La semana anterior nos enteramos de que Málaga, una ciudad sin apenas industria, se quedó sin suelo industrial. Si nos pusiéramos a jugar con el ordenador a construir un enclave humano, cualquiera iniciaría su sociedad desde sus bases. Comienza la cosa con la agricultura y su aporte constante y sedentario de alimentos como sucedió en Medio Oriente cuando los albores de la humanidad. Más tarde, contemplaríamos el siglo XIX y su mecanización del trabajo agrícola con la consiguiente necesidad de industria metalúrgica, química o energética. Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo que reordenar y reconstruir occidente entero, llegó la cosa del sector servicios a lo grande. Lo que antes fue anécdota o desarrollo financiero y poco más, gracias a los derechos laborales que los españoles no tenían, pero de los que disfrutaban los extranjeros, consiguió el nacimiento de la Málaga mítica de los setenta que Jean Cocteau, uno de sus ilustres personajes, podría haber dibujado al fondo de cualquier piscina aristocrática de aquellos entonces, cuando el servicio merecía la pena de ser llamado servicio porque servía, esto es, cuando casi no mantenía relaciones de trabajo con los señores y por eso se llamaban criadas y criados, comían por lo que hacían y se llevaban alguna que otra moneda siempre que, según juicio inapelable de los señores o señoritos, la hubieran merecido. Y así llegamos en nuestro juego virtual a hoy en día, fechas en que descubrimos que la Málaga del siglo XXI es una ciudad inventada por el delirio hostelero de un alcalde al que palmean, jalean y aconsejan una serie de grupos de poder interesados en la revalorización del suelo urbano, pues poseen suelo, y en el monocultivo del sector servicios pues disponen de ese suelo para locales sustentados por una mano de obra barata. Sale más barato transferirle cada mes la nómina mínima que darle de comer y vestir como antaño hicieron sus antepasados con la servidumbre doméstica. La moderna esclavitud.
Esta parece ser la ciudad soñada por Don Francisco, es decir, malagueños terratenientes embutidos en sus piscinas, mientras una gran masa de malagueños camareros se afana en enfriarle su cerveza y la de los trabajadores foráneos que nos visitan gracias a las ventajas de unos derechos salariales, imposibles sin la concurrencia de un sector industrial potente, como demuestran Alemania, Suecia la de aquellos polvos y estos lodos, Gran Bretaña, Madrid, País Vasco o Cataluña. Las casas que se inician por el tejado tienen que disponer de mucha gracia y, como dice La Bamba, de otras cositas. Ese sector terciario, servicios, solo reparte ventajas para todos sus habitantes en zonas helvéticas, Dubái o Nassau, Málaga no se encuentra en ninguna de tales circunstancias. Que quede claro, antes de que cualquiera de mis queridas o queridos hosteleros me afee mis palabras, que no escribo en contra de su sector, sino en contra de la adscripción de nuestra ciudad a un solo campo que, como todos, pegará un bombazo algún día y nos va a coger, por designio municipal, con todos los huevos metidos en la misma cesta. Por lo pronto, ya se han marchado de Málaga algunas industrias que pretendían aumentar su actividad, o implantarla en naves industriales mayores de las que hoy se encuentran a disposición de los demandantes. Suelos inundables, tal como avisa la Junta de Andalucía, y un ayuntamiento que pone trabas y exceso de aranceles se suman a la simple ausencia de suelo para industria. En los últimos planes urbanísticos se priorizó la expansión especulativa sin una cimentación económica y laboral, estables. No creo que me mueva un ánimo malaguita si digo que mi ciudad y mi provincia albergan todas las condiciones naturales para convertirse en el motor fabril del sur de España. Falta voluntad política. Nos están convirtiendo en el sucedáneo del norte de África mediante la promoción del trabajo de mínima cualificación, junto con una presión salarial a la baja. Un panorama de futuro gris con nubarrones para una ciudad que no dispone de suelo industrial pero cuyo ayuntamiento preserva un peazo parcela para una feria que es lo más grande. Una declaración de intenciones compleja de entender en otras latitudes.
Sin industria pero con feria
31
Jul
Mayor suelo que el PTA no habrá nunca en Málaga. Si no hay industrias no es por suelo y si no, dense una vuelta y verán naves cayéndose a pedazos.
Estoy de acuerdo con uno mas, hay muchas naves vacias, y a reformar, con precios de alquileres abusivos, poco mercado y poca venta.