Tiempo de afanes
Hasta pasado un tiempo, a veces años, no nos hacemos conscientes de cuántos esfuerzos dedicamos a cosas que resultaron ser naderías
“Cada día trae su afán”. La idea, que nos llega del Antiguo Testamento, suena a conseja popular. A tradición de gentes que se pasa lo que sabe, de generación en generación, por la palabra viva, no por textos que con la lectura, primero, y con la interiorización después, se hace “uno con los escritos, con los textos.” Hacernos “uno con el texto” significa que lo interiorizamos o, si se prefiere, que nos sumergimos en él. Y de él, del texto, nos empapamos. Como quien se lanza al mar, y en él se engolfa: como se engolfaba el lengedario Leandro, amante de una sacerdotisa, (la bellísima Hero), del templo de Afrodita, situado frente a Abydos, al otro lado del Helesponto. Los mitos: ¡qué mundos tan fantásticos!
No hace mucho una persona para mí muy querida y entrañable me dio a leer un texto suyo: no lo pude leer una sóla vez. Era tan rico y de tal calidad de matices lo que yo leía, (¿debería aclarar ahora que se trataba de un texto literario?), que una sóla y única lectura no me era suficiente para “entrarme en el texto”. O para “entrar el texto en mí”, que tanto monta. ¿Quién, que sea lector de poesía, ignora que los libros de poemas, los poemas, todos y cada uno de ellos, son como oraciones que hemos de repetir, de leer, de re-leer, una y otra vez? ¿Acaso la mayoría de las oraciones mismas no están concebidas como poemas?
Como en estos momentos no dispongo ni de una versión latina de la Biblia, ni tan siquiera del inestinable “Diccionario de la Biblia”, (del Profesor de Sagrada Escritura R. P. Serafín de Ausejo, publicado en Herder; estos datos se le quedan a uno luego de un cierto uso del libro. O puede que se le queden a uno por cierta “deformación profesional”, – : la manía de citar lo que se lee con pelos y señales-, y que yo más bien llamaría “con-formación”, que no deformación), no podría decir si ese “afán” del texto hebreo se ha traducido al latín por “studium”, “cupiditas”, “diligentia”, “anxietas”, entre otras posibles traducciones del castellano-español “afán” al latín clásico. Como “cura-curae”, por ejemplo. Y más.
Y sería interesante saberlo, pues según cuál fuera la palabra latina usada podríamos deducir a qué palabra hebrea corresponde en concreto. Pero nos queda otro camino, otra vía: la etimología de afán, de acuerdo con los numerosos y eruditos datos que nos da el Corominas, un diccionario etimológico del castellano en cinco voluminosos tomos, y se disculpe la redundancia ( : tomo = volumen). Joan Corominas, en su magnífica obra, relaciona “afán” con un latín bajo-medieval o latín vulgar “affanare”, e incluso con términos griegos, “aphanna”, “aphana”. Lo que nos deja un tanto confusos es una de las acepciones del vocablo en sus comienzos: “hablar embrolladamente”. E incluso “cosas muy embrolladas”, (y que, por ese motivo, causan desasosiego). Las explicaciones a todo esto podrían ser tan inútiles en un breve espacio como el que nos queda, que las posponemos para mejor ocasión.Y así, además, me es dado consultar con personas más instruídas que yo. Lo que no dejo de pensar, lo que no deja de bullirme en la mente, es la terrible sensación de que los afanes que deberían unir, en una sola “nave de menos locos”, a todas las fuerzas políticas y vivas del país, no son los mismos: quedan muchos lobos entre el rebaño. O los rebaños, como prefieran: el rebaño catalán, el manchego, el andaluz, el extremeño, el…, ¿es preciso seguir? Son hasta 17 Comunidades Autónomas, sólo que no todas guiadas por un mismo afán, cuando el de hoy, el de las actuales circunstancias del país entero que llamamos España, obligan, con traducciones fiables o sin ellas, a un sólo y único objetivo: salir adelante.
Parece que los políticos afanan en los dos sentidos de la palabra ¿Tú dirías que a su vez garrulean? Necesito que me despejes esta duda en cuanto puedas.Buenos días, amigo.
P.D: Yo creo que el verbo affanare es de origen onomatopéyico, reproduce la fatiga en el resuello Aff, aff!, igual que aquella persona que pierde la respiración cuando habla sin pausa, embrolladamente.
Es posible que sea así, Lola. El latín “anxius”, de donde viene tanto anxietas como el verbo anxiare, y el adverbio anxie, ya en español significan “jadear”. Pero el término latino está señalado como proveniente del griego “angkho”, y esa palabra “emigra” incluso al inglés y nos da “angry” (=irritado) y otras como anger (=rabia, cólera). La cuestión está en determinar de una vez por todas el origen mismo del lenguaje, y la teoría onomatopéyica, como tú sabes muy bien (me consta que eres una experta latinista, y dominas lenguas varias), está aún lejos de haber quedado resuelta. Mi postura al respecto es un tanto ecléctica. Trato de bucear entre los términos y sus raíces, de ver el modo9 como los significados y los sentidos de las palabras cambian, se alzan a cotas de gran prestigio social (los alguaciles en el siglo XVII era grandes señores desde el punto de vista del pueblo llano; y en tiempos de Cervantes un bachiller, como el Bachiller Sansón Carrasco,eran todos unos respetables hombres instruídos. ¿Son hoy lo mismo?
Creo que lo que más importa, en muchos casos, no es tanto dar con la clave de un tema, o incluso resolver un problema (al menos, en lo que a las ciencias humanas atañe) como “engolfarse en la búsqueda misma”. En eso, soy algo machadiano: no importa tanto llegar al término del camino como ir andándolo. Y es lo que procuro, desde mis limitados conocimientos, en este blog de “Palabras, bosques”. Tengo mi razón, que tú captaste desde el primer momento: amo las palabras, amo la lengua, la hablada, la escrita, la incluso nunca dicha pero sí pensada.
Gracias. Lola, por tus entradas y tus comentarios a las mías. Es un placer leerte.
Un cordial abrazo.
P.S. Con respecto a los políticos, no todos garrulean, pero muchos sí lo hacen. Y hay que separar la paja del grano: entre los políticos y entre los no políticos. Algunos de ellos, hablándome en confianza, me dan la razón.
Hemos de salir de este mal momento económico y social y educativo y…, pero la salida la hemos de buscar entre todos.