas: en unos casos, el sueño no es mensajero de nada ni de nadie, sino que conecta, desde el inconsciente, (personal, o colectivo), y hacia la consciencia, y “des-vela”, ( : o sea, descubre), algún conocimiento que debe ser así “re-conocido”, en el mismo sentido de lo que desde Aristóteles se llama “Anagnórisis”, que es precisamente eso: re-conocimiento.

En otros casos, (“sueños de contacto”, donde puede darse la “revelación”), el sueño es sólo “el medio” donde se produce la conexión entre el soñador y algún tipo de “mensajero” del conocimiento nuevo, que puede ser persona o figura, visión de algo como lo que en su famoso sueño sobre la estructura del benceno “iluminó” a Kekulé, como él mismo relató a sus colegas en su momento, o simplemente palabras que se oyen en el sueño. Pero insisto : no lo sé con entera certeza. Y las cosas que yo ahora pueda suponer o sospechar sobre estos asuntos entiendo que deben quedar fuera del texto: son más cosas para ser comentadas en charlas distendidas e informales que no para la letra impresa, en mi sentir al respecto.

Ahí, estamos como estaba G. A. Bécquer en su famosa Rima LXXV : en el territorio de la hipótesis, en la mansión de las preguntas y los interrogantes. Pero podemos añadir, parafraseando al genial poeta romántico : “pero sé que sabemos muchas cosas que no sabemos”. Claro está que él, Bécquer, se refería a conocer personas, y nosotros lo hemos cambiado por saber cosas.

El sueño.-

“El sueño es… ¿Cómo lo diré? Viene a ser una especie de sala intermedia, abierta por acá a nuestra vida, por allá a la otra.”

Con esta cita de don Benito P. Galdós abre en su libro, arriba citado, don Manuel L. P. el relato, breve, de su sueño. He aquí las cosas más notables que ahora destacaré del relato de mi padre, que en vida fue un formidable soñador, aunque pocas veces, salvo en conversaciones con personas de su entera confianza, hacía alarde de ello o ni siquiera se refería al tema en primera persona. Solía hablar siempre que le era ocasión oportuna sirviéndose de las formas impersonales del verbo castellano. O bien hablaba en tercera persona, simplemente.

“Cuando el tío Enrique, con su inefable sonrisa, me dio el tomo primero de las Conversaciones Históricas Malagueñas, diciéndome que en algún capítulo se hablaba de nuestra cueva, me puse a leer con enorme ilusión el que dice así : Historia de la gran cueva y subterráneo espacioso del Higuerón en los Cantales de Málaga. Hice una primera lectura atropellada y nerviosa. Luego otra, más reposada. Y más luego otra y otra más. Aquellos párrafos tenían imán para mis ojos.

/…/

“Expuse el caso a mi amigo Miguel Soler, que me recomendó que acudiera a don Mauricio, ingeniero belga, muy conocido en Málaga. Era un buen radiestesista. Efectivamente me puse en contacto con don Mauricio, a quien expliqué mi problema. Este buen amigo, que hoy goza de la presencia de Dios, me dijo :

“… el péndulo nos lo dirá. ¿Cuándo quiere usted que vayamos al Cantal?”

“Mañana mismo”, le contesté.

Al día siguiente, que era domingo, al Cantal fuimos. /…/ Veo que mi amigo se dirige a una parte del terreno, donde yo sabía que por debajo no correspondía a la Cueva del Suizo por nosotros conocida. Alarmado le dije que por allí no había cueva debajo. Don Mauricio nada me respondió. Él seguía observando los movimientos de su péndulo. Luego dirigiéndose a los hermanos Villalba, vecinos de la La Cala y amigos míos que me acompañaban, les dijo: “Vayan poniendo piedras de señal donde les diga”. Así se hizo. Iba subiendo la pendiente del Cantal Alto y señalando los sitios, donde percibía el hueco. En el campo quedó marcado un largo recorrido de supuesta cueva, totalmente desconocida para nosotros, sus antiguos dueños. Bajamos a la cueva para ver por dónde tendríamos acceso a los huecos acabados de indicar por don Mauricio arriba en la superficie del campo.

Pasaron varias jordanas de búsqueda infructuosa de indicio de entrada alguna hacia aquellos huecos. Ya cundía el desánimo… Pero he aquí lo asombroso. Una noche, de madrugada ya, me desperté sobresaltado. Acababa de tener un sueño inquietante… Soñé que estaba en la cueva, en un rincón ya visitado por nosotros, pero yo veía en el sueño tal rincón enormemente amplio, mucho mayor de lo que yo lo conocía en la realidad. Me veía en el centro de esa amplia cavidad y, de pronto, veo que de entre las paredes surge la figura de mi tío Laureano, muerto hacía más de un año. Era hermano de tío Enrique.

Yo había vivido con él cuando era pequeño. Avanzaba hacia mí, sonriente y llamándome. Sentí miedo en el sueño… Me decía a mí mismo: “Pero si está muerto”. Tío Laureano seguía sonriéndome, pero, ahora me señalaba insistentemente, con su índice derecho, un  punto de la pared del fondo de donde él había salido… La inquietud, el miedo, me despertaron. No pude volver a dormirme.

Pensaba que aquello había sido algo inesperado, para mí inconcebible, pero un no sé qué me decía claramente que tío Laureano me había indicado el sitio donde estaba la entrada que buscábamos desde hacía tiempo. No me atrevía a contarle el sueño a don Mauricio. ¿Qué iba a pensar de mí? Sin embargo, cuando volvimos a la cueva, le rogué que indagara con su péndulo en el sitio que en sueños me había señalado tío Laureano.

Don Mauricio accedió. Al cabo de un rato, volviéndose hacia mí, me dijo: “Hay hueco hacia abajo… Va en pendiente… está como a unos seis metros.” Pusimos manos a cavar, a retirar escombros, trabajamos con ahínco varias jornadas… ¡Por fin! El día 12 de octubre de 1951, a mediodía, al quitar unas piedras grandes, salió un chorro de aire frío que apagaba la llama de los aparatos de carburo. Febrilmente intensificamos nuestra limpieza de escombros; al poco rato, empezamos a bajar por una pendiente de piedra y barro, algo más larga de seis metros.

Al fondo se abría una amplia galería, por donde caminábamos boquiabiertos y en silencio. Vivíamos un sueño de las Mil y una noches... Aquello llevaba cerrado ya muchos años… Cuando se levantó plano de todo lo descubierto y llevamos las medidas y rumbos de la cueva a la superficie del campo, pudimos comprobar con asombro que coincidían con las marcas de piedras que se habían puesto meses antes.

Todo esto explica que esté expuesta en la sala primera de la caverna una imagen de la Virgen del Pilar y que esa sala se llame “de la Virgen”. Lo que yo había visto en sueños, se hizo realidad precisamente el día 12 de octubre de 1951.”

Hasta aquí el extracto que hemos venido anunciando. Quien quiera leer el relato completo del sueño, puede acudir a la edición que hizo Airón 60, con la colaboración del Ayuntamiento de Rincón de la Victoria y de los herederos de don Manuel Laza, que renunciamos a los derechos de autor para facilitar las gestiones del editor y de la Concejalía de Cultura, a la sazón ejercida por don Bautista Martínez, hoy doctor en Filología y amigo mío, a quien agradezco su gestión aquella. A él, como a don Francisco Puche, que ejerció de feliz intermediario entre el director de Airón Ediciones y mi propia persona.

La referencia completa del libro se dio ya en el anterior texto de esta serie de tres, que aquí pone punto y seguido a estos temas que se retomarán, desde otras ópticas ya, en sucesivas entradas a este blog que generosamente me ofertó La Opinión de Málaga. A esa Casa, a sus directores, redactores y a todos cuantos en ese muy digno y entrañable diario trabajan, de todo corazón, mi gratitud.

Una respuesta a «Sueños de Conocimiento (y 3)»

  1. Nota.- Los hermanos Villalba eran Enrique, el menor, Manolo, el segundo, y Pepe, el mayor. Los tres, hijos de don José Villalba padre. Todo un señor. Manolo llevaba el camión y portaba las piedras de caliza que sus dos hermanos iban sacando de la cantera, sita en los terrenos que entonces eran de don Manuel L.P. y que hacía un trueque con los Villalba: a cambio de una mano en los trabajos de la Cueva los domingos y festivos, únicos día que podía trabajar en la Cueva pues el resto de la semana daba clases todo el santo día de lunes a sábado ( entonces no había relax el viernes a mediodía), los Villalba sacaban la piedra y la vendían. Siempre cumplieron. Las monedas de oro que se encontraron, ellos las hallaron, en medio de semana, y se la entregaron a don Manuel. Los recuerdo con admiración y cariño. Hoy, lo que es piscina de la Urbanización de cantal alto, era su gran cantera. Visítenla. Gracias. A todos, gracias.

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