El género neutro

26 Mar

Norrie, primer ciudadano escocés del género neutroUna de las cosas valiosas que perdimos con la cultura pagana fue el género neutro; tan cómodo, tan apacible, tan fácil de estudiar. En Latín y en Griego existía ese género neutro agradecido que se dejaba memorizar en un periquete, pues nominativo, vocativo y acusativo eran iguales entre sí, frente a las irregularidades de masculinos y femeninos. Con las lenguas romances, forjadas en la idiosincrasia judeocristiana, se perdió el neutro y cada palabra había, necesariamente, de cuadrar en la maniquea, dual y estricta clasificación sexual; ya se tratase de una mesa o un cuerno, así nació el concepto de “arbitrario”, según el cual cada objeto es hembra o varón a gusto de no sé qué obtusos y caprichosos ancestros. Ya sólo había un Dios y era varón y, en los humanos, ser hombre o ser mujer conllevaba desempeñar un rol muy determinado y asociado a la distribución rigurosa del padecimiento; el hombre había de ganar el pan con el sudor de su frente y la mujer parir a sus hijos con dolor. La menstruación, sin duda -pues tiene toda la pinta de haber sido un castigo bíblico- fue una de las lacras que conllevó la expulsión del Edén. Probablemente fue Eva, la primera hembra que tuvo la dichosa regla, sirviéndose de la legendaria hoja de parra como primigenia compresa, hasta que las nuevas generaciones descubrieron ese pañal aerodinámico, fino y seguro, que, en su homenaje, recibió su nombre. Aquí debería recurrir a la consulta de mi gran amigo y etimólogo, Manuel Laza, pero para mí que Evax viene de Eva por simple lógica intuitiva. De aquellos polvos, vinieron esos lodos; no se conoce en las leyendas de la mitología pagana a ninguna diosa, ninfa o náyade que se retorciese con los dolores propios del “mes”, ni farmacia en el Olimpo que despachase Saldeva. Diosas y semidiosas, sin previas menstruaciones ni embarazos, parían de la noche a la mañana con sólo que otro dios les echase el ojo –me ahorren los puntos suspensivos-.
Por lo demás, la sexualidad de aquella paganidad, desde sus mitos, más entregada a los placeres y a los días, era mucho más flexible, plural y variopinta. Había diosas tan viriles como Artemisa con su corte de bellas ninfas cazadoras, exentas a los deseos de todo varón, y sólo solícitas a la voluntad de su caudilla; la guerrera Atenea, quien compartía pluma con su lechuza, derramando aceite, y dioses tan ambiguos como el bello Apolo, por no hablar del propio Zeus que, sin desmerecer de su consabida y fructífera pujanza viril, era capaz de hacerse águila para raptar al hermoso garzón de Ida, por que le hiciese de azafato copero en sus orgiásticos banquetes. Y más allá, había sibilas, hermafroditas, gorgonas con su alma en su almario que, a su propio aire, no le daban a esto ni a aquello. Cuando aún existía el neutro, ser neutro era otra opción entre tantas otras opciones, que hacían la civilización más matizada, flexible y habitable. No obstante, la dudosa evolución de los tiempos, redujo la ancestral pluralidad a dos escuetos bandos, también extensibles a la política y hasta el fútbol. Ya no se lleva ni la complejidad ni los matices; o eres masculino o femenino, o de izquierdas o de derechas o del Barça o del Madrid, lo cual resulta además de empobrecedor, bastante incómodo, ya que sumarse a un bando significa aceptar en bloque toda una serie de consignas, entre las cuales, por lógica, habrá alguna de la que discrepes. No se te ocurra, porque pertenecer a ese limbo sospechoso implicará quedarte fuera de juego. El conservador, que no comulga con las avanzadillas bélicas en los países islámicos, se está volviendo rojo y aquel progresista, que critica la ley de la memoria histérica o la última cuchufleta de Bibiana Aído, se está volviendo facha, lo cual, entraña que, si, para mayor inoportunidad, uno, además de tener ideas propias, tiene un escaño, acabe dimitiendo o dimitido. El centro, como el género neutro o el mero individualismo, son respiraderos que nos van tapando, por eso nos gratifica saber de ese escocés, Norrie May-Welby, que, después de haber sido primero hombre y luego mujer- en virtud de una operación- no habiéndose identificado ni con una categoría ni con otra, ha conseguido ser reconocido como “neutro” en su DNI. Ahora se le ve liberado y feliz. La historia hubiese sido mucho más amable si la hubieran habitado más criaturas del género neutro. A saber cuántas cabezas han rodado por las hormonas disparadas de Isabel I de Inglaterra en plena menstruación o la desarreglada testosterona de Hitler, cuántos escándalos se hubiera ahorrado la Iglesia con la asexualidad o cuántas infancias desgraciadas, a causa de las nefastas inclinaciones de ciertos monitores espirituales o deportivos, no serían ahora carnaza de la prensa sensacionalista y el morbo popular.
Aunque sólo sea por descansar del pobre maniqueísmo de lo masculino y lo femenino, de la izquierda y la derecha, de lo uno y de lo otro, es necesario que exista el género neutro. Tiene que haber otra alternativa.

P.D: Recordad que, a partir del lunes, estará abierto nuestro “Inventario de tópicos machistas”. La materia se presenta bien sabrosa y abundante ¿Quién dará más?

5 respuestas a «El género neutro»

  1. enhorabuena por ese merecidísimo premio,felicidades aunque sea por Dolores y mis mejores deseos. que los tópicos machistas no se inunden de más de lo mismo pero a la contra.
    buena semana y suerte.

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