Trinidad Jiménez es la candidata socialista más preparada para convertirse en Presidenta de la Comunidad de Madrid, precisamente porque, hoy por hoy, es la única con alguna posibilidad de llegar a serlo. No dudamos, por otra parte, de que Tomás Gómez, su rival en las primarias, pudiese gobernar mejor la Comunidad Madrileña que la propia Trinidad y, sobre todo, que la actual presidenta. Su esforzada y magnífica gestión al frente del PSM en estos últimos tres años le avalan como profundo conocedor de los problemas y deficiencias en esa decisiva plaza mayor del país, pero estamos hablando de elecciones no de teorías ni utopías y, en estas lides, ya sabemos que no cuenta tanto la capacidad como la popularidad e incluso el mero accidente. Tomás Gómez podría ser un excelente presidente de la Comunidad de Madrid, pero no va a serlo, en tanto ello implique –como implica- desbancar a esa dama incombustible que es Esperanza Aguirre, con ese modo discutible de hacer, aunque a su vez tan carismático para un sector masivo del sentir popular, más allá de los asociados in sensu stricto a la susodicha gaviota de Génova, quienes celebran sus salidas de tono, a micrófono abierto, como una nota más de esa gracia suya tan espontánea, tan cañí, tan chulapona. Las aficiones del tendido más taurino le jalean en un ole castizo ese modo genuino de lidiarse los miuras, sean o no de su propia ganadería, y de decir lo que piensa mucho antes de pensar lo que dice, de equivocarse con desparpajo como una Carmen Sevilla que diese cierta nota de color al ruedo político español, de sólito mustio con el discurso ambiguo y sesteante del borroso líder gallego y la palabrería indecisa del soso presidente leonés.
Con su sonrisa constante y meliflua de señorita Avón y su flequillo de estricta escultura de dama opusina, resistente hasta a los accidentes de helicóptero, es la Berlusconi de nuestros lares, la Carmen de Mérimée que, sin desmentir su feminidad, se toma la libertad por su mano y por su boca. La mujer de bandera, que se viste de rojigualda por Agatha Ruiz de la Prada, como una Marujita Díaz del neo-liberalismo proto-aznar, la goyesca, la Manola, la niña de los ojos del feroz Jiménez Losantos; de presencia inexcusable en cada sarao, de espíritu más vivo y verbenero que la propia Paloma; qué más se puede pedir a una lideresa hispana. Tomás Gómez no es José Tomás para poder lidiar a semejante toro; lo suyo ha sido aplicarse entre bastidores a los fogones a pie de obra. Trabajo duro, de fondo, que no de forma. Eso no da votos.
Tomás Gómez ha trabajado bien, pero a oscuras y ya es demasiado tarde para alcanzar la cola de la estelar Aguirre. Lo menos 16 puntos que no se acortan, de la noche a la mañana, por más que se afanen los pies en recorrer festividades de barrio para darles una mano populista friendo churros para todos o bailando el chotis de majo aparente con las vecinas. Ese trabajo ya lo hizo Trini-Maratón y, con esas, se acercó más al madroño.
Siendo justos con lo justo, diremos que Trinidad lo hizo muy bien en aquella primera aproximación a la alcaldía, por más que estuviese- según dicen- excesivamente guapa con la chupa de cuero, pero, frente a Gallardón, uno de los políticos más valorados por los populares y gran parte de los socialistas, incluso el esfuerzo más titánico resultaba vano. Luego, hubo errores por parte de todos. El de Trini fue alejarse tanto tiempo allende los mares de Madrid, una plaza que ya tenía abonada, -con lo olvidadizo que es este público español para las caras- y el de Zapatero no haberla nombrado antes ministra –si hay algo que no puedo entender es cómo Aído llegó primero al Ministerio-.
Una política de la talla de Jiménez, en primera línea de fuego, hubiese podido contribuir a preservar la solidez del partido del Gobierno en cualquier frente, pero, por un motivo que se me escapa, Zapatero no recurrió seriamente a ella sino cuando ya el Gobierno andaba en una situación bastante desesperada. Primero como Ministra de Sanidad y ahora, cuando parecen en peligro la baza andaluza y catalana, como rival de Aguirre en un intento de extrema emergencia por recuperar la ya remota plaza de Madrid. Frente a Gómez, Trinidad a tres puntos, es la única posibilidad posible de derrotar a Aguirre. También la única de que Jiménez siga en la política, una vez que pierda el ministerio con la próxima –se dice, cantada- derrota electoral del PSOE. Y eso- su continuidad- sería lo justo. Sobre todo, teniendo en cuenta que antes de que Trinidad fuese la supuesta candidata de Zapatero en estas primarias, hubo otras primarias en las que el propio Zapatero fue candidato de Trinidad Jiménez. En aquel desayuno con croissants en casa de Trini, se fraguó el liderazgo de Zapatero y, por tanto, su futura presidencia. Trinidad Jiménez ya ganó unas primarias; lástima que no fuese ella misma su propia candidato.
De Madrid al cielo
12
Ago
Lola, un beso antes de nada y, ahora voy a leer el artículo. Otro beso, te quiero.
Pese al escándalo (no sé si ella podría haberlo evitado) de las vacunas contra la gripe A, Trini siempre me pareció una política seria y responsable, y una buenísima persona. Su hacer contra el humo tabaco podría ser la guinda. Besos
Lúcido, muy lúcido lo que dices, Lola. Se descubren de pronto facetas nuevas cuando se lee con atención, como hago con tus escritos. Saludos, y enhorabuena, Lola.
Gracias, Manuel. Recibir elogios de una persona tan sabia es siempre una satisfacción y un gran honor.Motiva.