Ay, el flamenco

30 Sep
La bailaora, Aina Núñez
El “Ay” es la mínima y la máxima expresión del flamenco. Sobre esta brevísima y plena interjección, el pueblo morisco y el gitano, aunados por su mutua condición de etnias perseguidas, nómadas y marginales, construyeron el cante, que transciende ese dolor antiguo al arte del lamento, del quejío, ese aullido de desgarro, ese “ay” que resume la pena, asomando, afilada y noble, por boca del cantaor inspirado como el plateado resplandor de una navaja. Desde estas trágicas raíces, nuestra tierra andaluza – a cuya genética gitana y mora debe los máximos exponentes de su creación artística, su singularidad y su idiosincrasia, como señaló sin descanso Blas Infante- dio lugar a la grandeza musical de ese monumento vivo que es el flamenco. Que es un cante, pero también un modo de vida, de pensamiento y de sentir que ha viajado con los andaluces, como parte sustancial de ellos mismos, donde quiera que hayan tenido que ir a buscarse el sustento. Pues la pobreza de estas tierras de secano, también víctima de lacras como el caciquismo, el latifundismo y el abandono en un atraso secular, ha obligado a muchos de nuestros paisanos a emigrar a lugares más prósperos, heredando la condición de pueblo nómada de aquellos ancestros de cuño calé y morisco. El propio Blas Infante hacía derivar la palabra “flamenco” de una voz árabe, cuyo significado es “campesino errante”.
Así se explica que tantos andaluces tuvieran que partir a Cataluña por pura necesidad primaria, en torno a los años 50 y 60. Una región que, aún dentro del país, les trató como a extranjeros, recelando de su lengua, su acento y sus costumbres, relegándolos en la periferia de las ciudades a guetos en los que la condición de población marginal hacía más notable el sentimiento de desarraigo. Situación que, sin embargo, pudo aliviarse, gracias a los lazos de solidaridad que se establecieron entre la propia población inmigrante, quienes, reivindicando su identidad y tradiciones, comenzaron a agruparse en asociaciones y peñas.
De esta batalla de la integración del andalucismo por tierras catalanas, nos habla el magnífico reportaje, “La niña del rincón”, de Aina Núñez, documentalista y bailaora, que, nacida en Cataluña, pero de padre malagueño, vio luchar a sus mayores por construir un espacio andaluz en un medio, en principio, inhóspito y enemigo de la diversidad. Aquel espacio que terminó llamándose Peña Flamenca de Manlleu, comenzó a fraguarse en los bares, en un tono como de conspiración. Los asistentes a tales reuniones eran recelados de comunistas e insurrectos y su pretensión de crear la peña, perseguida como síntoma de secta desafiante al Régimen y/o, quién sabe, si elemento discordante dentro de un catalanismo cerril y monocorde.
Pero, después de muchas batallas, al final, se ganó la guerra. La peña flamenca de Manlleu salió a flote y dio sus frutos y aquellas nuevas generaciones andaluzas, nacidas en Cataluña, recibieron y valoraron el legado flamenco, como, después de todo, estaba en su naturaleza. Tal y como la autora de este documental, Aina Núñez, que ha decidido volver a Málaga para continuar aquí su carrera como bailaora profesional. Así lo contó en la presentación de este reportaje que tuvo lugar en la Asociación de Vecinos de El Palo, lugar ubicado en el corazón de uno de los barrios más castizos y populares de la Málaga profunda, la plaza del Niño de las Moras, cantaor paleño de culto entre los sacerdotisos del flamenco. En dicha asociación, además de otros actos culturales, promovidos, en gran parte, por el infatigable, Rafael Núñez, tiene libre cabida “La picá”; rueda de cantaores que, tras la tertulia y el vino, van alternando sus cantes en torno a la guitarra, afilando sus ayes de navaja en la lumbre plateada de la luna. Merodean sus voces por los temas eternos del cante; el quejío por la mujer traidora, el amor incondicional de la mare, la falsedad de la gente, la desgracia de la pobreza y la peor que es nacer desgraciao, destilando una sabiduría milenaria que va del fatalismo trágico al humor más socarrón: “Cada vez que considero que me tengo que morí, echo la manta en el suelo y me jarto de dormí”.
Pero, entre todas las letras, ninguna dice más que el escueto jipío del cante jondo, el “ay” que fue la expresión mínima y máxima del sufrimiento del pueblo andaluz y dio, en su breve grandeza, la medida de todo el dolor humano. Ay, el flamenco.

26 respuestas a «Ay, el flamenco»

  1. http://www.elpalo.org/index.php?mod=articulos&secc=noticias&id=2484

    “El acto concluyó con un animado intercambio de opiniones, durante el aperitivo que se sirvió después del documental, y con un buen rato de cante en un rincón del local a cargo de viejos aficionados (Juan, Angel, Enrique el Chirle, Manolín, Miguel López, Manolo López, Paco Leal…).”

    Nota: ¡El mejor flamenco es el flamenco vivo y alli estuvo gozando de muy buena salud con el espiritu de EL NIÑO DE LAS MORAS mirando desde el cielo de ese lugar magico llamado El Palo!…

  2. Muchas Gracias, Jorastero, por completar la información.Soy una amante del flamenco y no pienso perederme dichas veladas del Palo.¿Cantas tú también?

  3. Sí Lucía!…he intentado cantar y lo sigo intentando…puedes escuchar mis ladridos junto a un japonés…te recomiendo que escuches el tema “nada”…creo que tiene una pista de la influencia de la música española…por los menos en la escala andaluza y en la armonía…¡gracias!…

    http://www.myspace.com/ryusuke.karate

    nota:También he compaginado los videos del dúo folktrónico virtual…

    perdón Lola…por ocupar espacio en tus comentarios…como siempre tus artículos son pura delicia y tendrías que recibir mas propuestas para escribir, ya sea en otros periódicos, en editoriales ó hasta en la parte de prensa de algún gobierno ó como embajadora…

    ¡Saludos!…

    ¡Buen fin de semana para todos!…

    Er Jorastero.

  4. He visto algún espectáculo flamenco con el que disfruté enormemente. Ahora sin embargo, una actividad que se recrea (¿Y fomenta?) en el dolor, la pobreza, la miseria o la triste no tiene mi apoyo y avoco por su desaparición. Hay tantas actividades –también artísticas- donde elegir sin pasar por la tristeza, que, no me parece sensato pararse en ella.

  5. He visto algún espectáculo flamenco con el que disfruté enormemente. Ahora sin embargo, una actividad que se recrea (¿Y fomenta?) en el dolor, la pobreza, la miseria o la tristeza no tiene mi apoyo y avoco por su desaparición. Hay tantas actividades –también artísticas- donde elegir sin pasar por la tristeza, que, no me parece sensato pararse en ella.

  6. Vale, Roberto Méndez o Pedro Vázquez . por cierto, ¿Cómo se llama usted de verdad? O sea, que quiere abolir el flamenco. Como los toros o así? Qué más tipos de música propone abolir? Por decreto ley o por la cara?
    Última curiosidad ¿Qué tal con su psquiatra?

  7. Podemos encontrar en la música popular muchos estilos que se han basado y se basan en la “tristeza”(también en el dolor, la pobreza y hasta en la miseria) y no por ello, dejan de tocar el alma humana conmoviendola…; por ejemplo: el Blues, el Fado, el Tango, etc…; ahora bién…; no todos somos iguales…; y si a uno le gusta sólo la música para olvidarse de los problemas y mover el esqueleto…, ¡pueis muy bién!…; que lo haga y se olvide de escribir hasta en los comentarios de los artículos de Lola…; ó…; ¿no?…

  8. ya está aquí,amigos,el quinto jinete.apartaos,si podéis…mientras podáis:nos van a prohibir.ea.
    qué bonita está mi barca
    cuando le pongo velas con lunares.
    ea,a la clandestinidad.éste igual prohibe con dos nombres en pro de los hombres que no queremos que nos salven.ea,prohibido.tela.mejor…más intenso.
    suerte,quillo,mucha suerte.

  9. ¿Sabéis que hoy mismo ha llegado a Madrid la candidatura para que el arte flamenco sea declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad? Lo resolverá el Comité de Patrimonio de la Unesco en su próxima reunión de Nairobi. Para mí, que es una iniciativa bien lejana a la abolición ¿no?

  10. Pues me parece muy mal que haya gente como usted, señora Lola, contenta de que las instituciones públicas protejan la tristeza, el dolor o la miseria, y a las causas que la originan. Un saludo

  11. Comentaba Lorca, teorizando acerca del “duende”, que en cierta ocasión escuchó decir a un viejo maestro guitarrista: “El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies; es decir, no es cuestión de facultad sino de verdadero estilo vivo, de sangre, de viejísima cultura, de creación en acto…” Ese perdurar del espíritu a través de los siglos hasta llegar (como en el Poema del Cante Jondo lorquiano) al “duende”, hasta culminar en un “grito desgarrador de cordero degollado…”.

    Le decía el gran Manuel Torres a uno de sus colegas, tras la actuación: “Tú tienes voz, tú entiendes de estilos, pero no triunfarás nunca, porque tú no tienes duende”, ¿sería tal vez el encartado como alguno de aquellos tantos que la tarde – noche de cualquier sábado de los sesenta – setenta se arrancaban con el Porompompero de M Escobar en los bares próximos a la Estación de Francia de Barcelona…? Sentimiento y ganas sí que ponían pero lo que se dice “duende”…aproximadamente el mismo que a mí me sale, hoy como ayer, cuando me acuerdo de aquel guardavía decimonónico y su pasión (seamos sinceros: “ma passion chronique”):

    “Yo t ‘estoy queriendo a ti / con la misma violensia / que yeba er ferrocarrí”.

    Saludos

  12. Al contrario que el Sr Méndez y otras yerbas, yo estoy totalmente de acuerdo con que las instituciones públicas protejan de la miseria, el dolor o la pobreza. Las causas que originan estos “fenómenos” hay que buscarlas en la noche de los tiempos no en el flamenco, cuya delimitación es el arte. Luego…

    Saludos.

  13. No estoy de acuerdo, señor Winspector, la delimitación del arte (sin definir aún, o de definición abierta) es la vida, y cada ‘arte’ nace y necesita de su vida o realidad determinada. A mí, la del flamenco, por lo general, no me gusta. Pero ya sabemos que para gustos están los colores. Un saludo

    PD
    Tampoco me gusta como usted falta al respeto.

  14. Vd se lo dice todo, Sr. Méndez.Tampoco me gusta a mí eso pero sobre gustos ya se sabe, no hay nada escrito, ni siquiera en los colores.La vida lo delimita todo. Dicho esto me quedo tan pancho. Pero el arte, manifestación de la actividad humana, bien que dentro de la vida, queda reducido al ámbito humano. Sin la existencia humana no existiría el arte ni por tanto el flamenco o me lo demuestren. Espero no haber “faltado al respeto” ¿? (no se me concreta a quién)

    Enga, buenas noches nos dé Dios o quien proceda. Saludos.

  15. Roberto, Pedro o como usted se llame en realidad. Tenga usted de camino la valentía de decir su nombre verdadero a la par de defender opiniones -supuestamente- tan valientes. A usted no le gusta algo y, de inmediato, piensa en prohibirlo. ´No quiero ni pensar si usted tuviese el poder, que, menos mal que no. El fascismo se quedaría pálido, aunque, para eso hacen falta los bemoles de los que los anónimos como su señoría carecen. Saludos.

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