Urueña; un viaje con regreso

6 Nov
Urueña

Ni siquiera la imponente muralla de Urueña (Valladolid) que, desde hace siglos, rodea y defiende con celo a esta villa medieval del asedio enemigo, ha podido burlar al invasor, que sin abatir, en encarnizada batalla, los valerosos pechos de los barbados guerreros castellanos con el choque broncíneo de las armas, se ha colado en el pueblo con su intangible sombra de fantasma burlador y ladrón, dispuesto a exterminar las añejas tradiciones de cada rincón del mundo e imponer sus huecos ritos de calabaza.

Por las avasalladoras gracias de su culturilla envuelta en mañas publicitarias que, por televisión e Internet, viajan en un instante leguas sin gastarse las botas, también en la inexpugnable Urueña, donde fueron romanos y mozárabes y reyes Sanchos de genio muy bravío, los yanquis han sentado plaza sobre esta plaza de plazas y han impuesto en las narices de la noble Doña Urraca, su puñetero Jalogüin.

A las siete de la tarde, que ya es noche cerrada a estas alturas del otoño en estas tierras madrugadoras, un arroyo de niñas brujitas y chiquillos calaveras corretean por las calles empedradas de la villa, proponiendo bajo los blasones de las puertas, “truco o trato”.

Visitan también en los bares a sus abuelos que ahuyentan los primeros fríos con una copa de Ribera y una tapita de torreznos, mientras ven el fútbol o echan su partidita de cartas. Vienen los niños de puente desde Valladolid o Zamora y son un acontecimiento en este pueblo donde la mayoría de los habitantes perennes son ancianos.

La única representación constante de la infancia por estos lares, parecen ser los dos chicos mulatos que, junto a su madre dominicana entran en el bar y saludan a su padre, un recio castellano algo hosco, que sirve las raciones en la barra. O la niña del dueño de la posada rural, casado con una mujer asiática.

Son pocas las mozas autóctonas de Urueña que no vuelan a otros destinos urbanos, por lo que los solteros buscan pareja en Internet como antes convocaban caravanas de mujeres. Realidad bien reflejada en la magnífica película de Iciar Bollain “Flores de otro mundo”.

Pero si la población fija de Urueña sobrepasa escasamente los 200 habitantes, el pueblo no obstante, cuenta con una numerosa población flotante que se hace con las calles los puentes y los fines de semana. Un tipo de turismo refinado que acude a la villa, la única llamada “Villa del Libro” en España, atraído por esa amplia oferta cultural que se concentra en sus pocas calles; librerías surtidísimas y de amplio horario y hasta cuatro museos.

Los artistas, enamorados de este lugar por el encanto de su arquitectura medieval, la riqueza de sus leyendas y ese magnífico enclave natural que regala la vista cuando se otea desde el adarve de la muralla, las alamedas de Tierra de Campos, ahora engalanadas de amarillo y azafrán, han buscado aquí residencia para su inspiración. Es el caso de Amancio Prada que compró tierras junto a la ermita románica de Nuestra Señora de la Anunciada. O del también músico y folclorista, Joaquín Díaz, alma Mater de la fundación etnográfica que lleva su nombre y que se puede visitar en la casona de la Mayorazga, mansión restaurada del siglo XVIII, cuyas dos plantas albergan sabrosa biblioteca, exposición de instrumentos variopintos y toda clase de objetos relacionados con las más rancias tradiciones del entorno. De aquí, yo me he traído unas coplas de cordel (o de ciego) y la leyenda de Santa Paula barbada con una malsana intención de recreación literaria.

En el aspecto musical, este museo compite con el del artista Luis Delgado en la próxima calle Catahuevos, donde se pueden admirar seiscientos instrumentos, procedentes de todas las partes del mundo.

Otro hueco hay que hacerle a la visita del museo e-LEA, “Miguel Delibes”, que ilustra sobre las artes de la encuadernación, los libros de texto de época republicana y franquista y ahora de una exposición temporal de portadas de “La Codorniz”, muy apta para fanáticos, como yo, de dicha publicación, que, por cierto, ya ha encontrado relevo en la actual revista Gurb. Albricias.

El único factor negativo de un viaje a Urueña es la escasez de días. Se echa de menos una holgura de tiempo para disfrutar de un destino que requiere su calma contemplativa y que incita a visitar otros también próximos de gran interés; aldeas, pueblos, monasterios y, un poquito más allá, la ruta del destierro del Cid. Urueña es un lugar perfecto para desconectar y, raramente, esto puede hacerse cuando uno está conectado al estrés del regreso.

Si, en principio, no encuentras suficientes razones para ir a Urueña, cuando vayas, no encontrarás ninguna para marcharte. Quien lo probó, lo sabe (advierto).

3 respuestas a «Urueña; un viaje con regreso»

  1. Imponente mi Avila chica (URUEÑA), Señores no dejen de visitarla, en los atardeceres subidos en su muralla, en particular en el cubo (norte), días despejados, hasta puede divisarse en la distancia a Villalpando. Que maravilla de paisaje, un mosaico de colores en sus campos. Tierra para nunca olvidar,se lo manifiesta un malagueño. Gracias.-

  2. Es el problema siempre latente
    de actualidad
    hay mucha paz y poca gente
    con la que hablar
    Entre el románico y sus contrafuertes
    pasa el turista
    que va y viene que viene y va
    y se detiene
    entre melancólicos vaivenes
    un momento, no más
    y plasma el campo y las murallas
    y el sol poniente claro
    de los atardeceres castellanos
    esa gótica armonía
    que puso luz y cota de malla
    al paso de los días
    que amarillean viejos fueros…
    Y las montañas
    ya de antiguo desgastadas
    devienen oteros.

    Un bello recorrido por ese trozo de historia, seña Lola.

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