Morir de amor

5 Jul
Viagra
Del polvo venimos y al polvo volvemos, concretamente, al polvo enamorado. Suben los impuestos, pero baja el precio del Viagra; el verano se pone caliente e invita al amor, que es un artículo de primera necesidad, pues tiene el poder de hacer olvidar las demás preocupaciones y, gracias al Viagra, se convierte en un arma infalible. Más que el fútbol que, últimamente, después de la paliza de Brasil a España, está perdiendo fuelle como placebo colectivo. Y, desde luego, es como instrumento de placer mucho más sano que el tabaco y el alcohol, vicios que se pagan muy caro, no sólo por el aumento de precio que los están poniendo imposibles, sino porque provocan una muerte mucho más desagradable, cuando matan, lo que suelen hacer a menudo. El amor también mata, cuando no muere, como decía Joaquín Sabina, pero procura, sin duda, una muerte más dulce y, en compañía, lo que se agradece. El suicidio lento que supone el consumo del tabaco y el alcohol o el repentino que arroja al individuo por la ventana es un síntoma de los tiempos desesperados e individualistas que nos han tocado vivir. Por eso, el gobierno, siempre atento a las necesidades físicas y espirituales de los ciudadanos, propicia con la asequibilidad del Viagra la mejor de las eutanasias. Sin subir las pensiones, estipula el copago de los medicamentos, pero, a cambio, pone baratito el amor que es la mejor de las medicinas. El sexo es salud, es vida, aunque, a ciertas edades, puede darte un susto de muerte, cuando el uso y abuso someten a un sobreesfuerzo a la maquinaria del corazón, que nunca se equivoca pero falla si el entusiasmo imprudente se hace ciego a las propias limitaciones. Vivir así es morir de amor, advertía ya Camilo Sexto, y a una que le puede más la desconfianza que el romanticismo, se le figura que, siendo este gobierno tan dado a los recortes, lo mismo está tramando un recorte de la población en toda regla, siendo tan reacio él a pagar jubilaciones y alimentar a ciudadanos pasivos, que para ciudadanos pasivos ya están ellos, qué caray, y, con tanta esperanza de vida, no hay a quien le salgan las cuentas, sobre todo, las de Suiza. Por eso, van ideando maneras de sacarse del lomo a esa tercera edad tan gastosa, cada vez más numerosa y longeva, como la jubilación a los 67 o el abaratamiento del Viagra que, a la corta, pueden ser estrategias de rejuvenecimiento, pues mantienen a la población activa y, a la larga, en todo caso, dos suertes de muerte muy honorable; morir por la patria o morir de amor, que son muertes en la grandeza con su dimensión épica y lírica. “Yo sé que no voy a morir de vejez sino de amor”, fue el último verso que Camilo José Cela dedicó, sospechosamente, a la todavía joven Marina Castaño, quien también, seguro, lo sabía de sobra.
El amor, en fin, en la tercera edad, qué argumento tan bello para la cinematografía y la novela.
“Amor” se llamaba, por cierto, la película de Haneke, que conmovió al público mundial con la historia interior de un anciano entregado que cuidaba a su esposa, gravemente afectada por una enfermedad fatal, en su apartamento parisino y “El amor en los tiempos del cólera”, aquella novela de Gabriel García Márquez, en la que Florentino Ariza es capaz de esperar toda una vida a que enviude su amada para volver a reencontrarse en las últimas páginas de sus biografías. Una novela, en cierto modo, también envejecida, porque no contemplaba aún el uso del Viagra, pues, si bien al tal Florentino no le había abandonado la intensidad de su pasión juvenil, sí lo hizo su potencia eréctil, lo que cubre el desenlace de tonos lánguidos, decadentes, melancólicos y otoñales que la presencia del Viagra hubiera tornado tal vez en un final feliz, aunque quizás también algo pornográfico y chocarrero.
En cualquier caso, resulta delicioso poder reflexionar, a cuenta de este asunto, sobre la muerte por amor, cuando todos los diarios hablan de la muerte por causas mucho menos decorosas. La corrupción y no de los cuerpos, está matando a la Corona y a los dos grandes partidos. Allá se lee que el caso de los ERES está llevando al coma a la cúpula directiva del PSOE en Andalucía por la mano implacable de la jueza Alaya, el ángel exterminador, y acullá que el PP de Rajoy agoniza, arrollado por el toro Mihura del caso Bárcenas. En una columna muy divertida de Ferrer Molina, leo que “hay camposantos con más vida que el PP”. Se refiere al silencio fúnebre en el que los próceres populares han envuelto el encarcelamiento de su extesorero. A buen entendedor, pocas palabras bastan, parece el lema de la casa. Y entendemos, vaya que sí.
Por lo demás, se diría que a Bárcenas no le vaya tan mal en Chirona, donde está haciendo amigos; los demás presos que están encantados con ese hombre, de natural dadivoso, por su costumbre de hacer regalos. Más que un delincuente, parece Papa Nöel.
Una que hoy también se sentía generosa, ha querido regalarles la buena noticia de la semana; el Viagra baja de precio. España se derrumba y nosotros nos enamoramos. Ole.

6 respuestas a «Morir de amor»

  1. Buenos días,

    …ahora anda por ahí buscando a alguien que no sabe quién es. Muy bien de los tornillos no anda. Los tiene un poco sueltos y son los del seso, que al parecer tienen peor arreglo que aquellos de S. M. Don Juan Carlos, pues éstos con un buen apretón de atornillador o de Juez Castro, dan arreglo o desarreglo al monarca para por lo menos dos o más años, como la ITV del monovolúmen; para jodienda o alegría de republicanos.

    …desde el Verano pasado anda buscando unas tumbas. Y es que cuando era un niño y andaba por el campo, un cabrero le enseñó dónde estaban. Musulmanas, le dijo. Pero el verano pasado estuvo en el Museo Arqueológico de Sevilla, y comprobó que aquellas tumbas de su niñez eran cuánto menos milenarias. Y esto lo vengo a decir porque muy bien de los tornillos del seso no anda, y que el origen de su falta de cordura está en el amor. El cabrero murió, no recuerda bien el sitio de las tumbas, y ahí anda, mirando en internet el Google Eart y unas caminatas tremendas, busca que te busca, con la calor.

    …al llegar a adulto, una chica algo gorda y muy fea que andaba enamoradiza de él, le prestó el libro ese que habla de la historia de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza. Le gustó mucho el libro, no así, nunca, nada, la chica que se lo prestó. Leyó algunos libros más de aquel autor. También el de las putas tristes, que por éste, no veas como rajaban las feministas, y es que Don Gabriel a veces tiene unas cosas, qué cosas. En fin, sus motivos habrían de tener las feministas, pero ya se les debe haber pasado un poco, pues hace tiempo que no las oigo dar la murga.

    …uno de los libros de aquel autor era el que hablaba de su vida, la de Don Gabriel. Vivir para contarla, o algo así. Allí habló de cuando él estaba en el internado de bachillerato. Los muchachos antes de irse a dormir, leían en voz alta a diferentes autores. Una noche le tocó a La Montaña Mágica de Thomas Man, allí quedaron abobados, prolongando la lectura, y aplaudiendo antes de irse a dormir.

    ….leer a Man. Muerte en Venecia. Doctor Faustus. Los Buddenbrook –o como se diga- . En la Montaña Mágica, se hablaba de Clawdia Chauchat y de Hams Capstor –o cómo se diga-. El andar despreocupado y rápido de Clawdia Chauchat, los ojos de tártaro. El enamoramiento de Hams, un niño, por aquella Señora casada con un funcionario ruso. Qué señora, qué despreocupación, la languidez de sus gestos, sus sonrosados pómulos, oh, y sus ojos de tártaro. Y los portazos que daba en su despreocupación al pasar la puerta….

    ….la Montaña Mágica, la historia de amor jamás nunca mejor contada de las historias. Andaba por la tercera lectura, y de pronto él, sin esperarlo, en su cotidiana calle de su ciudad de Málaga, en pleno siglo XXI, vio a Clawdia Chauchat. No es posible, se dijo, si ella vivió en Davoz Plaz –o como se diga- Suiza, a principios del siglo XX. Si fue un personaje ficticio, no es posible, se dijo. La vio durante muchos días, hasta que dejó de verla. Aquello le trastornó sobremanera el cerebro, los tornillos del seso se le aflojaron como nunca.

    ….ahora anda por ahí buscando donde suele haber gente a alguien que no sabe quién es. Se ve que las tumbas que le enseñaron cuando era un niño cabrero le tienen un poco distraído. A saber qué se traerá entre manos…bueno, va, ya me cansé, a ver si me cuenta de cómo va el tema de las tumbas y lo digo por aquí…..

    Saludos a todas/os.

  2. Parece ese trastornado también el personaje de una novela ¿la estás escribiendo tú? ¿Es una novela autobiográfica?
    Los personajes ficticios se hacen reales cuando han sido creados para el papel. Sorprende más si uno mismo los ha escrito. Caballero Bonald vio en carne y hueso a la protagonista de su “Ágata, ojo de gato” y casi se desmaya.
    A mí me ha pasado igual con personajes que luego he visto en personas e incluso me han retirado la palabra por sentirse aludidas. Cuando yo te escribí, no existías, habría que argumentar…
    Cuando la ficción se extralimita hasta rozar lo real, llega a ser muy peligrosa. Si toca además al corazón la in-ficción es mortal ¿Qué hay peor que enamorarse de un personaje, de una sombra, de un rayo de luna?

  3. Siempre un escrito tiene algo de autobiográfico. Que le pregunten a los peritos caligráficos, y a Bárcenas. Cuando escribes te despelotas…

    Una novela, ¿yo?. No, es demasiado para mi mí. El normal de los mortales necesita observación, experiencia e imaginación. A mí, además de éstas, me falta un buen corrector/filólogo que corrija mis errores gramaticales y ortográficos -me da mucha pereza corregirlos-.

    El amor y sus manifestaciones, ha de ser ilimitado, pero justo hasta donde empiezan los derechos/o posibles incomodidades de la otra parte, no más. Aunque a veces quede en solo un rayo, o sombra, de Luna.

    Saludos a todas/os.

  4. Desde luego, Quintiliano, como personaje, no escribe, pero sí escribe quien escribe al personaje y yo diría que novelas.
    Me alegra que reconozcas los límites del amor, pues hay quien considera que por amor se puede justificar hasta un asesinato. Por cierto, ¿qué piensas del caso José Bretón? ¿Y de la validez de un jurado popular? Fíjate que no, por casualidad, ahora emiten una miniserie sobre la injusta condena de Dolores Vázquez…

  5. Buenos días,

    Lola, la primera línea de tu comentario anterior no la entiendo muy bien, pero seguro que es un desmesurado halago, jeje.

    Del caso Bretón, uff, no lo estoy siguiendo concienzudamente, y además, estamos a la espera de veredicto y sentencia.

    Aún así, dentro de la libertad -y cobardía-, que me da hablar de toros desde la barrera, opino:

    – Creo que el sujeto es culpable de todo lo que se dice, pero no desde ahora, desde que el Juez instructor ordenó su detención. Tengo una gran confianza en la mayoría de los jueces.

    – Por ese motivo, y por los hechos tan espeluznantes, aunque yo pudiese llevar su defensa, y me la asignasen, renunciaría a ella por objección de conciencia.

    – Aún así, opino -solo opino- que el abogado que le defiende, Sr. La Puerta, tiene mucha experiencia, es muy correcto en las formas, su apariencia embauca. Sin embargo, creo que no ha estado “listo/despierto/hábil” en desmontar la principal prueba de cargo: Los huesos en la hoguera. ¿Cómo?, ah, objección de mi conciencia -esto es para novelarlo, algún día lo diré-. Su defensa, en cuánto a la ruptura de la cadena de custodia de los mismos, cae por su propio peso, la prueba de la ruptura ante funcionarios públicos es de cuenta de la defensa. Mi opinión va en relación al jurado, solo basta que no condenen tres de nueve. Insisto, ni defendería ni digo cómo por objección de conciencia. Pero puestos a defender, hay que ir a por todas. Tal vez la actuación de La Puerta también sea en conciencia, y por tal limitada la defensa. Ya digo especulaciones.

    – Pienso que le va a caer el máximo posible, y me alegro.

    En el jurado popular, de momento, para hechos tan graves, no creo en su eficacia. Y con lo pasionales que somos los españoles, podrían cometer errores tremendos. Es un dictado constitucional forzado en aplicación en nuestra sociedad, ésta, sin tradición. Creo en su implantación más lenta, empezando por delitos leves, hasta que nos acostumbremos, a lo largo de muchos años.

    Perdonen mi petulancia, son solo opiniones.

    Saludos a todas/os.

  6. Acabo de leer tu comentario, ahora que ya he escrito mi artículo sobre el caso Bretón. Como podrás leer luego, verás que estoy de acuerdo contigo, aunque no he hablado del abogado. Él actúa, claro, como profesional, pero, en fin, ¿tú crees que el piensa que Bretón es inocente? Es que a mí me resulta impensable…

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