Bildu en La Malagueta

23 Ago
LVMM

Con los últimos vapores pestosos rezumando por el centro de Málaga tras el desembarco de las legiones del pipí y el moscatel la pasada semana, suele ser éste un momento de reflexiones y análisis.

Con respecto a la feria no tengo nada que decir. Es divertido puesto que opines lo que opines siempre hay gente en contra. La semana pasada me estrené con una carta al director dedicada hacia mi persona. La respetabilísima señora se sentía molesta porque tildé de pocilga la carpa de Santo Domingo. Evidentemente, querida amiga, no quiere decir que su hijo sea un cochino por el hecho de pisar aquel lugar. Pero igual de cierto que es dicha evidencia lo es que, a la vista de las fotos que a diario arrojaban el resultado del lugar, podamos pensar que la basura a la altura de los tobillos bien pudiera ser el paraíso de un gorrino.

En cualquier caso me gustaría hablar de los taxistas que trabajan en feria. Soy muy fan de ellos. Los hay traviesos que dejan que vayamos seis en un único taxi a precio cerrado. También los hay bonachones y jóvenes que te dan mucha conversación sobre todo lo relacionado con la feria y sus gentes malas y por último están los mejores… los taxistas guasones. Y ahí entra en escena mi amigo Cristóbal Escamilla. Se trata de uno de los mejores taxistas con los que he compartido viaje y el Viernes de feria bien entrada la noche tuve la oportunidad de compartir con él un ratito de charla camino del Real.

Cristóbal es un líder. Contó anécdotas sobre Al-Thani y sus planes en Málaga, sobre la invasión de los moros, sobre la feria, hablamos del taxista travieso y sobre Málaga. Lo genial del amigo Escamilla es que cada frase que ingeniaba era un lema. Un título para una placa. Un epitafio con guasa y el mejor titular para la ciudad.

Sirvan estas palabras para dar testimonio de admiración publica hacia gente como mi amigo Cristóbal Escamilla. Un taxista malagueño de los buenos. De los que te regalan un almanaque con el Cautivo o la Virgen del Carmen. ¡Va por ti Escamilla!

Cuernos

Hace unos meses paseaba por aquí una serie de pensamientos peregrinos al respecto de los toros y la nueva empresa que iba a explotar nuestra plaza de La Malagueta. Digo nuestra porque es de nosotros. No de ellos. Ellos la explotan pero es de Málaga y sus gentes y por lo tanto nuestra la responsabilidad final.

Ya ha pasado la feria. Más cortita. Pero parecida en algunas cosas. Se mantiene el público raro de los toros. Se mantiene la gente que grita. Se mantiene la gente que grita y además lo hace a destiempo. Y se mantiene la gente que grita, a destiempo y encima no lleva razón. Se mantiene el que protesta ¡Múzicaaaa! Y se mantiene el que le responde ¡Cómprate una radioooo! Y nos mantenemos los que nos reímos ante tal conversación aunque se repita a diario año tras año. La Malagueta es así.

También se repite el que no fuma pero se lleva un puro y no sabe ni encenderlo bien y acaba tirándolo por la mitad. Y continua el doble rasero según el torero. Y se mantiene el pito bochornoso a Conde y el silencio al que la tarde anterior pinchó trece veces con la espada. Y se mantiene la ovación a Morante al llegar y el pitido al irse porque no le ha servido el toro.

Se mantienen las caras en los sitios claves. Se mantiene la gente joven. Siguen las caras de siempre.

Pero hay cosas que sí han cambiado…

Con los vascos se esperaba la panacea. Y no ha sido así. Hemos visto por primera vez en mucho tiempo críticas notables en medios nacionales a la plaza y su gestión. Hemos visto una plaza con publicidad  en los balcones rozando lo grosero. Hemos visto paredes vacías donde antes hubo gitanillas y arbolitos. Hemos visto una plaza más abandonada. Menos limpia. Con telarañas en los balcones. Hemos visto moscas…y sentido olores. Y sobre todo hemos visto huecos. Muchos huecos.

Los toros, para los que saben, atraviesan por un momento complicado. Según los empresarios todo es malísimo, dificilísimo y se pierde dinero. Curiosamente, esos mismos empresarios son los que practican el navajeo más primario con tal de hacerse con el poder de una plaza. Curioso, pelearse por conseguir la oportunidad de perder dinero ¿Se lo creen? Yo no.

En cualquier caso resulta paradójico el hecho de quejarse sobre los malos resultados mientras se sube el precio de las entradas. Solamente hay que hacer un repaso a los últimos cinco años y mirar el avance de los precios y su relación con el número de abonados. Conforme se subía el precio disminuían los abonos. Y así llegamos a este año, donde según nos dicen solamente se han abonado 1500 personas. Cosa que, personalmente, tampoco me creo. En cualquier caso: muchos son para lo que ofrece.

En estos días en los que los vascos de Bildu han decidido dejar en barbecho la plaza de toros de San Sebastián, salen a reflexión aspectos curiosos de la fiesta.

Me cuesta creer que los etarritas anulen los toros por el maltrato animal y no porque representan a España. Resulta paradójico que sean capaces de condenar que le pinchen a un toro pero no que le revienten la cabeza a un padre de familia con una pistola.

Resulta paradójico igualmente que Óscar Chopera en una entrevista del brillante experto en tauromaquia Daniel Herrera diga que el modelo debe cambiar porque la gente no llena los tendidos y a la vez ponga precios prohibitivos. Resulta curioso que afirme que han apostado muy fuerte por Málaga y el resultado sea el que acabamos de presenciar.

De maneras como esta puede suceder que también se acabe con la fiesta y los toros sean un fracaso y perdamos el interés.

Que los toros pueden ser un éxito es algo indiscutible. Solamente hay que mirar a Francia o nuestro alrededor. Fijarse en los hermanos Romero y lo que consiguen arrastrar.

Es cuestión de ser honrado, honesto y hacerlo bien.

La Malagueta no es fácil. Como los Miuras.

Está en mano de los vascos. Queda por saber si triunfarán como Machaquito o si por el contrario les meterá el arreón.

Cuidadito porque “Cornada de Miura, muerte segura”.

Viva Málaga

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