El Ayuntamiento de Málaga aduce problemas técnicos con el fin de demorar la construcción del metro hacia el Hospital Civil. Primero peroran políticos y enteraos, luego los técnicos y facultativos. Un orden lógico sin fisuras. Todas las guerras ganadas por USA situaron a sus científicos por delante. En España, demencia y estampitas de santos. El proyecto del metro en Málaga ha caído en la ciénaga de la ideología. La ideología ridiculiza la idea. La viste con gafas de broma. Le pinta la cara con cieno. Por encima de cualquier consideración de ingeniería o del bienestar de los vecinos de Eugenio Gross y Blas de Lezo, está el aparato testicular que la Junta de Andalucía dibuja sobre su solución en superficie, esto es, su tranvía metamorfosis del metro. Asiste uno a cualquier debate y las posiciones son graníticas. Parece que entre los socialistas malagueños ha cundido la consigna de lo que diga Sevilla. Así, uno debate en cualquier medio con un tertuliano, por ejemplo, de El Palo (donde espero que las lluvias no hayan hecho daño) y se encuentra que defiende unas pretensiones que ni le afectan para bien pero, sobre todo, ni para mal. Órdenes. Cualquiera que se mueva por la zona de Eugenio Gross sabe del pésimo trazado de aquellas calles que en nada se parecen a las magníficas avenidas sevillanas que dios les conserve muchos siglos. El caso es que Bruselas ya está empezando a dar toques de atención a ciudades como Madrid y Barcelona por emisión de gases contaminantes que provienen de un uso excesivo del automóvil. Nadie está feliz en su coche a las seis y media de la mañana. Si no es camino del áfter. Aunque Málaga diste aún de los niveles de contaminación de esas grandes urbes con áreas metropolitanas e industriales enormes, la bendición del metro podría situarnos en un puesto destacado entre las ciudades limpias, habitables y con museos; por el contrario, las polémicas por el metro nos han encumbrado en un primer escalón por número de titulares que reflejan el sinsentido con que se conducen los responsables públicos en nuestras tierras.
La biografía del metro semeja la de una criaturita de copla de esas con desencuentros y relaciones truculentas. Mala estrella cuando nació, de mano en mano como la falsa monea, pero nunca bien pagá. El ciudadano malagueño asiste a un espectáculo vergonzoso y preocupante sobre cómo se manejan los euros de nuestros impuestos. Tal como demuestran los hechos, se inició una obra de tal envergadura sin presupuesto y sin trazado, como mi amigo Gaby Beneroso y yo pergeñamos todas nuestras diabluras culturales y no, en la barra del bar y con cuatro rones en el cuerpo. Un método de trabajo propio, intransferible al proceder de esta Administración que nos imita con grave daño para el pueblo. Ya que la improvisación parece la nota dominante en esa tan desastrosa partitura del metro, quizás algún responsable podría guardar en la nevera la ideología y participar en, por ejemplo, alguno de los atascos en las vías hacia, y/o desde, el Parque Tecnológico que, como la muerte a todos iguala y martiriza. La última parada actual queda a pocos kilómetros de allí, podría continuar en superficie con poco daño para el vecindario y, tal vez, sería una línea rentable en poco tiempo si se considera la pechá de trabajadores que hacia, y dese, allí contaminan la atmósfera, no por gusto propio. Mientras, podemos esperar a que toque la lotería a la Junta, o que alguno de nuestros santos autonómicos realice un milagro financiero, y se vuelva a hablar de la redundancia del metro soterrado para Málaga, en lugar del tranvía que quieren parar frente a la ventana del comedor de los vecinos que, encima, añadiría colesterol de movilidad a una arteria definida por el propio Ayuntamiento como de especial importancia para el tráfico en una ciudad que se infarta en cuanto aparecen las mínimas circunstancias. El debate sobre el metro, que debiera de haber sido técnico, sólo técnico, se ha convertido en un campo de trincheras donde cada quien defiende unos postulados de catecismo, un tiovivo de razonamientos. Qué mareo.
¿Qué ha ocurrido con el trazado original de las dos líneas del Metro que, partiendo desde El Palo y mediante el intercambiador de la Plaza de la Marina, continuaban luego hacia Huelin y la zona universitaria? He visto formas tontas de enterrar el dinero, pero ninguna como esta.
Me aseguraré de marcarlo y volver a leer su información que son útiles para mí. Gracias por la publicacion.