El Partido Popular ha iniciado una campaña a favor del turismo. Sus líderes indicaron que perseguirán cualquier acto contrario a esta industria. Una situación peculiar en la que un grupo político se decanta a favor de un determinado sector productivo que no debería de dar ningún problema como esa primera industria nacional que es y, por tanto, de la que, en teoría, comen muchos hogares. Por otra parte, si esas asociaciones radicales que anuncian campañas contra el turismo en País Vasco, Cataluña y Baleares cometieran algún delito, no es el PP quien tiene que reaccionar y actuar, sino policía, fiscalía y jueces. El Partido Popular se sitúa así en una extraña palestra en la que se acerca a quienes critica, en el sentido del pensamiento mediante consignas. Esto es bueno o malo según diga el cartel. Ese maniqueísmo, muy propio de fuerzas con ambiciones totalitarias en nombre de una fe, sea la que sea, conduce al camino contrario hacia el razonamiento y el juicio sereno de un fenómeno. El Partido Popular tiene responsabilidades como gobierno central, además del control de alcaldías significativas como Málaga, capital de la Costa del Sol y una de las tradicionales joyas de la corona para la industria turística. Sin embargo, aquí también han comenzado las protestas contra algunos apartamentos turísticos, contra ciertos negocios asociados a este sector, como el paso indiscriminado de bicicletas por cualquier espacio del Centro, ahora regulado por el Ayuntamiento, y han proliferado asociaciones de defensa vecinal para la lucha contra la plaga de la gentrificación, también de la mano del actual concepto turístico. Nadie es tan estúpido como para alzarse contra el campo que le da de comer. Si están comenzando a surgir esos focos de protesta quizás sería más sensato un estudio sereno de las bases en que se funda el rechazo a ese pretendido manantial de billetes. En unos casos, descubriremos a grupos antisistema que calificarán al turismo como maniobra franquista mediante la foto de Fraga en Palomares. Pero en otros, incluso dentro de esos mismos grupos, hay discursos que alertan de serios ataques contra la ciudadanía que deberían de ser investigados y solucionados en lugar de amenazados de modo general. Grave error para un partido de gobierno. No todo es negrura en las banderas anarquistas, la razón tampoco conoce colores, sólo hay que buscarla.
En el siglo XIX, cuando los ingleses descubrieron a España como seudo-colonia, uno de sus viajeros describió la llegada a los campos de Huelva como la antesala del infierno. Allí, las industrias mineras británicas destruían la naturaleza en pos de sus intereses de rentabilidad. Era el primer sector exportador del país, podrían haber aducido como justificante de tanto desastre ecológico. Las guerras de Cuba y Filipinas sacrificaron un gran número de jóvenes españoles para la defensa de los intereses de unas diez familias; ahí fue sembrado gran parte del problema catalán. Se habría argumentado que ambos territorios constituían el fundamento del engranaje comercial español. Las macro-cifras no significan que beneficien los intereses generales de una sociedad completa. El turismo libró a Málaga del hambre y de la miseria ideológica que lastraba al resto de España. Innegable. Pero aquellas ventajas se cimentaron sobre la concepción más viajera que turística de los años sesenta y setenta. Muchos de aquellos visitantes enraizaron entre nosotros y hoy son malagueños. El sol y playa se convirtieron así en aglutinadores de convivencia. El actual modelo se basa en vuelos y cruceros baratos, masificación y viviendas reconvertidas en apartamentos turísticos, esto es, islas de conflictos en múltiples comunidades de vecinos que no sólo ven aumentar el precio de sus alquileres, sino que tienen que soportar una moderna versión del botellódromo privado. La proliferación de hoteles que generen mayor cantidad de empleo, el turista seleccionado mediante el precio de los servicios, y sueldos dignos para camareros o limpiadoras, junto con un control del problema de la vivienda por parte de las administraciones, podrían despejar esas nubes que se ciernen sobre el bronceado de las piscinas. Más estudio y menos amenazas.
Turismo de saldo
14
Ago