Hay un chiste que desvela muy bien una parte sustancial de la cualidad humana. Están dos novios sentados en un banco y contemplan el atardecer sobre el mar. Él dice: ¿Sabes qué estoy pensando? Ella responde con cierta admiración: ¡Pero qué guarro eres! Pues así se encuentra la profunda borrasca que nos está entrando por el norte con fuertes precipitaciones de puritanismo a la usanza victoriana, y un acusado descenso de la razón colectiva. Un cambio del clima ideológico que de cuando en cuando arrecia en todas las culturas. Los musulmanes también desarrollan estas ventoleras místicas cada ciertos años. Europa intentó ser invadida en el 711, año en que las tropas islámicas pisaron la Hispania visigótica. Los almorávides lo pretendieron en 1086, y los almohades en 1212, cuando aparecieron con iguales pretensiones que el actual ISIS. Si giramos la vista hacia nuestro mundo, El papa Pío V ordenó a Daniele da Volterra, antiguo colaborador de Miguel Ángel, que cubriese los genitales en la escena del Juicio Final en la Capilla Sixtina; el pobre pintor pasó a la historia del arte como “Il Braghettone”. Durante los años de la Emperatriz Victoria I del Reino Unido, el puritanismo alcanzó tales cotas que un conjunto de seis músicos que iba a actuar ante la reina, se tuvo que titular quinteto para no ofender aquellas mentes que sólo se fijarían en la primera sílaba de la palabra sexteto, sin escuchar siquiera la melodía. Ya lo explicó Kant, la belleza está en el cerebro que mira, no en el objeto. De ahí, podemos deducir que la obscenidad también habita al fondo de esa pupila que, aplicada a la moral, llamamos puritanismo, decencia u orden público, para justificar una visión sucia de un producto artístico o de la cultura en cualquier faceta. Imaginen lo que vieron aquellas autoridades malagueñas que, durante una noche en blanco, ordenaron la retirada de un cuadro de Samuel Gómez titulado “Don’t use condom”, que mostraba un chico sentado y un cura que se le acercaba. La policía pasó con su furgoneta varias veces por encima de la obra. Fue retirada a los pocos minutos por esos mismos operarios de LIMASA que tardan días en recoger tu colchón de la basura. ¡Pero qué guarro eres!
Como todas las grandes tempestades, esta del neo puritanismo ha comenzado con un leve aleteo de una mariposa. Ocho mil firmantes demandaron que el Metropolitan de NYC retirase un cuadro de Balthus en el que se ven las bragas a una adolescente. Según parece, los firmantes tuvieron sueños libidinosos con cada jovencita que luego se encontraron en el metro o en el ascensor de casa. Y es que se visten para provocar. Sin embargo, esta ciclogénesis se está expandiendo junto al maremoto “Me too”. Esto es, una denuncia significa la condena, no sólo de la persona sino del autor, de su obra. Si Woody Allen hubiera sido hallado culpable de pederastia, tendríamos que quemar los originales de sus películas en Times Square, junto con toda copia que se hallara. La semana anterior en una galería de Londres fue oculta una composición prerrafaelita en la que varias ninfas exhibían sus pechos. En el libro de Marcel Bataillon sobre Erasmo y España podemos ver los tachones que la Inquisición perpetró sobre párrafos y retratos de Erasmo porque ensalzaba la razón como el camino para que el humano descubriese a Dios. Los huracanes se activan mediante combinaciones de frío y calor. Varias corrientes ideológicas, antagónicas en apariencia, abogan por idénticas causas, la destrucción de lo que no guste. La lista para esta hoguera puede ser ingente y sorpresiva. Quevedo, el mayor escritor aún no superado en lengua castellana (Juan Goytisolo dixit), misógino además, tiene magníficos poemas y otros textos contra las mujeres, los putos y los moricos. Pleno al 15. Según los parámetros de esas visiones que se están expandiendo, habría que retirar de todas las librerías su obra completa y vender adaptaciones que no molestasen a nadie en esta época dorada de la pornografía. ¡Pero qué guarros!