Hombres desnudos

13 Nov

El verdadero pulso de la actualidad está en los anuncios por palabras. Eso dice, creo que Juan José Millás que es el que suele decir estas cosas.

Encontramos en las últimas páginas de anuncios a Andrius que se ofrece y, la verdad, que se ofrece muchísimo. Según leemos, el chico es quiromasajista, entrenador personal, visita a domicilio y hace limpieza de fachada y suelos. Discutimos sobre Andrius, Pablo y yo, y él insinúa que el anunciante puede ser además un prostituto porque eso de los masajes suele ir con segundas y, luego del masaje, viene el servicio completo. Calibro la audacia de la suposición y, rompiendo una lanza por el honor de Andrius, lo defiendo como una simple víctima del pluriempleo sin mayores matices carnales, pero insiste Pablo en que no hay nada de insultante en su suposición, sino todo lo más de puro elogio y define a Andrius como “el sueño erótico de toda mujer”, pues:

-Dime tú ¿a qué mujer no le gustaría que viniese un hombre a domicilio a darle gusto a su cuerpo y luego encima le limpie además el suelo y la fachada?

Concluyendo que, en cualquier caso, Andrius es un jarrillo de lata, me pongo a darle vueltas al tema de los prostitutos que ya es más común de lo que yo creo.

Precisamente, el último premio Planeta, trata de las relaciones mercenarias entre señoras mayores de alto standing y muchachos atractivos que las contentan con su compañía y sus bellos cuerpos. Será que nunca me voy a liberar de los prejuicios de colegio de monjas, pero el tema me da un poco de grima. La novela se titula “Hombres desnudos” y ya, desde la portada, me parece verlos a los pobres tiritando en su indefensa desnudez y a la espera de que una de estas señoras prepotentes les ponga una argolla alrededor del cuello y tire de ellos con un collar canino, como decían que hacía Gala, la mujer de Dalí, para sacarlos de paseo pornográfico por su alcoba.

Seguramente, me equivoco al sentir tanta lástima por los chicos de alterne y ellos disfrutan de veras con su trabajo a juzgar por la cantidad de varones que, en Málaga, picaron con la estafa de una falsa agencia que ofrecía trabajo a hombres de buena presencia para acompañar y complacer a potentadas damas a cambio de pagar, en principio, una sustanciosa fianza.

Pagaron los pardillos por acudir a citas en habitaciones vacías de hotel y, a juzgar por la gran afluencia de los estafados galanes, se entiende que el oficio de gigoló es una profesión deseable para muchos.

No obstante, una tiende a pensar que la prostitución es un trabajo humillante para hombres y mucho más para mujeres, aunque, desde siempre, haya referentes literarios que desmientan este supuesto. “La lozana andaluza” de Francisco Delicado, “La Romana” de Alberto Moravia y “Las mil noches de Hortensia Romero” de Fernando Quiñones, nos hablan de prostitutas amantes y orgullosas de su oficio, que ejercen con sumo gusto.

En este sentido, además, he leído un artículo de Rosa Montero, desprejuiciado y argumentadísimo, como los suele firmar, en defensa del colectivo de prostitutas “Hetaira”, que reivindica hacer con garantías y derechos, el trabajo que han elegido por propia voluntad. Al fin y al cabo, sostienen ellas, es mejor prostituirse a cara descubierta en la calle que hacerlo en una empresa privada bajo la apariencia de ejercer un trabajo más honroso. También la camarera, la secretaria, la operaria, la empleada de limpieza, se ve, en ocasiones, obligada a ceder ante el acoso sexual del jefe por no ser despedida y, encima, cobra un salario de miseria.

En cierto modo, el alarmante recorte de los derechos laborales, empieza a empujar a gran parte de los ciudadanos a la prostitución, sea física o moral, que ésa también duele un huevo. El trabajador por conservar su trabajo llega a lamer las botas de su contratante del modo más indecoroso y ya se habla, cada vez con más contundencia, de esclavitud.

Hay quien trabaja sin cobrar y hay quien trabaja más horas de las que cobra y se estimula una insana competición entre trabajadores para que se disputen menciones y galardones sin remunerar que han dado en destruir aquella hermosa virtud de la solidaridad que nos daba alegría y confianza.

Qué bonito era aquello de que el colega fuese un amigo y qué feo eso de que ahora sea un competidor, un rival. Y, en fin, qué tonto eso de caer en este juego idiota para satisfacer a unos pocos. Los pocos que caben en la cima piramidal de esta Edad Media a la que hemos vuelto.

Después del progresismo, hemos llegado al regresismo. Se difunden sin pudor, consignas vergonzantes como que el pobre es un invento de la izquierda; un holgazán sin ningún afán emprendedor.

Y, por cierto, ¿qué es esa propuesta de un líder de Ciudadanos por la que el trabajador despedido debería pagar a la empresa en razón de los años que lo tuvo contratado? Que alguien me la explique. Suplico.

3 respuestas a «Hombres desnudos»

  1. Tampoco es para tanto, Lola; este ciudadano, presidente del Círculo Empresarial Leonés y por tanto líder de ciudadanos trabajadores, lo único que proponía a principios de año era la desdramatización del despido. Es decir, que tanto contratar como despedir fuesen considerados como algo natural, quasi aristotélico, haciendo hincapié en la dichosa indemnización a los trabajadores despedidos, por parte de las empresas. Cierto que las personas tienen nombre y todo eso, pero, ¿acaso lo es menos – y es de justicia – que el empresario, ante la dura realidad, drama humano si se quiere, debe tenerlo más fácil para contratar o despedir…? Los axiomas no son para toda la vida y una empresa que ha dado trabajo durante diez años a una persona, ¿tiene que indemnizarle encima…? Es el trabajador el que, agradecido, tendría que pagarle a la empresa cuarenta y cinco días por año trabajado…Esto dicho así, a bote pronto, puede sonar un tanto frío, pero, tirando de “imagination”, ¿qué me diría si se mete la parte proporcional de la indemnización en el sueldo? De esta manera no habría que pagar por el despido, se sentiría menos… Y por descontado, el salario es intocable.
    Como colofón y abundando en la naturalidad, debemos ver como algo normal y de nuestro tiempo el que los jóvenes españoles tengan salir a ganarse la vida fuera de España. Este empresario lo hizo, ¿tú no?
    En esta tesitura, mucho me temo que, muy pronto, el aspirante a Andrius, aparte de ser apañado como jarrillo de lata, deba asimismo ser tan cumplido como traje de pana, cosa que le mantendría alejado del mundo de las relaciones laborales al uso. Se puede ahorrar una pastuqui.

    Buenos días a tod@s

  2. Buenos días,

    Con todos mis respetos a Lola, coincido plenamente contigo Winspector.

    Vivimos en la época de la información, de la globalización, del mercado, de la competitividad. Aquellos postulados marxistas en pro de los trabajadores están resultando un poco añejos, aquéllos respondían a un conflicto social que se remontaba al feudo de la edad media con la servidumbre del vasallo incluida. Hoy, vivimos tiempos distintos.

    De qué sirve la defensa a ultranza de todos los derechos del trabajador, si ni siquiera hay puesto de trabajo. Y no hay puestos de trabajo, porque HAY QUE CREARLOS. Ay, de nuevo la ley de la oferta y la demanda.

    1.- Cuando en Andalucía nos demos cuenta de que los puestos de trabajo hay que crearlos, entonces veremos al empresario como “un padre”, y no como el diablo. Yo te ofrezco esto, porque es lo que te puedo ofrecer, y no más, mi querido trabajador. Tal vez si fueses más eficaz te podría ofrecer más.

    2.- Todos podemos ser empresarios, a qué tanta exigencia al empresario, por no decir envidia.

    3.- El trabajador, va, trabaja, cobra más o menos, y ahí queda su responsabilidad. Duerme de un tirón toda la noche. Y si lo despiden tal vez esté dos o tres días sin comer, pero algo encontrará pronto, y ahí queda su responsabilidad social.

    4.- El pequeño y mediano empresario, va al trabajo horas antes y se va horas después, trabaja, de momento no cobra, está al tanto de que el trabajador rinda sobre el puesto de trabajo que ocupa, paga impuestos, seguridad social, nóminas, gastos empresariales, asume deudas, no cuadran las cuentas, tiene que endeudarse hipotecando su casa y su vida durante mucho más tiempo del que va a vivir, no duerme, no vive, eso sí, a su trabajador hay que tenerlo en un altar. En cuanto tenga el más mínimo desliz, quiebra, y va a la ruina de por vida.

    5.- Bueno, va, a qué seguir, el trabajador que dude, que pruebe a ser empresario. Es muy fácil, asesoro gratuitamente y sin compromiso.

    6.- Yo también quiero para mí un puesto de trabajo de esos que reconoce el Estatuto de los Trabajadore.

    Saludos.

  3. En fin, qué puedo decir, con el debido respeto, no estoy de acuerdo con vuestras opiniones. Para mí que hemos vuelto a una sociedad feudal y ya hay demasiados siervos de la gleba. Y también un montón de empeño en hacer ignorante a esta gente para que no reclame esos derechos, que están siendo cercenados. Ay, si Marx levantase la cabeza y viese qué han hecho con su lucha de clases.
    Yo lo he tenido todo a favor para ser de los de arriba, pero, como currante a la postre, sufro en la piel de esta clase desclasada que la está pasando canutas ¿sabe de verdad el empresario lo que es verse en el paro, de la noche a la mañana, con una mano delante y otra detrás y una familia que mantener? Personas, muchas, que hicieron su trabajo a conciencia, pero les pilló un recorte de plantilla, y con los cumplidos cuarenta se ven en la calle, porque los empresarios prefieren, más que la experiencia, jóvenes prometedores, o sea, mano de obra barata y hasta gratis y mercadean a placer con tanta gente desesperada, que podrían, a su vez, ser empresarios ¿de verdad? ¿Cuántos de ellos han abierto un pequeño negocio y lo han tenido que cerrar al poco completamente arruinados? ¿Son culpables también de eso? ¿Los tacharéis de inoperantes? ¿Será que los faltos de fortuna tienen que apencar con cierto pecado original? Ay, yo los conozco demasiado como para considerarlos meramente un daño colateral del capitalismo insaciable e inhumano ¿por qué ley es su dignidad prescindible?

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