Acabada la feria, aún mal digeridos los crímenes de Barcelona, el regreso a esa rutina tan nebulosa durante estos días, impone su paso. Por lo pronto, hechas las cuentas y anunciados los triunfos que estos festejos hayan supuesto para el equipo municipal, el alcalde tiene que explicar su anunciada subida en el recibo del agua para arreglos de infraestructuras, una cuestión hidrológica que en Málaga parece materia suspensa para un septiembre perpetuo. El alcalde de Nueva York anunció, casi al mismo tiempo que Don Francisco, que el metro de aquella inmensa urbe necesita un plan urgente de mejoras y adaptaciones. El metro de Nueva York es su sangre, tanto como para una Málaga que se pretende turística lo es el agua. Aquellos espacios son inabarcables y, a pesar de su diseño funcional, aquellas calles no tendrían capacidad suficiente para absorber un tráfico generado por los millones de automóviles que acercarían a la población hasta sus puestos de trabajo. El metro es muy sencillo pero muy eficaz. El usuario es trasladado a muchos kilómetros en muy poco tiempo y con una frecuencia de paso envidiable. El suburbano es el sistema sanguíneo de una urbe que sin él no podría existir. Pero hay unos modos y otros de proceder para resolver los problemas municipales. Bill de Blasio, el alcalde de NYC, político con una impresionante capacidad de comunicación, apareció en la televisión local junto a su equipo para anunciar que no podía seguir aceptando el deterioro del metro. Como primera medida, el ayuntamiento tomaba desde ese instante el control de la empresa de transportes. Luego explicó que necesitaría un capital significativo para abordar todos los problemas detectados en la red, por lo tanto. Por lo tanto, si estuviéramos en Málaga ya habría anunciado De la Torre que subiría el precio del billete porque no había más remedio y así pagaríamos entre todos el lujo de unos cuantos, a la vez que habríamos bendecido la inutilidad de unos gestores a los que el malagueño jamás ha visto destituir o dimitir. Ahí tenemos el caso de LIMASA para no tener que continuar con la ficción.
Volvamos a NYC. Por lo tanto se iba a establecer un impuesto especial para los ciudadanos considerados ricos que pueden permitirse no usar el transporte público porque tienen dólares para usar sus propios coches, para abonarse a las compañías de taxis concertados e, incluso, pueden abonar el aparcamiento que, en Manhattan, oscila en torno a 15€ la hora. La tercera medida consistía en el curso de una solicitud al gobierno federal para que realizase también una serie de inversiones, lo que traducido a nuestra orilla del Atlántico significa la presentación de un plan con cargo a Fondos Europeos que para eso están y ya sabemos que no siempre bien utilizados. La subida del billete para todos los usuarios fue considerada injusta por los diferentes encargados de cada barrio porque, como explicó Melinda Katz, para entendernos vicealcaldesa de Queens, significaba un atentado contra la clase trabajadora, cuyo bolsillo en nuestra Málaga es un auténtico objeto de deseo por parte de nuestro poco imaginativo, insolidario y clasista equipo de gobierno municipal con Don Francisco a su cabeza. Una tarjeta de transporte con viajes ilimitados por bus y metro cuesta allí 100€, podrían haber subido unos diez euros y no parecería tanto pero tal propuesta ofendía por injusta en aquellas calles, centro del capitalismo mundial. Málaga es una ciudad turística con el sol por bandera, lo que conlleva la ausencia de lluvia y, por tanto, siempre va a necesitar fuertes inversiones en todo tipo de asuntos hidrológicos. Los apartamentos de alquiler turístico se benefician de la ciudad, han ocasionado un aumento en el precio del alquiler a los malagueños, no crean ni un puesto de trabajo y, en muchos casos, ocasionan molestias. Una buena parte de este negocio con la vivienda está en manos de grupos de inversión internacionales que, ahora, especulan con este bien. Ahí están los ricos y ahí está la capacidad tributaria de los ayuntamientos. Es más fácil meter la mano en la cartera de todos y así tampoco se molesta a los amiguetes con pasta que siempre pueden salvarte de un apuro. Ni agua a los malagueños.
¿Por fin se va a proceder a la dicutible subida de ese canon que ha sido como “La Parrala”? ¿Qué opina nuestra oposición, que creo que algo tendría que decir, salvo que hayan pensado que “trabajar” (?) en plena Feria es un gran sacrificio? Como dijo doña Teresa Porras en una cadena de TV local, “al parecer a la oposición solo le preocupa ponerle “peros” a la concesión de la Medalla de la ciudad a la Virgen de la Victoria y a la cofradía de “El Chiquito”. ¿A que va a llevar razón?