La izquierda da un derechazo

26 May

Era el momento de la izquierda. Ahora o nunca; la ocasión le brindaba su gran oportunidad.
No me refiero a la izquierda, desde luego, como estrategia de poder, como marca registrada de producto comercial, sino a “la otra”; ésa que no habla desde unas siglas, porque, más que un partido, es un sentimiento desde antes de Marx: es la indignación de los que siempre pierden, de los que han de sacar pecho de la derrota para luchar por su futuro y su dignidad hacia delante. Esa izquierda que no estaba en Moncloa, sino en las plazas, acampada contra las miserias del sistema que, con toda la artillería de su parte, sabe cómo conjurar las amenazas sin tener que abrir fuego, sibilinamente, con esas armas de manipulación masiva en las que ejercitan su ciencia de mando. Así han desmontado la legítima rebelión del 15-M, relegándola a la humorada y el desprestigio. Como una carnavalada en manos de unos cuantos mamarrachos, “perroflautas, gafapastas, mentecatos” y demás fauna de descerebrados, cuyo único fin es llamar la atención y tocar las narices del ciudadano respetable que, pues trabaja aún por levantar el país, no tiene tiempo de protestas estrambóticas como estos “parados holgazanes”.
La crítica al 15-M deja un regustillo facistoide en el paladar que se acentúa, tomando maneras de abuelo reaccionario, cuando tacha de inepta a la juventud mayoritaria que engrosa sus filas. Unos jóvenes, dicen, que se limitan a imitar “muy malamente” un mayo que ya no es el suyo, pues hay una diferencia abismal entre aquellos revolucionarios del 68, curtidos de formación y sesudas lecturas, y estos actuales cachorros que, a duras penas, leen el prospecto de un champú. Asunto que resulta lamentable, dado que estos mismos adultos que ahora critican la invalidez intelectual de sus jóvenes no hayan cejado en el empeño de analfabetizarlos con sus deplorables sistemas educativos. Una ya sabe del riesgo de consecuente persecución y acoso que supone enseñar a pensar a los jóvenes contra la consigna oficial que proponía adocenarlos en la más pura y alienante inercia vegetal. Hasta que la cruda realidad del paro quitó vendas de los ojos y, desde Francia, el libro de Stéphane Hessel, “¡Indignaos!”, abrió los tímpanos al discurso de la rebeldía. Entonces la juventud dejó de ser ese rebaño obediente y silencioso para movilizarse, constituyendo una amenaza tangible para el poder en cualquiera de sus formas, que ahora los ningunea en nombre de una imagen falseada, según la cual esta indignación no es más que una pataleta propia de la edad, el capricho de seguir una moda que convoca el ejemplo de la primavera árabe en torno al Twitter. Pero el futuro, que son ellos, habrá de materializar esta indignación en una alternativa que llevar a las urnas. Hace falta una izquierda joven frente a aquella envejecida y desvirtuada por los vicios del poder que, de sus orígenes, conserva únicamente las formas, pues su fondo ya no es sino otra cara de la derecha. Los votantes de izquierdas ya no se reconocen en esa izquierda que hace política de derechas, como ha dicho Cayo Lara. Aunque tampoco parecen reconocerse en el propio Cayo Lara. Si bien IU ha remontado un poco en los últimos comicios, ha perdido la gran ocasión de un despegue histórico, incrementado por los votos de la izquierda traicionada. El motivo puede ser que el votante identifique esta formación con una propuesta anquilosada en el pasado, algo extinta y caduca y que alguno de sus representantes más emblemáticos haya también cedido a la traición. Córdoba, como se ha visto, no ha perdonado que su idolatrada alcaldesa de IU, Rosa Aguilar, abandonase su puesto al reclamo de un ministerio en el gobierno del PSOE y, siendo territorio incondicional del partido de Lara, ha dado un giro vertiginoso hacia el PP, uniéndose a la tónica general de las ocho provincias andaluzas y, en general, a la de toda España. El despecho, que es un sentimiento poderoso, ha hecho que el ciudadano, incluso el de izquierdas, frente a una izquierda que se comporta como derecha, prefiera a la derecha misma. También ha hecho mucho la desesperación, pues, en la certeza de que la continuidad del PSOE significaba más de lo mismo, sólo cabía agarrarse al clavo ardiendo de las promesas del PP que auguraba acabar con la crisis y el paro. Y, frente a las urgencias del bolsillo y la inaplazable necesidad de comer, no hay ideologías que valgan.
En cualquier caso, creo que a la indignación en las urnas se le ha ido la mano y que se ha votado demasiado en caliente en la creencia de que todos los males del país iban a erradicarse con la marcha de Zapatero. A este efecto, se ha concluido poner casi el total de los municipios españoles en manos de un partido que, si bien ha prometido crear empleo y salir de la crisis, todavía no ha dicho cómo y que, dada su holgada mayoría, podrá hacer lo que le dé la gana. Excepto desmarcarse de los acuerdos que dicte la UE y la OTAN, que no son negociables. Ni la intervención en las guerras, ni los recortes salariales, ni el retraso de la jubilación ni el resto de los ajustes comprendidos en esas reformas tan antipáticas, son decisión del partido que gobierne un país sino de aquel que gobierna a los países. Menos aún de los alcaldes y concejales que vayan a regir los ayuntamientos, cuya función es muy distinta.
El voto por echar a Zapatero, efectivo en unos meses, propiciará que casi todos los municipios de España estén tomados por los populares en los próximos cuatro años. Si no lo hacen bien, habrá demasiado tiempo para lamentarlo.

7 respuestas a «La izquierda da un derechazo»

  1. creo que los que más han perdido son los que se quedaron sin esperanzas.a tenerlo en cuenta.y ahora que algunos pierden…curioso:se hace “oportuno”dar cuerda a movimientos que quitan sentido a las instituciones que servían en exclusiva (y en exclusión?)a nuestra modélica transición y magnífica partitocracia.
    en fin,la realidad que se empecina en contradecir esos análisis.será que la población se equivoca.que siga.

  2. La equivocación, a mi juicio, ha sido confundir municipales con generales. Para los ayuntamientos, tenemos la oportunidad de conocer más de cerca a los candidatos, de elegir personas en lugar de esas ideologías cada vez más difusas. Creo que hemos sido cegados en la idea de que esto era un referéndum; “Zapatero sí, Zapatero no” o, más bien, un linchamiento y el resultado es que los gobiernos de pueblos y ciudades estén ahora en manos de equipos de populares, que, en algunos casos serán eficaces y, me temo, que en otros no. Que el vecino sea de PP o PSOE o de IU es lo de menos, lo conocemos y sabemos si puede hacerlo bien o mal.
    En Málaga, por lo menos, siempre ha sido así con Francisco de la Torre. Se ha votado por merecer una credibilidad como persona, con mayores aciertos que errores en su gestión y porque la experiencia da más confianza a su proyecto, incluso esta vez con las sombras proyectadas de Díaz y Teresa Porras. Pero este ejemplo, en los últimos comicios, es como una excepción que confirma la regla.
    Hay quien da cuerda a los del 15-M y quien les está dando palos-literalmente- el desalojo en Sol ha sido bastante…”elocuente”. ¿Lo viste?

  3. desalojo en Sol…creo que no. ha sido el democrático govern
    con un motivo trascendente:la plaza de cataluña hace falta limpia en todos los sentidos para que el barça celebre,si llega el caso,la champions.el tripartito,ciu,ya no sé.
    la pena es que no hayan sido las pasadas elecciones de carácter general.este psoe no se merece ni el recorte de cobro de penas que esbozas distinguiendo entre municipales y nacionales.
    con de la torre me ocurre que sin ver su honradez y dedicación capté las críticas de bustinduy y correligionarios.sentí simpatía por él ante el porte de sus contrarios.y logros como emt y aparcamientos puntúan a su favor.y sin bromas que si el psoe consigue sobrevivir a esta dirección va a ser porque posee el credo verdadero.
    cuando vienen tronadas,a esperar que escampe.se lo merecen.

  4. Es que no queda otra. El pueblo ha votado mayoritariamente PP a sabiendas que la continuidad de la política española será más de lo mismo, con muy escasas variantes, salvo que alguien, muy iniciado, realice algún milagro, porque hasta ahora no han hecho más que sacar animalillos de la chistera. De cualquier manera, ya se ven indicios voluntaristas y aquellas miles de casas ilegales (que se edificaron en la provincia de Málaga, por nombrar una, con inmigrantes y jóvenes del país que – ahora ya ni eso – se fueron a la obra, a la vista del plan de estudios) pronto se legalizarán, con lo que registradores de la propiedad, notarías y también, de nuevo, que estos no se pierden una, el Ministerio de Hacienda o los ayuntamientos, serán los primeros en beneficiarse. Para los propietarios, aquello que se ahorraron en lágrimas se les irá en suspiros. Lo dicho: para que no cambie nada.

    Cuando, a mediados de los noventa, Ismael Serrano grabó su canción “Papá, cuéntame otra vez”, evocadora de mayo 68, y su resignación melancólica al final de la misma: “… sin embargo a veces pienso que todo aquello dio igual, las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más…”, a mi parecer, no iba tan descaminado. Hoy, si cabe más que nunca, sería del todo improcedente proclamar la decadencia capitalista, (decadente, sí, pero en su fase de “durar”) alargada en extremo, como una benévola e inacabable enfermedad, gracias, entre otras cosas, a la caída estrepitosa del bloque comunista: USA sobrevivió a la guerra del Vietnam y su escándalo, pero el Pacto de Varsovia comenzó a desmoronarse tras la Primavera de Praga.

    Uno mismo, (que ya es bastante más mayor que eran sus padres cuando, a veces, acudía a formar parte de aquellos tumultos callejeros, tan “naïfs”, en alguna ciudad centroeuropea de los primeros setenta, con lemas adorables tales que “todos los patrones son unos ca…” o recitados con algo más de enfado “Giscard, salaud, le peuple aura ta peau!”) no puede por menos que animar a esa juventud, que hoy toma las plazas de España, reivindicando un lugar al sol y superponiendo su refutación activa de los valores que mueven esta sociedad, a aquellas algaradas universitarias y al misticismo hedonista de los “hippies” de entonces. No se trata de tomar al asalto la Bastilla. Pero a ellos tampoco les queda otra que reivindicar algo más que la nada sobre el horizonte.

    n saludo, Lola, jose antonio

  5. se corresponde. de acuerdo en que las grandes líneas están trazadas y resulta difícil plantear soluciones heterodoxo-ruinosas porque no están los tiempos para vacilarle a la ue.
    es en lo corto donde el personal,creo,espera un cambio.interés por lo serio próximo y olvídate de utopías que sólo colocan a los muy próximos de tus partidarios.eso creo. el personal anda hasta el pitipín de demagogia y trileros.y siempre dijimos cuando queríamos ganar que lo santo de la democracia pasa por la alternancia.entonces era quítate tú que me ponga yo.ahora va de por favor que cambie. otro saludo.

  6. Se imponga la fe de erratas; desalojo en la Plaza de Cataluña. Hay lapsus imperdonables que te juegan malas pasadas, qué caray.
    Y, sí, las plazas están para conmemorar victorias que anestesien a la masa de las derrotas. Otra vez el fútbol, ese opio del pueblo como estrategia para cargar contra lo que inquieta. Era como volver a ver a los grises, ensañándose contra los jóvenes contestararios de los sesenta-setenta. Pero estos jóvenes no son una proyección del pasado, han de ser el futuro por ley de vida. Se impone un relevo generacional y hay que darles un voto de confianza, a ser posible en las urnas. Esperamos una alternativa, otro partido y no, precisamente, un partido de fútbol.

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