Uno de esos vídeos que desliza el diablo por las redes correteó la semana pasada por cientos de miles de móviles. Una chica acudía ilusionada al despacho de su pareja, recién nombrado nuevo señor de la Agencia Pública Andaluza de Educación. Recorría con la cámara los diferentes ángulos del despacho de su cari, así llamado su Manuel en la intimidad. La chica concluía con un deseo de redecoración de paredes, junto con el reconocimiento de que la oficina de su amorcito no estaba nada mal. En efecto, luminosa, con rejillas de aire acondicionado en el techo, zona para sofás, mesa de reuniones, estanterías y puesto de trabajo tocado por silla de director y mesa curva rematada en chapado de pino americano. Colores cálidos en tabiques y mobiliario nada estridente. Un espacio de trabajo que debe ser agradecido al anterior amo de la tal Agencia. El video ha sido calificado por el Consejero Imbroda como una chiquillada sin mayor importancia. Imagino a su autora desconsolada durante este finde rociero por el fastidio que ha causado a su cari. Aquella mañana se sentía orgullosa de eso que estaba ahí sentado y que es lo que más quiere. Un acto amoroso que correteó desde su tarjeta SIM hacia esos modernos desolladeros colectivos que son las redes sociales. Su cari ha encontrado una oportunidad de oro para demostrar su amor incondicional a su chiqui cuyo video, en efecto, no tiene mayor relevancia que la de una desafortunada declaración video-amorosa, eso sí, realizada hacia un cargo público que, creo, ignora la carga pública que conlleva aunque ha comprobado el valor público de las redes públicas. El detalle de la posible redecoración conjunta de un despacho público de una malhadada Agencia pública ha incendiado muchos ánimos de familias y trabajadores de la enseñanza de todo tipo que acuden a trabajar cada día a espacios de aspecto y acondicionamiento soviéticos, con mobiliario dañino para la espalda y donde cualquier redecoración sirve para disimular grietas, manchas de humedad, goteras y todas esas lepras que cualquier edificio desarrolla cuando no recibe mantenimiento adecuado durante décadas, responsabilidad del amo que habite el precioso despacho de su cari, apócope de su caridad.
La mujer del César, el César y su primo de Cuenca, además de honrados lo tienen que parecer. También deberían de parecer inteligentes, eficaces y con una mínima solvencia profesional. Esta nueva clase política, como una gran parte de la clase saliente, que Susana no rasgue tanto sus vestiduras, admite esos cargos como único camino de mejora laboral, antes que como despacho para mejorar la vida de las gentes. La Agencia de Manuel, así renombrada por esos cíber-mentideros, es la encargada de mantener y adecuar las instalaciones escolares en toda Andalucía. Por ejemplo, he asistido a reuniones donde la Junta exigía a las direcciones de los centros escolares que preparasen un plan de actuación frente a olas de calor, en lugar de dictaminar una partida presupuestaria para climatización de aulas por parte de la Agencia de cari. Frente a avisos de tejados rotos, la contestación suele ser que la dirección del centro evite daños mayores. Luego llegará un técnico, o no, que confiesa que su informe no servirá para nada porque no hay presupuesto. La inmensa mayoría de los centros educativos bajo el mandato de cari podría enviar reportajes abultados sobre defectos y carencias que no van a ser resueltos por nadie. Desde un despacho como ese de cari es imposible sentir ninguna consideración por nadie ni por nada, tan lejano de la realidad en que habitan nuestras niñas y niños. Como plan contra el calor, consensuaremos la necesidad de abrir las ventanas, realizaremos una actividad de nudismo escolar, con calzado obligatorio para evitar resbalones y velo islámico opcional. Cada dos niños, un botijo; cada niña un abanico. Cada hora intercambiamos roles para trabajar la cosa de la igualdad y la solidaridad. Dada la inutilidad crónica de la Agencia de cari, yo habría aceptado tal cargo por la paga, claro está; eso sí, mentiría a todo el mundo con que me dedicaba a tocar el piano por las noches en un burdel de buena nota y habría inutilizado la cámara del teléfono de mi chiqui.